Crisis, Plan ZEN y FOP
«Es notorio que el «reconocimiento de méritos» en la España donde la picaresca es un género literario se traduce en complementos. Los mismos que, a pesar del rescate y del agujero milmillonario, Luis de Guindos mantendrá a las FOP destacadas en el País Vasco.»
Llevo a mi espalda más de medio siglo cargando enredos y si contara los que me dejaron mis antepasados, quizás la mochila sería imposible de soportar. Así es que utilizo expresiones que sorprenden más por lo arcaico del término que por ganas de llamar la atención. En la televisión aún me refiero al UHF para designar aquello que no es la cadena oficial. Aunque, la verdad, todas son muy parecidas. Y el quiosquero, con complicidad sin duda, me ofrece “Egin” para entregarme GARA, un juego semántico y rutinario nada más, a pesar de que la Audiencia Nacional lo calificó de «sucesión de empresa determinante». ¡Pobre quiosquero!.
Por eso siempre me he referido a la Policía y la Guardia Civil con una voz de mi tiempo, las FOP. Pura costumbre. Fuerzas de Orden Público. Ya sé que desde 1986 los comunicados oficiales las tildan de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, por aquello de que Felipe González pensaba que con el cambio borraría su pasado franquista, en plena época del GAL. Fue una tontería, porque el pasado lo llevaba encima, como mi mochila, con arrogancia. La suya. Acababa de hacerse con el “Azor”, el yate en el que Franco atracaba en Donostia, para pasearse en su proa por las costas mediterráneas, como el Borbón en su “Bribón”.
Entre nosotros decimos «Egia egi, ogia ogi, ardaua ardau, bi ta bi lau», que es algo así como el castizo «al pan pan y al vino vino». Cambiaron el uniforme a la Policía Armada, del gris al azul, también para obviar reminiscencias, y al MULA (Mando Unificado de la Lucha Antiterrorista) se le cayó una mañana la última vocal, porque los chistes llenaban la mesa del ministro, creo que entonces era José Barrionuevo, aquel del «todos somos Barrionuevo» a la puerta de la cárcel de Guadalajara. El del secuestro de Segundo Marey, por entendernos.
Al ministerio de Gobernación también le llegó la hora y se transformó en Interior. No se llevaron los muebles, ni las alfombras, ni siquiera pintaron las celdas de las comisarías. Ni trituraron las fichas de los sospechosos. Poco a poco fueron desapareciendo los retratos del dictador, las banderas con el águila imperial y los lemas legionarios. Aunque aficionado a foros, twitter y redes sociales, soy testigo de que las retiradas lo fueron únicamente del escaparate. Los desalmados siguen presentes.
Hoy, sin símbolos espectaculares, todo son acrónimos. Como si por ello fuéramos modernos. Seguimos su estela sin saber muy bien a qué se refieren. Saben los mayores que yo, que aún los hay, que alguaciles, carabineros, txapel-okerrak y demás pertenecen a la categoría policial. Antes, los agentes se llamaban Berengario, Fidencio o Anacleto. Los tiempos cambian, pero no por ello, por remplazar el uniforme, vamos a equivocarnos. Lo decía taxativamente el Plan ZEN de Cassinello: «Una campaña que favorezca el cambio de imagen de la Policía».
La verdad es que rebuscar en el pasado cercano me revuelve la memoria y me procura argumentos sin descanso, como si no hubiera dificultades para avalar las injusticias. Así es, desgraciadamente. No quiero abusar de citas, aunque me voy a tomar licencia de una última. De Luis María Ansón, académico de la lengua y padre del periodismo propagandístico español. Franquista y luego «demócrata». El Fraga de los medios.
Decía Ansón que «hay que dedicar, durante tres décadas, muchos miles de millones de pesetas anuales a financiar un plan que se extienda desde el tebeo, hasta los seriales de televisión, desde la ikastola a la cátedra universitaria, desde el peonaje al empresariado, desde la divulgación popular a la investigación científica, desde los servicios de inteligencia a los engranajes más sutiles de las Fuerzas de Seguridad. La Historia, la verdad y la razón están con la unidad de España».
