100 años de la impuesta anexión de Begoña y Deustu por parte de Bilbo
Tras varios años de litigios, el 29 de octubre de 1924 se firmaba un Real Decreto por el cual las históricas anteiglesias de Begoña y Deustu eran anexionadas a Bilbo con el fin de que la villa extendiese sus dominios para seguir desarrollándose como pujante ciudad industrial.
Este martes se cumplen 100 años desde que las anteiglesias de Begoña y Deustu perdieron su independencia para siempre. Mediante un Real Decreto firmado el 29 de octubre de 1924, las también llamadas repúblicas fueron anexionadas contra su voluntad a un Bilbo en plena expansión, necesitada de más terrenos para alimentar su vertiginoso proceso de industrialización.
El origen de estas dos localidades se pierde en los albores de la historia, y las evidencias documentales y arqueológicas son escasas. Sin embargo, lo que sí está claro es que ambas fueron pobladas antes de la fundación de Bilbo en 1300.
El caso de Begoña resulta especialmente llamativo, ya que fue en sus terrenos donde el entonces señor de Bizkaia, Don Diego López de Haro V, fundó la villa de Bilbo mediante una Carta Puebla. A pesar de esto, el pasado más remoto de Begoña sigue siendo un enigma, ya que no se tiene certeza sobre cuándo comenzó su ocupación. De hecho, es esta incógnita la que intenta resolver el proyecto ‘Begoña-Vecunia’, liderado por la Diputación de Bizkaia, a través de excavaciones en la Basílica homónima. Un hallazgo clave ha sido un epígrafe romano con la inscripción «Vecunienses hoc munierunt» («Los vecunienses construyeron esto»), lo que ha llevado a algunos expertos a pensar que, bajo el actual templo cristiano, podría haber restos de un poblado romano o incluso de un castro de la Edad del Hierro.
La Basílica de Begoña ha sido el centro neurálgico de la zona durante siglos. Aunque la construcción actual data de principios del siglo XVI, se sabe que fue levantada sobre un templo anterior. Además, la imagen de la Virgen que allí se venera es una talla románico-gótica que data de los siglos XIII y XIV.
Los orígenes de Deustu también están envueltos en incertidumbre, ya que durante la Guerra Civil del 36 se perdió gran parte de la documentación histórica de la localidad. Se sabe que la actual iglesia de San Pedro comenzó a construirse en el siglo XIV, pero un hallazgo arqueológico en las cercanías de la Plaza de San Pedro nos lleva aún más atrás en el tiempo, hasta el siglo X. Se trata de una cubierta sepulcral que hoy se conserva en el Euskal Museoa. Este descubrimiento sugiere que, ya en aquella época, podría haber existido un pequeño cementerio vinculado a una iglesia primitiva en la zona.
Anteiglesias con asiento en las Juntas Generales
Sea como fuera, lo cierto es que tanto Begoña como Deustu establecieron su propia jurisdicción en forma de anteiglesia desde la Baja Edad Media. Ambas localidades llegaron a tener representación en las Juntas Generales de Gernika, perteneciendo a la Merindad de Uribe. Las decisiones se tomaban en asambleas frente a la iglesia, donde se elegían diversas figuras, como procuradores, fieles o el mayordomo. Durante la Edad Media, la convivencia en las anteiglesias se regía por usos y costumbres. Sin embargo, a partir de 1600, se tiene constancia de ordenanzas escritas que debían ser aprobadas por la Corona.
Sus habitantes llevaban una vida rural, predominando los labradores y cosecheros de txakoli. En el caso de Deustu, la localidad se dividía en dos zonas notablemente diferenciadas: por un lado, la zona rural, situada más cerca de la cordillera de Artxanda, y por otro, la ribera de la Ría, que desde al menos el siglo XVI contaba con importantes astilleros y una intensa vida marítima.
Durante los siglos XVIII y XIX, tanto Begoña como Deustu fueron el destino de las pudientes familias vizcainas, que construyeron palacetes para escapar del bullicio de Bilbo. Ejemplos son el Palacio de los Zubiria, Villa María Luisa y el Palacio Bidarte, en Deustu. Pese a ello, no perdieron su naturaleza rural.
