En busca del alma de las palabras
¿Por qué en euskera llamamos «ate» a las puertas? ¿Por qué los nombres de muchos seres vivos comienzan por «ar»? Son preguntas para las que los lingüistas no tienen respuesta pero a las que el historiador donostiarra Gorka Garmendia ha encontrado explicación analizando «el alma de las palabras».
Gorka Garmendia Aizpurua es una persona que siente especial atracción por las lenguas preindoeuropeas, al considerar que representan el sustrato que subyace en los idiomas actuales europeos. El euskera, la única de aquellas lenguas que se ha conservado hasta la actualidad, esconde tras sus sonidos un mundo que ya no existe, que ya no entendemos, y que este historiador trata incansablemente de descifrar, asignando a cada fonema un significado concreto.
El método que utiliza no sigue las pautas del mundo académico oficial. Pero hace diez años, reconocidos lingüistas de todo el mundo se mostraron sorprendidos ante su intervención en el congreso Atlantiar, organizado por Jaurezarrea, el fondo para el estudio y difusión de la cultura vasca que dirige Xabi Otero.
Entre la quincena de participantes en el encuentro, se encontraban eminencias internacionales de la talla de los lingüistas Peter Backer o John Koch, profesor de la Universidad de Gales y experto en lenguas indoeuropeas, o el genetista británico Stephen Oppenheimer. Entre conferencia y conferencia, se realizó un ejercicio práctico en el que cuatro de los académicos se animaron a facilitar a Garmendia un topónimo de su país, para que este describiera dicho lugar sin haber estado allí nunca. Uno a uno, los fue descifrando todos, lo que provocó la admiración de los académicos.
Más que ciencia, se podría hablar de brujería, y algo de cierto hay en ello. Porque lo que sabe Gorka no lo ha aprendido en los libros. Lo aprendió de su abuela, originaria del pueblo navarro de Huitzi, quien le contaba las historias de las sorgiñak del valle de Araitz, aquellas mujeres depositarias de una sabiduría milenaria, de una lengua que se transmitía de forma oral y cuyo origen solo ellas conocían.
Fascinado por aquellas historias, Gorka Garmendia comenzó a fijarse en los nombres de los pueblos, casas, caminos, bosques, prados o dólmenes del valle de Araitz, y descubrió que todos los topónimos tenían una explicación, es decir, describían a la perfección el lugar que nombraban. ¿Y cómo lo hizo? Asignando a cada fonema un significado concreto, es decir, fijándose en las vibraciones que transmite cada fonema. «Porque cuando no existía la escritura, era el propio sonido, la vibración, lo que tenía un valor trascendental», explica.
Una de las primeras cosas que le enseñó su abuela es que todos los seres vivos tenían alma (ar): los animales (ardi, hartz, arrain, arrano...), las plantas (arbol) o las piedras (harkaitz, harri...). «La A sería el alma y la R el cuerpo»
En opinión de Gorka Garmendia, aquellas mujeres conocían el significado de cada palabra y sabían lo que decían y por qué lo decían, algo que hoy día hemos perdido.
Este método, según detalla, no solo sirve para conocer el siginficado de las palabras en euskera, también para establecer relación con otras lenguas preindoeuropeas, como la ibérica, la etrusca, la tartésica o la egipcia. «Esto es el alma de las palabras, es algo que se repite en todas las culturas antiguas, porque utilizaban la vibración de las consonantes, cuyo sentido completaban con las vocales. Así comprendían el qué y el cómo de las cosas». Y es muy probable que aquella lengua anterior a las indoeuropeas, se llamara o no euskera, haya dejado un sustrato en las lenguas actuales.
UNA SOCIEDAD ANIMISTA
Una de las primeras cosas que le enseñó su abuela es que aquella era una sociedad animista y que todos los seres vivos tenían alma (ar): los animales (ardi, hartz, arrain, arrano...), las plantas (arbol) o las piedras (harkaitz, harri...). «La A sería el alma y la R el cuerpo. En el caso del árbol -añade-, AR es una fuerza vital atrapada por un cuerpo, que crece sobre la B que es la linea del suelo, la O es la altura y la L al final significa que no se puede mover».
Por tanto, la palabra árbol no sería castellana, como podrían pensar muchos, sino que este idioma «lo cogió prestado de la lengua preindoeuropea, por eso es vibracional, por eso coinciden tantas cosas», afirma. Lo mismo sucede con todos los recipientes huecos que contienen la letra K: kutxa, kupela, katilu, kaiku o aska, una característica que se repite también en las palabras castellanas cuenco, cazo, cuchara...
«La L significa un cuerpo estático. Si está por delante de una vocal (lo), indica que puedes despertar. Pero si está por detrás de la vocal (hil), ya estás quieto para siempre, estás muerto»
Le pedimos que nos ponga otro ejemplo de lo que nos quiere explicar y nos muestra el por qué del significado de palabras como «lo» (dormido) o «hil» (muerto). Gorka Garmendia explica que la L significa un cuerpo quieto. «Si está por delante de una vocal (lo), indica que puedes despertar. Pero si está por detrás de la vocal (hil), ya estás quieto para siempre, estás muerto», asegura. Es algo que este historiador ha observado en otras lenguas antiguas, como la egipcia.
Por el contrario, la sílaba «li» representa la resurrección. De ahí el significado del pueblo navarro de Alli que, a juicio de Garmendia, describe un lugar donde «hay almas paradas para resucitar». Precisamente, en ese lugar se encuentran los dólmenes de Akelar, Akitarro y otros cuyos nombres empiezan por «ak», siendo la K la cavidad que atrapa a un ser vivo (A). Recordemos que si la consonante está detrás de la vocal, «no hay escapatoria».
Volviendo al ejemplo del ser vivo o «ar», Gorka Garmendia explica el significado de palabras como zar, batzar o aritz. «Si a ese ser vivo que es ar le ponemos por delante la Z de fuerza, nos encontramos ante la persona que toma las decisiones y a la que hay que venerar: zar. Y no olvidemos que esos mayores se juntaban en torno a los batzar o reuniones, donde tomaban las decisiones por unanimidad (bat-zar) y juraban y daban su palabra (hitza) ante el ar-itza o roble de sus antepasados».
Otros sorprendentes ejemplo que menciona Garmendia son los de «ate» o puerta, en el que la A muestra el exterior (ataria), la E el interior (etxea) «y la T el paso que permite a un ser cambiar de dimensión»; o la S y la L, donde «la S es el agua que fluye si está delante de la vocal (Tolosa, Beasain, Lasarte...), pero que permanece estancada si está detrás, como aska, aunque podemos liberarla (askatu) si le abrimos una puerta de salida o conducto (tu).
LIBRO Y VISITAS GUIADAS
Todo este conocimiento está recogido en el libro «BA, el equilibrio entre dos mundos», publicado en el año 2019 junto con el fotógrafo Joseba Urretabizkaia. Aquella edición limitada se agotó, motivo por el que dos años más tarde publicó una nueva edición, más reducida, con la editorial Zorrotz.
Con el fin de divulgar la toponimia de la sierra de Aralar y su relación con este mundo ancestral, la asociación cultural Hemengoak va a poner en marcha el próximo año una serie de visitas guiadas a los emplazamientos históricos y espirituales que se conservan en esta zona. Las visitas finalizarán en Altzo, donde reside Gorka Garmendia y donde se proyectará un documental con diferentes opiniones sobre este tema.
Asimismo, Hemengoak ofrece la posibilidad de organizar conferencias y exposiciones en aquellas localidades interesadas en conocer sus raíces.