Antonio Alvarez-Solís
Periodista

Carta al Sr. Fernández, ingeniero

Ante todo una petición que dirijo a usted en su calidad de nuevo dirigente socialista: hay que repoblar urgentemente a España de Facultades de Filosofía. Dada la incapacidad de pensar de los españoles tendría que haber una de esas Facultades por barrio. Se trata de una urgencia. A mi modo de ver esa creación universitaria había de ser la primera entre las medidas políticas que usted debería consensuar con quien con su ayuda y para infortunio de todos volverá al poder. Si logra usted ese valioso objetivo quizá un día olvidemos ese «¡Santiago y cierra, España!» que nos ha impedido toda modernidad y progreso. Olvide usted a don Pablo Iglesias, que no era más que un tipógrafo, un obrero, además republicano. Pablo Iglesias ya no cabe en el socialismo corrompido por el Sistema. A usted le resultaría más útil para la navegación de sus sublevados estimular su espíritu con ese cantar asturiano cuya letra dice: «La falda de Carolina/ tiene un lagarto pintado./ Cuando Carolina baila/ el lagarto mueve el rabo». Usted  ya sabe a lo que me refiero. Y Carolina, también.

Necesitamos empaparnos de pensamiento. El paro de la inteligencia, y en ello estamos de pleno, es el paro que más urge resolver en este país. Si los españoles no rompen a pensar y persisten en su renuncia al aparato cerebral seguirá sucediendo lo que tiene que suceder, como diría el Sr. Rajoy en una de sus ráfagas dialécticas. Pero hablemos de su peligrosa confusión ideológica, contaminada de felipismo antimarxista.

Sr. Fernández: Hace cuatro o cinco días leí –en ‘El País’, por supuesto– una entrevista en que usted hacía afirmaciones que podrían encabezarse con dos versos del inolvidable cantautor Agustín Lara: «Una vez nada más/ se entrega el alma». En esas declaraciones usted rompía el fuego con la rotunda aseveración de que una abstención el día de la próxima investidura para reenviar de nuevo al Sr. Rajoy a la Moncloa no tenía nada que ver con lo ideológico sino que se trataba de un movimiento puramente táctico  para darle un gobierno a España ¡No era nada lo del ojo y lo tenía en la mano! Dígame, Sr. Fernández ¿es apropiado que una organización presuntamente obrera y de masas decida que advenga otro gobierno del Partido Popular, aunque hasta ahora ese partido se haya dedicado a cazar trabajadores para regalar su piel a los Mercados? ¿Por qué el ansia de sus socialistas de tener un gobierno así? ¿Para salvar el Estado, este Estado, que es precisamente lo que hay que poner en cuarentena? No sé lo que realmente pretenden ustedes con su oscuro levantamiento. Por eso consuelo mis tristes dubitaciones cantando, pues también soy mierense, aquella canción que dice: «Los mineros del Fondón/ siempre llevamos boina/ con un letrero que dice:/ todo sale de la mina». Es paradójico, pero en esa mina creo que se queda la última claridad de lo que fue socialismo.

Y ahora sigamos con sus declaraciones a ‘El País’, por supuesto. Después de lo trascrito inicia usted una pedagogía sobre ideología y política que hace temblar a los griegos de la Academia. «Hacer un revestimiento ideológico –dice usted– de algo que es complejo, pero táctico, no es adecuado. Lo ideológico es otra cosa. La ideología es hablar de impuestos, del mercado laboral, del carácter universal de la sanidad, de la función de la educación, de la igualdad». Por hablar, que no quede. Pues mire usted, Sr. Fernández, eso no es ideología sino política generada desde la ideología. La ideología es una esencia primera con la que los hombres nos situamos ante la vida en general para conformarla como un modo radical de existir: existir para los demás, aceptar lo público ante lo privado, afrontar y proceder al cuidado de la existencia común, sabernos un «todo» en la soberanía respecto a los bienes de la Tierra que una minoría descarada ha personalizado e inscrito indecentemente en el registro donde protegen sus capturas los poderosos, administrar el espíritu como herencia colectiva que genera la igualdad, etc.

