De familiares jugando a la ruleta rusa, a viajes increíbles y a laberintos con o sin salida…
A la mayoría nos obligan a viajar lejos de Euskal Herria. Siempre buscando un hostal, donde parar, comer… Y gota a gota, preso a preso, van acercándolos (deben de tener problemas de presupuesto con el gasoil, para llegar hasta Euskal Herria…)
¿Cómo es el visitar a nuestro allegado, salvando todas las dificultades que se ponen en el camino de nuestra vida? Como van pasando los años, nosotros fuera, ellos dentro. Los viajes siguen siendo igual de crueles, de agotadores, aunque a veces los sazonemos con unos días de «Es que aprovechando que voy hasta Andalucía…» (como si encima tuviésemos que justificarnos el derecho a nuestro descanso).
Cada seis meses la persona presa debe elegir entre 10 de sus tropecientos amigos y amigas para que se repartan el placer, el gasto, el riesgo de ir a visita. (40 minuticos…, como suena… Cuenta 40 minutos en el bar hablando con la cuadrilla y verás, cuanto es 40 minutos)
Hace falta que esos 10 colegas coordinen cómo ir a verlo 27 sábados, es decir un semestre completo… e intentar no dejar un sábado sin visita. (40 minutos de «aire fresco» para los de dentro…)
Esta condición (la lista de 10) la impusieron hace años, junto con la dispersión: no podían soportar que la lista interminable de amigos de las y los presos tuvieran derecho a visita solo con pedirla. No… Había que complicar la cosa. Idea genial: la lista de 10. Como además, suelen ir de dos en dos o de tres en tres, pues seguro que esto les jode… y se quedan sin visita más de una vez… Nos cuesta sí… nos cuesta coordinar esto, ¡pero entre todas lo hacemos! ¡Y no lo consiguieron!
¿Qué pasa ahora? ¿Por qué no podemos volver a las listas de siempre? En Francia no existen estas listas. Toda la gente autorizada tiene derecho a ir cuando quiera…
Más problemas… no te pongas enfermo, que tus aitas, tus hijos, no se pongan enfermos, que coincida fiesta en el curro... ¡Y ni te cuento lo del covid!, ¡que no te confinen justo esa semana!
A la mayoría nos obligan a viajar lejos de Euskal Herria. Siempre buscando un hostal, donde parar, comer… Y gota a gota, preso a preso, van acercándolos (deben de tener problemas de presupuesto con el gasoil, para llegar hasta Euskal Herria…)
Pero qué casualidad. En muchas de las cercanas, (León, Dueñas, etc..) Las visitas son a las 9! Justo tienes que salir de madrugada de casa, o si no, lo mismo: hostal, etc., para llegar a la visita con los nervios en su sitio. (los tuyos y los de la amiga o amigo preso… Que no respira hasta que no te ve...
-¿Qué tal el viaje?
-Bien, pero a última hora casi no entro porque el vaquero me pitaba en el control de entrada.
-Joee! Y después de llegar hasta allí… y con esto del covid… ellos «no se ensucian las manos y no te pasan ni la raqueta». Y si pitas, ¡pues no pasas! ¡Te jodes!… Pero, oh, ¡casualidad! Otro familiar lleva pantalón de repuesto y me lo ha dejado…
Y así vamos salvando visitas, sonrisas, y miradas cómplices necesarias como el agua, y manos cristal contra cristal. y… y…
-¿Y los vises? Hasta ahora teníamos derecho a dos o tres al mes. Ahora con el covid… pides uno, pero en dos días, deciden que cierran el vis… y se acabó. Te quedas sin él. Y tú con el permiso pedido en el curro, con las ilusiones puestas en verlo después de 6 meses…
-Imposible. Solo los martes a no ser que demuestres que trabajas…
-Ya pero no puedo coger fiesta en el curro así, sin más…
Con el Covid, desaparecen los vises, y en vez de darnos visitas de cristal por el mismo tiempo del vis, nos «proponen» video-llamadas de 10 minutos.. ¡No es lo mismo!
Siempre he dicho que las visitas tienen mucho de ¡Milagro! Milagro que hace el que podamos llegar en ese minuto a ver a nuestro amor (que suene el despertador, que el coche no se estropee, que no tengas un accidente, que no te atrape «el bicho»…) y que tu amor salga en ese mismo minuto (que no esté enfermo, que no lo hayan trasladado, que le hayan dicho que es a otra hora y no lo saquen…)
Y las llamadas… 8 minutos por día… a ni se sabe qué hora… No pierdas cobertura, no dejes el móvil sin cargar, que seguro que llama cuando menos lo esperas… y… que mierda de 8 minutos… cuando lo que quieres es mirarle a los ojos y decirle:
-Ya os habéis enterado de lo de Igor ¿no?… y el puto teléfono no te deja verle los ojos vidriosos, ni el corazón… y sabes que cuando cuelgue va a estar jodido, tenso… y no te da tiempo a decirle todo lo que Sare, Sortu, EH Bildu, los sindicatos, los Artesanos y la gente en la calle está haciendo. Porque la única información que tienen es la que tú les das en ese momento, la de la TVE, el GARA y el Berria, que con suerte les llega a toro pasado… 6 días después…
Porque los primeros minutos son para ver qué pasa con los vises, quién viene el sábado a verme, tened cuidado en la carretera… ¿cómo está tu madre? ¿Tú estás bien? Y se han pasado ya un montón de minutos en los cuales le cuentas lo que puedes, porque son… «ocho puñeteros minutos»… Y este año se nos va Igor González… y no podemos abrazarles, decirles que aquí seguimos, que os cuidéis mucho, que os necesitamos… y que esto se acabará algún día, gracias al trabajo de nuestra gente en sus calles, barrios, en sus ayuntamientos y en las instituciones, viendo como PNV y PSOE se ponen de perfil…
Hace muchos años que la única violencia la ejerce el Estado y desde entonces ya llevamos 5 presos políticos muertos en las cárceles y muchas amigas heridas en las carreteras.
¿Hasta cuándo? ¿Por qué? ¿Quién gana algo?