Kamala Harris, la semilla del cambio
La reedición ampliada –consecuencia de los nuevos acontecimientos– del libro de la periodista María Ramírez, “Kamala Harris, la primera” (Debate, 2024), se sumerge en la biografía de la candidata a la Casa Blanca para rastrear el origen de la condición de pionera que siempre le ha acompañado.
La famosa fotografía de George Tames, ‘The Loneliest Job’, donde recoge de espaldas la figura de John F. Kennedy, apoyado sobre su escritorio, más allá de su imponente estética, es capaz de trasladar ese casi metafísico momento donde se dan cita el personaje público, probablemente poseedor del cargo con más responsabilidad política en el planeta, y el relato íntimo.
Una aspiración que también late en “Kamala Harris, la primera”, obra escrita por la madrileña María Ramírez, entre otros desempeños subdirectora de elDiario.es y colaboradora en “The Guardian”, que se sirve de su especialización en política internacional para alumbrar ese lado humano que en parte explica el perfil profesional de quien está llamada a ser la gran rival de Donald Trump.
Concebido originalmente en 2020, el libro ha sido conveniente ampliado con el ánimo de reflejar el momento actual que ha colocado a la que fuera vicepresidenta de Joe Biden, tras la renuncia de éste, como la más firme oposición al ignominioso intento de volver a «hacer América grande otra vez».
Escasas cien páginas que no son, algo evidente por su restringida extensión, un repaso minucioso de los logros curriculares de su protagonista, ni incluso un debate abierto sobre sus propuestas electorales, aunque todo ello quede esbozado, sino por encima de todo la pretensión de perfilar un relato biográfico de alargada sombra.
La huella materna
Como toda historia que se precie, la de Kamala Harris también comienza en la infancia, concretamente en el seno de una familia donde ambos progenitores representan el papel de inmigrantes (él jamaicano, ella india) que encuentran en los Estados Unidos un lugar donde poder aspirar a mayores logros vitales y profesionales.
Es el poco amistoso divorcio lo que convierte a su madre en un especial referente, siendo su compañía desde niña, junto a la de su hermana, por un Berkeley que palpita entre reivindicaciones feministas y recitales de voces universales como la de Nina Simone.
Frente a todo ello Harris es presentada como una esperanza, quizás no tanto entorno a su propio nombre como a la posibilidad de cambiar la fotografía de la historia
Herencia cultural y activista que también legó el significado de esa ardua labor consistente en cuestionar dogmas y costumbres, no sólo anidados en aquellas mentes retrógradas sino a veces proveniente de un colectivo racial que medía la integridad por el rango de oscuridad de la piel.
Demasiados y muy obtusos frentes abiertos que para muchas personas resultan todavía una valla infranqueable. Escenario donde la figura de Kamala Harris, según la escritora, adquiere todo su potencial, ejerciendo de referente y ejemplo a la hora de convertir las “barras y estrellas” en un hogar para quienes se han sentido hasta ahora huérfanas de amparo estatal.
Reformista, no revolucionaria
De ahí que más que un laudatorio repaso por sus bondades profesionales, este trabajo ahonda en su condición como pionera a la hora de conquistar ciertos despachos y poderes hasta ese momento utópicos para cualquier mujer afroamericana, y más todavía de ascendencia india.
Su paulatino acercamiento hasta disputar el gobierno de la nación, con escalas en el Senado, la vicepresidencia o una exitosa carrera en la judicatura coronada con el nombramiento de Fiscal General de California es expuesta sin ánimo exclusivamente adulador.
Un diagnóstico que por lo tanto no excluye ciertas contradicciones que revela, frente a la caricaturización de la ultraderecha bajo la bandera comunista, su talante reformista y en absoluto revolucionario, como queda claro en desencuentros con el movimiento Black Lives Matter o el -imposible- equilibrio entre la defensa de la labor policial y la represión violenta sufrida por sus congéneres raciales.
De ahí que más que un laudatorio repaso por sus bondades profesionales, este trabajo ahonda en su condición como pionera a la hora de conquistar ciertos despachos y poderes hasta ese momento utópicos
Tachas en su hoja de servicios que sin embargo no opacan su tarea en defensa de los abusos contra menores, ciertos compromisos en contra del fraude bancario o un denodado esfuerzo por conseguir una ley abortiva digna.
Frente al claro posicionamiento de la autora, cargando duramente contra una campaña que encuentra el caldo más grueso en «chistes» que van desde ridiculizar su risa o la pronunciación de su nombre a degradantes insultos sexuales, su verbo no se hunde en el falso optimismo, asumiendo que incluso el gobierno más poderoso del mundo, como quedó refrendado por el errático paso de otros líderes demócratas, tiene dueños listos para maniatar a quien ose, de ser el caso, a intentar alterar los mecanismos más internos del sistema.
Frente a todo ello Kamala Harris es presentada como una esperanza, quizás no tanto entorno a su propio nombre como a la posibilidad de cambiar la fotografía de la historia, ejerciendo como el primer brote de una primavera que derrita un invierno que dura ya demasiado tiempo.