Por el contrario, la política es simple y consecuente administración, no pocas veces fraudulenta –en tal momento vivimos­–, de esas cosas a las que usted se refería y que ahora dejarán usted y los suyos en manos de la derecha defraudadora del Sr. Rajoy y su partida. Fíjese en la importancia que reviste entregar la política, la administración de la realidad, del día a día, al adversario, que es lo que usted quizá haga irresponsablemente mientras se dedica a un  falso e irrisorio sermón de la montaña.

Si no estoy radicalmente equivocado ustedes no impedirán la política reaccionaria con el simple ejercicio de la oposición –sino es que, además, consensúen– pues la estructura actual del gran poder universal evita que sus  subalternos sean aniquilados en un simple Parlamento. Ya sabe usted estas cosas sobradamente. Esto es lo grave.

Añadamos ahora alguna cosa más a su entrevista. Dice usted: «El No a un gobierno del PP está en la médula de los militantes del partido (socialista) por tanta corrupción y por los recortes, pero se ha revelado imposible otra opción de gobierno, por lo que ahora se requiere un aterrizaje forzoso en el principio de realidad, que no sintoniza con el sentimiento de los militantes más fervorosos». La parrafada es para llamar a un servicio   hermenéutico de urgencia. En primer lugar hay que aclarar en qué consiste el principio de realidad. No pocos filósofos afirman que la realidad puede confundirse con la voluntad o el querer del sujeto que se reclama de ella y que posiblemente la tome por efectividad, término a su vez muy complejo por el alcance que se dé a la efectividad. Por tanto hay que andar con pies de plomo para hablar de realidad ¿Tiene pies de plomo el Sr. Fernández? Pues según se considere el asunto. En cuanto al término «principio» parece razonable la postura cartesiana de que no debe aceptarse  sino con dos condiciones, que no pueda dudarse de su verdad –¿puede dudarse del socialismo del Sr. Fernández?– y que de él dependa el conocimiento de las demás cosas (¡pues vamos aviados!). Y ya no hablo de Anaximandro porque bastante follón tienen en Ferraz.

En cuanto «al aterrizaje forzoso» que plantea usted a fin de que haya gobierno aunque sea del PP me sorprende que usted puntualice que con esta operación no sintonizan «los militantes más fervorosos». Pues si la realidad de su política es esa, ¡ni Anaximandro ni leches!, porque una cosa es la dictadura, tenga el afán que tenga –por ejemplo la que maneja el actual ministro del Interior, que cada día me recuerda más al almirante Carrero Blanco en sus devociones y posteriores comportamientos– y otra la democracia, que es lo que en el fondo reclaman esos militantes aún socialistas que asisten al entierro de sus esperanzas. No me diga usted para rematar el asunto que «no hay alternativa de izquierdas». ¿Pero qué entiende usted por alternativa: tener el poder ejecutivo en la mano? Se puede gobernar el ánimo revolucionario con un poder desparramado por la calle y que ha bullir en la soberanía. Ahí hay alternativa. Lo que no se puede hacer es tender un puente para que pase la horda de los caudillos que asaltan con mil estratagemas abyectas las instituciones. Procede usted con su retórica como el transportista exprés que parte como un rayo  con la furgoneta en la que inexplicablemente ha olvidado cargar la mercancía que le ha sido asignada. Va usted de vacío. Conclusión: el socialismo no puede servir de andamio a los alarifes fascistas y ha de mantener el alma en la poesía y no en la prosa, o sea, al revés de lo que piensa usted.

Ah, y evite usted decir eso de que no es la hora de los militantes sino la del comité federal, que tendrá muy en cuenta, eso sí, a la base. Un detalle, sí señor.

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