Aritz Intxusta
Redactor de actualidad
Entrevue
Jesús García Gazólaz
Arqueólogo Gobierno de Nafarroa

«Roma llevaba más de 150 años aquí cuando se realizó la inscripción en la mina de Lantz»

La inscripción paleohispánica realizada sobre arcilla en una pared de una mina de Lantz consolida la hipótesis que despertó la Mano de Irulegi de que los vascones sabían escribir en su lengua y que continuaron haciéndolo tras la dominación romana.

Jesús García Gazólaz.
Jesús García Gazólaz. (Jagoba MANTEROLA | FOKU)

¿Qué hacía usted tan adentro de la mina Lantz?

La causa se llama Rubén Beunza, un concejal del pueblo muy comprometido. Nos avisó a Príncipe de Viana de que había detectoristas en los alrededores de las minas. Esas minas las conocíamos en Patrimonio, porque se documentaron a finales de los años 60, pero solo se había llevado a cabo una minicampaña en la década de los 80. Apenas se había trabajado nada. Fui un día, quedé con Rubén, dimos una vuelta y comimos por allá.

¿Qué se encontró?

Me llevé una gran sorpresa. Vi mucha minería a cielo abierto, grandes trincheras en el monte fruto de la extracción de filones de mineral. Nos asomamos a las entradas de las galerías subterráneas, aunque aquel día no nos llegamos a meter. Recuerdo volver y comentar con el compañero todo aquello. Entonces nos planteamos que, tras 40 años sin hacerles caso, debíamos estudiar el complejo. Montar un pequeño equipo y, al menos, prospectar y valorar el potencial. Eso lo desencadenó todo.

¿Quién horadó esas minas y qué es lo que buscaba?

El complejo se encuentra en el barranco de Aierdi. Geológicamente, hablamos de un macizo muy antiguo, del Paleozoico, que es muy susceptible de contener minerales y que, de hecho, los tiene. Hay mineralizaciones ricas en hierro y cobre. Aparentemente, en época romana, que es cuando se intensifica el complejo, lo que buscaban era cobre.

¿Cómo la describiría?

No es una mina, sino un complejo. No hablamos de una sola mina, sino de un montón de explotaciones a cielo abierto, que en un momento determinado penetran en la montaña con galerías subterráneas, esas que nosotros hoy asociamos a una mina.

«No hablamos de una sola mina, sino de un montón de explotaciones a cielo abierto, que en un momento penetran con galerías subterráneas»

Su equipo se adentró por galerías horadadas a mano hace dos mil años. ¿Cómo de profundas son?

Llevamos cuatro kilómetros topografiados y registrados arqueológicamente en tres minas diferentes. Son galerías hechas a mano por los mineros, pero aquí se da la particularidad de que la roca está karstificada. La montaña tiene agujeros dentro como un gruyère.

Esto provoca que los mineros vayan cavando y se topen de vez en cuando con cuevas naturales. En ocasiones, esas cuevas naturales conectan de nuevo con el exterior. Estas aberturas fueron aprovechadas como bocaminas. Probablemente, esas cuevas que existían en época romana les permitió comprender la geología, la disposición del mineral y cómo tenían que atacar la roca. La cueva donde encontramos la inscripción alterna tramos de galería artificial y tramos naturales.

Le confieso que no sé si me atrevería a entrar.

Nos ha supuesto una labor de reciclaje importante. Hay que emplear técnicas de espeleología. Recorremos pozos de 20 o 25 metros de profundidad que, en ocasiones, se vuelven muy estrechos. Por suerte, en el equipo contamos con Arturo Hermoso de Mendoza, un espeleólogo del grupo Satorrak, que se ocupa de nuestra seguridad dentro.

Y mientras exploraban ¡zas! En uno de esos recovecos, encontraron una inscripción. ¿Ocurrió así?

Nos apareció en un recoveco, como dice. De forma que, además, los signos solo se ven al salir, porque están nada más pasar por un paso estrecho en un lateral. Durante el reconocimiento íbamos repasando las paredes de arriba a abajo para ver las señales de minería, las marcas de herramientas.

Por desgracia, en las minas material arqueológico queda muy poco. Únicamente podemos encontrar lo que se pierde o se rompe y no es reparable. No son yacimientos muy agradecidos. No están llenas ni de cerámica ni nada por el estilo. Mirábamos marcas de herramientas cuando, de repente, ahí estaban: surcos en el barrio con tres signos propios del signario ibérico.

¿Qué símbolos son esos?

Los podemos catalogar como inscripción paeohispánica, prelatina... O, más bien, una inscripción muy particular. Probablemente, sea más reciente que la mano de Irulegi. Quien la hizo, seguramente, ya convivió con gente que hablaba el latín.

En verde, las letras y en amarillo, las marcas de punterola. (Gobierno de Nafarroa)


 

Ustedes han trasladado que, probablemente, sea 50 ó 60 años posterior a la Mano de Irulegi. La precisión es asombrosa. ¿Cómo han la han datado?