Sin embargo, a finales del siglo XIX, la industrialización comenzó a transformar radicalmente el paisaje de ambas anteiglesias. En Deustu, la zona ribereña se industrializó por completo, mientras que en Begoña, en 1878, se asentó la fábrica Aceros Etxebarría, que aún da nombre al parque donde se conserva una de sus chimeneas. Tras ello, ambas zonas fueron poco a poco siendo pobladas por trabajadores migrantes.
La ambición de Bilbo a costa de las anteiglesias
Las disputas entre Bilbo y las anteiglesias de su alrededor eran habituales, con innumerables pleitos que, en su mayoría, acababan favoreciendo a Bilbo, gracias a su condición de villa y a los derechos que le otorgaba la Carta Puebla.
La primera gran víctima de Bilbo fue Abando. La falta de espacio para la expansión de la creciente capital vizcaína propició su afán expansionista. Así, en 1870 se tragó parte de Abando para construir su primer Ensanche. Veinte años después, en 1890, Bilbo terminó por anexionarse la anteiglesia entera.
Sin embargo, en pleno auge industrial, la villa buscaba más, y miró para todos sus ángulos. En esa ofensiva territorial, para finales del siglo XIX, Bilbo ya había arrancado a Begoña parte de sus terrenos, en concreto las actuales zonas de Campo Volantín, Iturribide y Atxuri.
En 1911, el entonces alcalde bilbaíno, Federico Moyua, solicitó a las Cortes españolas una ley para anexionar Begoña y Deustu. Esta petición se amplió posteriormente para incluir a Barakaldo y al barrio erandiotarra de Lutxana. En los años siguientes, los alcaldes Mariano Arana y Rufino Laiseka insistieron en estas anexiones, pidiendo el amparo de la Diputación de Bizkaia y otras instituciones. Sin embargo, la burocracia dificultó el proceso.
Ambas anteiglesias se opusieron durante años a ser anexionadas, intentando defender su independencia en diferentes instancias. Alegaban que ambas entidades tenían una vida autónoma y autosuficiente. Rechazaban por completo el argumento esgrimido por Bilbo, de que las anteiglesias daban servicios deficientes a sus habitantes. Asimismo, denunciaron, entre otras cuestiones, que Bilbo solo quería sus territorios para convertirlos en barrios obreros y dejar así el Ensanche para las familias más pudientes. De hecho, la anexión anterior de Zorrotza y Olabeaga les daba la razón.
Los comisionados de Deustu llegaron a viajar varias veces a Madrid para evitar la anexión, pero los esfuerzos fueron en vano. El Ayuntamiento de Bilbo lo había trabajado bien y contaba a su favor con los informes de la comisión encargada de estudiar la anexión, incluida la Diputación, la Guardia Civil española y la inspección provincial de Sanidad y de Trabajo.
Así, en 1924, durante el primer año de la dictadura de Primo de Rivera, la capital vizcaina logró finalmente su objetivo. Fue el 29 de octubre cuando, sin previa consulta a la ciudadanía, se firmó el Real Decreto que convertía a las históricas anteiglesias de Deustu y Begoña en barrios de Bilbo. Este cambio dejó una huella profunda en la identidad de sus habitantes, que todavía hoy conmemoran su pasado con cierta nostalgia.
Por aquel entonces, Begoña contaba con unos 11.400 habitantes y Deustu con otros 8.800. Bilbo superaba ya los 100.000.
La anexión se hizo efectiva a partir del 1 de enero de 1925, y ese mismo día se celebró un solemne acto para hacer el traspaso de poderes. Una comitiva bilbaina –compuesta por la corporación municipal, maceros, clarineros y atabaleros– se dirigió en 17 automóviles a las antiguas casa consistoriales de ambas anteiglesias para tomar posesión de dichos términos territoriales.
Los actos de las anexiones finalizaron en Atxuri con la lectura de la Carta Puebla ante la escultura de Don Diego López de Haro, flanqueada por los pendones y makilas de Begoña y Deustu, elementos que se conservan actualmente en el Ayuntamiento de Bilbao, donde están expuestos al público.