Antonio Alvarez-Solís
Periodista

A cielo abierto

Solo las masas están en la calle con el simple catecismo de sus necesidades inscrito en sus pancartas reivindicativas, convencidas de que la luz que se desplaza hacia el rojo es una luz de laboratorio que apenas calienta la realidad

Estaban en su cueva húmeda y oscura, cabeza abajo desde su última derrota. Habitaban una noche interminable e inútil. Habían perdido a sus héroes y vivían, horros ya de pensamiento, de cuatro insectos solitarios que habían llegado hasta ellos desorientados de su clan. Murciélagos sin más norte que un rencor indefinido, una irritación pesada y constante. Sus pequeñas garras estaban vacías de poder y sin capacidad de crimen. Conspiraban en una conspiración imposible y triste dentro de su refugio insano y mal oliente. No representaban más que a una especie al parecer acabada. Y de súbito se desprendieron de su roca nocturna, olieron el aire exterior repleto de descomposición moral y política y aprovecharon la luna entre nubes para desplegar sus alas y volar otra vez sobre la calle. Empezaba una nueva época para los fascistas.

En el final del capitalismo todo vive en el miedo, la confusión y la ira. Los que aún dominan el gran y frío poder ven que la mar se levanta y reclaman una nueva izquierda que les ampare. Los que hablaban de socialismo huyen embozadamente de su propia denominación y tratan de festonear con un lenguaje esdrújulo el poder de la autocracia para salvar los muebles institucionales que les habían sido ajenos hasta ahora. Solo las masas están en la calle con el simple catecismo de sus necesidades inscrito en sus pancartas reivindicativas, convencidas de que la luz que se desplaza hacia el rojo es una luz de laboratorio que apenas calienta la realidad. En el escenario visible millones de trabajadores han ingresado en disciplinas cotidianas que duran mientras la manifestación camina.

En esa charca política en que las ranas croan ahora sin una sola mirada a la partitura, todo lo que se oye es una música sin armonía, un simple clamor de urgencia que no regresa al oído.  En ese marco que uno ya conoce de antiguo no deja de sorprenderme el inesperado rayo verbal que de vez en cuando arruina la vieja calidad musical de personajes que anidan en la arrogante torre universitaria y a los que sigo respetando por lo que albergan, pese a todo, en la sutil profundidad de su cerebro, ahora dedicado a admirar turísticamente el horizonte que divisan desde el globo en que dan la vuelta al mundo en ochenta días. Por ejemplo, mi respetado Carlos Monedero. Vean el contenido de mi dolorida queja de anciano desposeído tanto del mundo cotidiano como del globo y que emplea sus postreros días rezando su oración republicana en un pequeño pueblo leonés devorado por la voracidad del tiburón castellano.

Acaba de declarar el Sr. Monedero, durante una sensual partida de billar con señorita de la que el marqués de Santillana, caballero de gozosas cabalgadas, diría sin empacho: «Moza tan fermosa/ non vi en la frontera/ que aquella vaquera/ de la Finojosa». (Quieto y siga, don Antonio, que a la vejez no cuadran viruelas)

Pues bien; dijo el Sr. Monedero entre bola y bola: «La independencia de Cataluña es un sueño. Tras estar juntas durante cinco siglos Cataluña y España no veo que hayan de separarse ahora».

¿Puede llamarse despropósito a esta frase? ¡De ninguna manera! Es frase que suelen pronunciar los abuelos para evitar al hogar tal descalabro, que suele herir mucho a los nietos y al cura párroco del pueblo.

¿Es frase impropia de un catedrático sabio en sociología? ¡En toda manera! Creo que tal frase fue expelida por el Sr. Monedero más por la presión de las bolas en juego que destilada por su notable cerebro. Cinco siglos –que por otra parte son un minuto en la historia– pueden agravar la cuestión, sobre todo considerando que esa unión fue fruto de las armas que también destruyeron Estados como al-Ándalus, que acabó con su culta y admirable existencia una reina que al parecer sufría de pulgas en su camisa, con el consiguiente prurito, del que huía su consorte aragonés alegando que tenía que hacer otra guerra contra Francia.

¿Y solo se pronunció ese sin sentido del Sr. Monedero en torno a la actual guerra contra Catalunya? Tengamos en cuenta que no es la primera guerra entre el secarral castellano y el Amour curtois de los provenzales –estaba ahí la genuina Catalunya nord– con sus jóvenes y cultos trovadores que cortejaban junto al azul Mediterráneo, tan pronto su señor se iba de viaje, a las damas que se apresuraban a liberarse del candado que aseguraba su certeza matrimonial. ¡Ah, la culta, industriosa y delicada Catalunya! (Modérese, don Antonio)

Los unos y los otros españoles han dicho cosas increíbles.

Recontemos. Fernando Paz, candidato de Vox por Albacete: «El bombardeo de Gernika fue un mito creado por Inglaterra para defender su mercado de armas». «Hay que cuestionar la legalidad del juicio de Nuremberg». Firma del manifiesto de adhesión a Franco por representantes de Vox y de Ciudadanos.

Cinco generales en candidaturas de Vox y creo que de Ciudadanos. Yo recuerdo, viví y padecí, la militarización de España. Dicen que son generales retirados. «Oigo patria tu aflicción/ y escucho el triste concierto/ que forman, tocando a muerto/ la campana y el cañón».

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