Tenemos la fortuna de que la Mano se encuentra dentro de un yacimiento que se puede datar con mucha precisión.

El poblado de Irulegi se quemó durante las guerras sertorianas, que sabemos que fueron entre el 72 y el 82 antes de Cristo. Recuerdo que así se fechó la Mano. ¿Pero cómo han datado ustedes unas marcas en una pared?

No fue tan sencillo, porque la inscripción no se puede datar directamente. No se puede coger un trocito del barro y llevarlo al laboratorio. Podemos datar el contexto arqueológico que rodea la inscripción: la explotación minera. Esta explotación se puede fechar muy bien, porque la forma que tenían para debilitar la roca era mediante el fuego. Estaban permanentemente haciendo fuego dentro para descascarillarla, momento que aprovechan para romper la roca con barras. Todo el carbón de esos fuegos se quedó dentro. Es lo que pisamos al entrar. Y los restos de ese combustible los podemos datar perfectamente.

Además, sobre la inscripción hay marcas de una punterola, una especie de piqueta. Esas marcas de punterola aparecen por toda la mina, pues esa herramienta se usa para quitar arcilla y buscar vetas minerales. Esto nos dice que la inscripción es coetánea de la explotación minera, que coincide con el cambio de era.

«Si la pregunta es «¿pueden representar la misma lengua?», diría que no tengo ni idea, pero que es muy probable que sí»

La inscripción es muy cercana en el tiempo y en el espacio a la Mano de Irulegi. Parece más natural pensar que tienen cierto parentesco que presumir lo contrario.

El contexto lingüístico es similar. Si su pregunta es «¿pueden representar la misma lengua?», diría que no tengo ni idea, pero que es muy probable que sí.

¿Cómo era el trabajo en esa mina? ¿Qué herramientas empleaban?

Por lo que conocemos de minas en el Imperio Romano, sabemos que manejaban distintos picos, toda la variedad de mazas que se pueda imaginar y barras parecidas a nuestras barras de uña. Muchas de estas herramientas eran de hierro. Sacaban el material en cestos y capazos. Un proceso muy manual. Usaban eso y el fuego. Toneladas y toneladas de madera. Las minas acababan convirtiendo el monte en un erial.


No parece un trabajo demasiado cómodo. La Mano de Irulegi se encontró en un contexto de casa singular, propia de la élite. De ahí que se relacionara la capacidad de escritura a las clases altas. Su hallazgo lo contradice.

No tiene pinta, para nada, de que quien escribiera en esa pared con una herramienta roma propia de un minero perteneciera a ninguna élite. Esto nos habla del grado de alfabetización. Apunta a que escribía en su lengua vernácula hasta un minero ahí perdido. Se creía que los vascones no escribían, pero cada vez tenemos más indicios de que sí. Lo hacían en el único signario que, desde el siglo VII, se usaba en la Península: el ibérico.

De pensar que los vascones no escribían, hemos pasado a creer que sí que lo hacían y que incluso siguieron haciéndolo tiempo después de la dominación romana.

Parece que eso se desmonta. El Imperio Romano hacía dos siglos que había entrado en la Península. Cuando se hizo la inscripción en la mina, los romanos ya llevaban 150 años instalados aquí.

Pues hasta hace poco, eso no figuraba así en los libros de historia.

No, no aparecía así. La historia nunca cambia, pero los libros que se escriben sobre ella sí. Se van ampliando, progresan.

¿Ikae, Ighae...?
Los expertos creen que se puede leer de las dos maneras. No se puede distinguir si han representado nuestro sonido «K» o «G».

«Esto lleva dos mil años sin tocarse. Ahora toca entender ese queso gruyère de galerías, las pautas de extracción, etc.»

¿Qué futuro tiene ahora el complejo minero desde la perspectiva arqueológica?

Seguiremos. No sé si vamos a encontrar alguna otra inscripción y no tiene por qué ser lo fundamental. Lo más importante es el complejo minero, que es impresionante y está excepcionalmente conservado. En Gipuzkoa, por ejemplo, tienen una gran tradición de estudios arqueológicos de minas. En Arditurri hay una mina de plata muy importante musealizada. Esa mina tiene el problema de que se explotó hasta 1985. La minería moderna reventó la antigua, les quedan retazos. Lo que tenemos aquí lleva dos mil años sin tocarse. Está tal cual lo abandonaron. Ahora entender ese queso gruyère de galerías, las pautas de extracción, etc. nos va a suponer un trabajo de años.

¿Es bonito el complejo? ¿Puede ser visitable a futuro?

No se imagine una cueva natural, pero sí, sí que lo son. Ahora bien, aunque en el pueblo están entusiasmados, tampoco buscan más turistas que los que ya tienen con el carnaval. De momento, lo que toca es una fase grande de estudio. Si después se hace una puesta en valor, ya se verá. En mi opinión, merecería la pena.