Ingredientes parecidos que pueden dar con un resultado diferente en Irlanda
En gran medida, el resultado de las elecciones en Irlanda replica el que hubo en 2020. Aun en decadencia, el «establishment» de Fianna Fáil y Fine Gael sigue pudiendo mandar. La tercera pata del sistema político irlandés, el Sinn Féin, debe articular una alternativa genuina y creíble.
Se acercan las navidades y todas las revistas irlandesas recogen la receta ideal para el caldo que acompaña al pavo o al jamón. Es un caldo intenso, oleoso y muy sabroso. Esas recetas comparten páginas con la resaca de las elecciones. El plato político irlandés es más amargo, picante y muy interesante.
Para empezar, los comicios han demostrado que, si los gobiernos son una olla a presión, la oposición es una cazuela tradicional a fuego lento. El Gobierno saliente -y quizás entrante- domina los tiempos: convocó las elecciones calculando que pillaba al Sinn Féin en sus horas más bajas. Además, ha exprimido sus recursos, gastando y prometiendo de todo hasta el comienzo de la campaña. Fianna Fáil y Fine Gael han rentabilizado esa ventaja para inhibir la demanda de cambio liderada por Sinn Féin. Y para esconder algunas de sus debilidades.
Pese a haber perdido casi a un 30% de sus votantes en menos de dos décadas, la coalición del «establishment» podrá repetir mandato, seguramente con el apoyo de unos pocos independientes afines que pondrán su precio.
No obstante, la descompensación en escaños entre Fianna Fáil, con 48, y Fine Gael, con 38, hace las negociaciones más complejas.
Incluso si se entiende que los resultados repiten los de 2020, el desgaste del sistema es evidente y el contexto muy diferente. Ingredientes similares pueden dar lugar a un resultado diferente.
EXPECTATIVAS
El resultado más catastrófico ha sido el de los verdes, que tras apoyar al Gobierno derechista se quedan con un único representante.
Otros de los perdedores son los conservadores de Fine Gael, que partían como favoritos en todas las encuestas pero han hecho una campaña desastrosa, quedando segundos en votos y terceros en escaños. Simon Harris es un candidato terrible y ahora deberá gestionar ser socio minoritario. En gran medida, su suerte depende de la magnanimidad y la astucia de Micheál Martin.
Sin embargo, muchos han puesto el foco en el resultado del Sinn Féin. Algo lógico, porque era la única propuesta real de cambio.
Las expectativas generadas la noche electoral por la encuesta a pie de urna, que ponía al partido republicano como primera fuerza, han distorsionado algunas lecturas.
Es cierto que es el partido que más voto pierde, un 5% respecto a 2020, y que hace un año las encuestas le daban ganador. Pero, a su vez, entre junio y diciembre Sinn Féin ha remontado ocho puntos en unas elecciones reales, no en encuestas. Han logrado el 19% y 39 escaños. Mucho, y a la vez insuficiente.
ATMÓSFERA
Los términos más repetidos para calificar el estado de ánimo de la ciudadanía irlandesa son cansancio, enfado, ansiedad e incertidumbre. En las elecciones locales de junio eso se tradujo en una gran toxicidad, una agenda marcada por la derecha y con la migración como tema estrella.
Todo eso, más errores propios al aparecer dubitativo en varios temas y por alguna declaración desconcertante, penalizó al Sinn Féin. En esta ocasión, la campaña ha sido más normal.
Pese a la buena marcha de la economía en términos macro -y en términos particulares para una minoría pudiente-, los problemas económicos y sociales son acuciantes. En especial vivienda, sanidad, inflación y éxodo juvenil. Nadie los niega, ni sus creadores.
AGENDA
La vivienda ha sido el tema estrella en esta campaña, y eso ha podido favorecer al Sinn Féin, que es el partido mejor valorado en este tema.
No obstante, con un solo tema no se puede marcar la agenda, y los republicanos deberán desarrollar otros. Lo han comenzado a hacer con acierto en relación a la sanidad.