Lo dijo en 1985, por tanto la apuesta nos llevaría a 2015 como límite. Falló en las previsiones. Las FOP arriba, en la cumbre, como ariete fundamental. Sin embargo, y entre tanto, ETA dijo adiós a las armas y desde el segundo semestre de 2008 estamos inmersos en una crisis financiera que, probablemente, expulse a España del euro y ahogue a sus ciudadanos en una inestabilidad social permanente e irreversible.
Así que ajuste tras ajuste, recorte tras recorte, primero con Zapatero y ahora con Rajoy, los funcionarios han visto reducido su sueldo en un 13% en dos años, los pensionistas sus asignaciones, los parados sus prestaciones y ya anuncian el cierre de colegios y hospitales, el cobro de las medicinas, incluso del tuper casero en las escuelas. El dinero en circulación sigue siendo el mismo de siempre, pero cada vez se reparte entre menos.
¿Qué hacer con los funcionarios de vanguardia? Con los miembros de las FOP, quiero decir. Ya saben que no tengo demasiada curiosidad por mis vecinos. Aun así, un seguimiento somero de la prensa diaria ya me ha acercado a lo que esperaba: reprimen como siempre. En Asturias, Cádiz o Madrid. La crisis no va con ellos. Por algo son policías.
Aunque más bien me refería a los agentes de las FOP en el País Vasco, en la CAV y en Nafarroa. ¿Qué hacer con ellos en medio de la crisis financiera, en medio del cambio de escenario político? Sabemos, porque ellos mismos se han encargado de transmitirlo, que desde que ETA declaró el cese de hostilidades, las FOP han repetido una y otra vez, junto a centenares de escoltas, que estamos ante una trampa. Un rearme. Y una estrategia electoral.
Hasta hace unos días pensaba que semejante afirmación partía de análisis equivocados, probablemente interesados, para mantener una estrategia de tensión favorable a sus tesis de que con palo y tente tieso se sostiene lo que Ansón llamaba «razón de la unidad de España». Pero los recortes de Rajoy, que afectan con saña a los funcionarios, han introducido un elemento de despiste. Creo que no estaba acertado en mis apreciaciones anteriores. Había dinero de por medio. Como casi siempre.
Durante estos días hemos recibido diversos mensajes. El primero de ellos relativo a los complementos económicos que obtienen los agentes de las FOP destinados en Euskal Herria. Y el segundo a sus vacaciones. No son esos días varios llamados «moscosos», «casposos» o similares los que se ponían en entredicho, sino un mes. Treinta días añadidos de vacaciones más un complemento salarial sin especificar. Por tener destino en el Norte. El del síndrome.
No he terminado. El ministerio del Interior ha hecho público recientemente que los recortes no serán aplicables a las FOP acantonadas entre los vascos. El hecho es que entre más de tres millones de funcionarios, los cerca de 10.000 policiales destinados entre nosotros van a ser excepción y mantendrán no ya sus condiciones económicas y laborales, sino también sus privilegios. La guardia pretoriana del Estado. La tratan con especial atención. Indudablemente, un agravio comparativo. Pero no podíamos esperar lo contrario.
Por un par de razones obvias. La primera la llevan apuntando en los últimos meses diversos líderes unionistas: ETA no es el problema, sino que la astilla es el independentismo. En consecuencia, el despliegue policial en Euskal Herria, récord europeo, tiene un componente claro de ocupación. Lo dice la Constitución española.
Y la segunda, algo que parece obvio a nada que sigamos diariamente los medios de propaganda y las pautas y ritmos que marcan los citados unionistas: que el Plan ZEN, a pesar de que Andrés Cassinello tiene 85 años, sigue vigente. Entonces, ya lo apuntaba el ZEN: «mantener una elevada moral de los agentes con el reconocimiento de los méritos y unos servicios bien planificados».
Es notorio que el «reconocimiento de méritos» en la España donde la picaresca es un género literario se traduce en complementos. Los mismos que, a pesar del rescate y del agujero milmillonario, Luis de Guindos mantendrá a las FOP destacadas en el País Vasco. Quizás, con este favoritismo a los ocupantes, la situación de los desplazados (exiliados) se solucione. En tiempos de crisis en España, con uno de cada cuatro trabajadores en paro, el chollo está, precisamente, en pedir el traslado al País Vasco. Y la «guerra del Norte» seguirá siendo un negocio. Incluso para la tropa.