Más de 250.000 personas se están viendo afectadas por la orden dada por el Ejército israelí a los civiles de evacuar Al-Qarara, Bani Souhaila y otros barrios del este de Jan Yunis, una ciudad cuya devastación comenzó el pasado diciembre.
De nuevo se repite la escena que el asedio israelí está provocando desde hace casi nueve meses. Familias exhaustas con colchones apilados sobre un carro y bolsas repletas de pertenencias, salen de nuevo a las destrozadas carreteras huyendo sin saber a dónde. Cada huida es solo el preludio de la siguiente y el Ejército sionista repite los devastadores ataques y operaciones en los mismos lugares una y otra vez.
«No sabíamos a dónde ir y no teníamos suficiente dinero para comprar una tienda nueva», relata Ahmed al-Najjar, un hombre de 26 años de Bani Suheila, uno de los barrios afectados. Las temperaturas rondan los 30 grados estos días y el acceso al agua y los alimentos es muy precario.
«Tuvimos que pasar la noche en la calle y eso aumentó nuestro estrés. Esta mañana decidimos volver a casa. No hay ningún lugar adonde ir. Lo que tiene que pasar, pasará», añade Al-Najjar, resignado.
El 80% de los habitantes de la Franja de Gaza, 1,9 millones de personas, se encuentran actualmente desplazados, según la ONU. El desplazamiento forzado de civiles es un crimen de guerra y un delito de lesa humanidad que Israel comete a diario y del que incluso hace publicidad, desde que el pasado 13 de octubre dio un ultimátum de 24 horas para evacuar hacia el sur a más de un millón de personas del norte de la Franja. La semana seguiente ya había más de un millón de desplazados.
Luego le llegó el turno a la ciudad de Gaza, donde sus tropas entraron en noviembre.
Entonces designó a Jan Yunis como «zona segura» y dijo a los residentes del norte que buscaran refugio allí, pero la ciudad se convirtió en su siguiente objetivo y en diciembre instó a los residentes del sur a que evacuaran las ciudades, designando nuevas zonas de confinamiento, que también acabó bombardeando.
En abril, el Ejército anunció la retirada de todas de sus tropas de Jan Yunis tras cuatro meses que dejaron un paisaje apocalíptico y aseguró haber cumplido sus objetivos militares en este punto.
Finalmente, exigió la evacuación hacia Rafah, donde se hacinaron 1,9 millones de personas, pero las bombas y los tanques siguieron golpeando y hace dos meses la convirtió en otra ratonera donde lleva a cabo su última ofensiva. De nuevo, más de un millón de personas volvieron a las ruinas de Jan Yunis y de ciudad de Gaza. Rafah casi se vació.
Pero el Ejército israelí reanudó la ofensiva en las zonas devastadas en los meses previos, donde la población vive entre los esqueletos de lo que una vez fueron viviendas. No hay lugar seguro. Ni refugios ni escuelas ni hospitales. Aunque siguen llegando víctimas, los pacientes y el personal del Hospital Europeo en Jan Yunis decidieron abandonarlo. Las órdenes de evacuación no afectan a la zona donde se ubica, pero los palestinos saben que las tropas israelíes no cumplen con las «zonas seguras» y convierten los hospitales en campos de batalla.
A la vez que expulsaba a la población, el Ejército retomó la noche del martes los bombardeos en Jan Yunis y mató a ocho personas en las primeras horas, después de que el domingo la Yihad Islámica lanzara desde esta ciudad al menos veinte cohetes contra las localidades israelíes, que no dejaron víctimas.
«Que nos maten ya»
Se calcula que en las áreas evacuadas vivían un tercio de los desplazados de Rafah, y muchos se niegan a abandonar la zona. «¿A dónde vamos? Gaza está ya destruida y en los lugares donde nos guían no hay espacio», se desespera Samir Abu Donya. «Tenemos niños y bebés, y no tenemos nada para vivir. Estamos hartos. La mejor opción es que nos aniquilen ya. La muerte es más honorable para nosotros», añade.
Salah Ali Mohamed, otro gazatí desplazado, encontró la mayor parte de su casa destrozada tras regresar a Jan Yunis desde Rafah. «Decidí volver, porque los campamentos no tienen servicios para vivir. No sé a dónde vamos, yo solo voy al mismo sitio donde se dirigen todos», explica.
Al-Mawasi, en la costa al oeste de Jan Yunis, se ha convertido en el nuevo vertedero humano sin esperanza. El Ejército israelí les fuerza a desplazarse a esta zona arenosa de la costa muy superpoblada e insalubre, donde las aguas residuales y las montañas de basura han provocado un aumento vertiginoso de las enfermedades.
«No hay espacio para montar una tienda de campaña, no hay agua ni infraestructura ni servicios sanitarios. Muchos pasan la noche en vehículos. Van sin saber exactamente dónde terminarán porque esta orden de evacuación era urgente; saben que si no salen en 24 horas, lo peor está por llegar», relatan responsables de la Unrwa.
«Ya hemos sufrido mucho, vivimos en tiendas de campaña durante mucho tiempo en Al-Mawasi», relata Abdullah Muhareb, de 25 años. Cuando se retiró el Ejército, regresó junto con su familia a Jan Yunis: «Los bombardeos causaron muchos daños, pero arreglamos la casa y logramos descansar». Tras las nuevas órdenes de evacuación no sabían qué hacer y volvieron «adonde estábamos en Al-Mawasi, pero no pudimos encontrar el lugar porque hay mucha gente desplazada. Dormimos en la calle sin refugio, sin comida, sin agua. Había bombardeos a nuestro alrededor», prosigue Muhareb, que ya no tiene energías para «esta guerra bárbara que no permite descansar».
Las tropas sionistas también mantienen la operación contra el barrio de Shujaia, en el este de la ciudad de Gaza, de donde han huido cerca de 84.000 personas. «La población nos habla de la hambruna y de que la gente está comiendo hojas o que solo tiene harina para sobrevivir», señaló una portavoz de la Unrwa, Louise Wateridge, que describió una situación «apocalíptica» en la huida, especialmente para embarazadas y niños no acompañados.
Muertos
A los 25 gazatíes muertos en las 24 últimas horas se sumaron otras 17 personas a las que la artillería israelí mató en un ataque contra civiles que esperaban agua en un mercado en los alrededores de una mezquita en la ciudad de Gaza.
Desmentido
El Ejército israelí desmintió que abogue por un alto el fuego para liberar a los rehenes y dar descanso a las tropas en previsión de una guerra total con Hizbulah, como publicó “The New York Times”.