El cambio climático está huérfano sin los verdes, pero es conflictivo para el ámbito rural. Esa es, precisamente, otra de las brechas: las dos visiones de la política, desde Dublín y desde el campo.
MIEDOS
En Irlanda se puede hacer campaña legalmente hasta que cierran los colegios. En esa última visita a su distrito, Eoin Ó Broin se topó con tres mujeres en la puerta de sus casas que lo interpelaron. No eran votantes del Sinn Féin y una de ellas quiso expresarlo en alto: «No voy a votarte. Prefiero que las cosas vayan tranquilas» (easy, en inglés).
Esa llamada a la tranquilidad, a no tener problemas, explica en parte el límite con el que se ha topado el republicanismo. El problema es que incluso esas tres mujeres aceptaban que mucha gente vive en la isla sin ningún tipo de bienestar ni seguridad. Nada easy.
JUVENTUD Y POLÍTICA
Al final, la participación no llegó al 60%. Bastante menor de lo que indicaba el récord de inscritos, aunque el registro funciona fatal y deberá ser reformado.
Serían los jóvenes los que se han quedado en casa. El partido republicano es el favorito entre los votantes de entre 18 y 24 años. También tiene buenos resultados entre las personas de entre 35 y 49. De ahí en adelante, sin embargo, se desploma. Especialmente entre las personas retiradas, que votan masivamente a la derecha. De nuevo, el miedo opera en una parte de la población.
POR TODOS LOS LADOS
El Sinn Féin “recibe” de todos los lados, y también pierde de todos ellos. Parte de su voto se ha podido quedar en la abstención, porque las elecciones de 2020 fueron excepcionales.
Otra parte seguramente se ha ido a la derecha, en algún caso hacia la “disidencia” de Aontú y en otros hacia propuestas más trumpianas o a fenómenos locales.
No falta quien critica al Sinn Féin por no ser suficientemente de izquierdas. En esta ocasión algunos han podido encontrar en los socialdemócratas una opción más cómoda. Alternativas de izquierda independientes o People Before Profit-Solidarity tampoco han tenido buenos resultados.
LIDERAZGO
Antes de las elecciones locales, una encuesta preguntó -de forma torticera- por la valoración que hacía la población del sur de Michelle O'Neill, la líder del Sinn Féin en el norte, en comparación con su compañera Mary Lou McDonald. Resultó que los votantes de Fianna Fáil, Fine Gael y el Partido Laborista preferían de largo a la ministra principal del norte. Con ese runrún, los comicios locales y europeos pusieron en la picota a McDonald, aunque internamente su liderazgo no tiene discusión.
El resultado de esta semana supone un espaldarazo para McDonald. Lo cierto es que en las campaña se le ha visto en forma, con ese desparpajo que le caracteriza. Según medios no afines como el “Business Post”, la campaña del Sinn Féin ha sido «casi perfecta».
UNIDAD Y REFERÉNDUM
El debate sobre la unificación de la isla sigue quemando etapas, pero es difícil decir cuándo puede ser el momento idóneo para organizar el referéndum.
Fianna Fáil y Fine Gael lo han metido en su agenda, pero una vez más sus cálculos no siempre responden al interés general. Menos aún si algo puede favorecer al Sinn Féin.
SISTEMA ELECTORAL Y REALISMO
El sistema electoral es determinante y condiciona el funcionamiento de los partidos y sus ofertas políticas. Siendo esto cierto, es llamativo que dos sistemas tan distintos como el irlandés y el vasco puedan generar dinámicas y efectos similares. Quizás sea por las tradiciones nacionalistas y revolucionarias paralelas.
En Irlanda, nada indica que, a medio plazo y sin una debacle mediante, se vaya a poder gobernar sin la participación de al menos dos de los tres grandes partidos. Las combinaciones son limitadas y necesitan de un mandato más claro o de una receta distinta. Al buen caldo le cuesta hacerse.