Antonio Alvarez-Solís
Periodista

Desarrollo de una frase

Señor Riera, debería usted saber que las revoluciones realmente tales se han hecho ocupando la calle y enfrentándose en ella. En este sentido su discurso me ha mareado. Un poco, nada más.

Siempre he militado contra los políticos del llamado Sistema, que es la concepción política –con multitud de expresiones desde la izquierda a la derecha– atrincherada en el capitalismo, forma actual del poder dominante. A medida que envejezco voy desprendiéndome de las llamadas ideologías para centrarme en las ideas. Según el diccionario de mi lengua, la ideología es la ciencia que clasifica y estudia las ideas que existen en el Sistema, ya que fuera del Sistema no hay más que horror y confusión; una frontera dantesca vigilada por el Cancerbero de Dante.

Pero según la visión filosófica fuera del Sistema bulle el mundo de las ideas o de la idea, palabra que deriva del verbo griego ver. Platón se acogió a este concepto verbal para concluir que ver equivalía a capturar la realidad que vive más allá de la realidad. Y está claro que esa la realidad hiperbórea ocupa un escenario infinitamente más amplio que el llamado Sistema, que es la coyunda con que nos unen al yugo ideológico de los poderosos, que pueden ser de derechas o de izquierdas debajo del mismo tejado.

Paciencia, que ya estamos llegando a decir dos cosas acerca del señor Carles Riera, psicoterapeuta Gestalt, diputado al Parlament por la CUP, partido asambleario e independentista catalán en el que tengo puestas muchas emociones desde mi disciplina de esquerrà republicano.

Pues bien, la «cosa» empieza ahora en tono amicalmente crítico. Al final de la cuarta página de unas declaraciones torrenciales del señor Riera sobre la batalla de los independentistas de la CUP para lograr la independencia de Catalunya, el señor Riera dice acerca de ciertas posturas de otros combatientes catalanes: «El gest simbòlics són contraproduents…». ¡Caramba, Carles! Eso lo subraya usted a lo largo de estas abundosas afirmaciones donde tantas contradicciones florecen en espléndida anarquía: «Las condiciones para volver a ejercer la autodeterminación actualmente no existen», (pero) «la respuesta debería ser un nuevo ciclo de movilización». (Ahora bien) «La clave está en una desobediencia civil no violenta a gran escala» (ay, que lío). «Será la gente quien decida en cada momento» (¡bien!). «Las fuerzas políticas han de implicarse y crear las condiciones políticas y sociales óptimas y adecuadas» (sin mezclar, sin mezclar). «Cuando el movimiento popular pasa delante y marca las directrices los partidos y las instituciones entran realmente en una agenda de movilización, de desobediencia, de confrontación y de ruptura» (¡pasito «alante», varón!) .«Cuando es al revés; cuando los partidos e instituciones se colocan delante entramos en situaciones de bloqueo, parálisis y debilidad» (¡éramos pocos y parió la abuela!). «La mayor parte de los recursos estratégicos y básicos del país están en manos del Estado español o de los empresarios del Ibex 35 o de sus vinculaciones (exacto, exacto). La mayor parte de los servicios públicos están en manos privadas» (¡bien denunciado!). «Para autodeterminarnos de verdad hemos de disputar el control del territorio al Estado» (¡mi adhesión!). «En el área metropolitana hemos tenido menos perfil de lucha social y en ciudades medianas y grandes pesa mucho la dinámica nacional y mediática» (hay que aclarar ese «nacional»). «Puede ser que hayamos de vernos como una fuerza decisiva más de propuesta que de protesta» (¡alto a la crítica precoz!). «En el debate que hacemos hemos de estar dispuestos a luchar por el poder» (¡como Dios manda!). «Por tanto hemos de ver a Esquerra Republicana como una fuerza indiscutiblemente independentista, pero que aleja la independencia veinte años más» (¡hombre, no desanime!).

Señor Riera, debería usted saber que las revoluciones realmente tales se han hecho ocupando la calle y enfrentándose en ella. En este sentido su discurso me ha mareado. Un poco, nada más. Yo veo, llegado este trance, a Mariana con un pecho desnudo, la tricolor en la mano y unos ciudadanos manifestándose sin posibilidad de marcha atrás. Y así aconteció la revolución en San Petesburgo, en La Habana, en Madrid. No es menester cargar con el peso de la ideología para llenar la urna sino aupar el brillo de la Idea para llenar el alma.

Al principio de este papel le dije que yo soy un peregrino del Antisistema, pero admiro la inteligencia esté donde esté; por ejemplo en la frase del conde de Romanones: «Todo programa político que pase de dos cuartillas está destinado a no cumplirse». Pues la independencia constituye uno programa político radical. No lo encapote usted con cuatro páginas de declaraciones. Si no lo ve así, desde su Gestalt, Mariana se abrochará el escote y se irá a su casa para decidir si lo suyo es solo ideología, o sea, Constitución (aunque sea catalana). o idea, aunque sea platónica. Usted ha de conocer, sin duda, los tres principios de su sistema psicoterapéutico: la experimentación del aquí y ahora, la toma de conciencia y la responsabilidad. Lo demás es «embolicar la troca». Lo que digo desde mi segunda lengua y mi primera patria. Lo demás déjelo usted a la puntería del adversario o a la confusión de la toga.

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