Raúl Zibechi
Periodista

Epidemia de incendios en Brasil

Alrededor de 100.000 incendios en Brasil es una cifra que debería alarmarnos, sobre todo porque casi todos son provocados por la acción humana. En 2019 se registraron casi 73.000 incendios entre enero y agosto, cifra que este año fue superada. La cadena CNN informó el 27 de agosto que entre el viernes y el sábado se registraron al menos 2.191 incendios en el estado de São Paulo, donde 46 municipios están en alerta máxima porque el humo cubre las ciudades con los consecuentes daños a la salud.

El 21 de agosto "O Globo" informaba que en la selva amazónica brasileña se han registrado al menos 26.000 focos de fuego en lo que va de agosto, y desde enero suman 64.000 incendios que provocan humos que ya contaminan medio Brasil.

En São Paulo se registra la mayor cantidad de incendios desde que existen registros, con 3.843 focos solo en los primeros 25 días de agosto. La inmensa mayoría comenzaron de forma simultánea, según el Instituto Brasileño de Medio Ambiente que los monitorea con satélites ("O Globo", 27/8/2024).

En Mato Grosso en el mismo período se registraron 10.424 focos, un aumento de 296% en comparación con el mismo mes del año pasado. En el Pantanal, que es el humedal más grande del mundo, hubo en agosto 3.758 incendios, muy por encima de los 110 focos del año anterior.

El mencionado informe de "O Globo" asegura, con datos oficiales, que desde enero a agosto hubo 50.000 incendios, 77% más que el año anterior. Entre todos los focos se forma una densa camada de cenizas en la atmósfera que es arrastrada hacia el resto del país formando un «corredor de humo».

Según este medio, «la temporada de incendios generalmente sucede en la Amazonía entre junio y octubre, pero los hacendados, garimpeiros (buscadores de oro) y grileiros (ladrones de tierras) arrasan la selva y se preparan para quemarla durante todo el año».

Aunque los datos son elocuentes, buena parte de los medios culpan de esta brutal cantidad de incendios (que está devastando la Amazonía) a la sequía y al viento. Es evidente que Brasil sufre una de las mayores sequías de su historia, pero ella solo facilita la expansión del fuego, no es su causa. Defensa Civil dijo el lunes 26 que el 99,9% de los incendios registrados en el estado de São Paulo durante el fin de semana fueron causados por la «acción humana».

No pocos medios culpan a un inasible «cambio climático» de la catástrofe ambiental en curso. Un extenso informe de "The New York Times" del 12 de julio sobre los incendios en el Pantanal, reparte culpas entre hacendados e indígenas, algo que evidentemente resulta imposible. «La mayoría de los incendios forestales del Pantanal comenzaron como pequeños fuegos provocados por los agricultores para que creciera hierba nueva en pastos que se habían vuelto menos productivos. Algunas comunidades indígenas y habitantes de los bosques también utilizan el fuego para ahuyentar a los animales salvajes o dispersar a las abejas para recolectar su miel».

El prestigioso científico y meteorólogo Carlos Nobre, estudioso del calentamiento global, dijo a "Deutsche Welle" en 2019 que «la mayoría de los incendios forestales en la Amazonía no son incendios forestales naturales, son inducidos por el hombre, generalmente por agricultores y ganaderos».

Durante muchos años, agregó, estaba prohibido hacer fuego durante ciertos períodos del año, «pero desafortunadamente la mayoría de los granjeros y ganaderos no cumplen con esas medidas legales. Los multan, pero no funciona. Los incendios están aumentando. Existe una cultura agrícola en la Amazonía que utiliza el fuego de manera extensa e intensiva ("Deutsche Welle", 21/8/2019).

Bolsonaro alentó las quemas desde la presidencia y los ganaderos y agricultores crearon el «Día del Fuego», el 10 de agosto de 2019, cuando lanzaron un plan coordinado para quemar enormes superficies de bosque talado en el estado de Pará, con el objetivo de expandir la frontera agrícola. Este año, sin embargo, la cantidad de incendios se triplicó respecto a 2019, pese a que el actual gobierno de Lula rechaza esa práctica, aunque ya no realiza campañas contra las quemas.

Más allá de los números, en general contradictorios pero siempre confirmando el crecimiento de la destrucción, hay dos elementos a tener en cuenta, porque estamos ante hechos de hondo contenido político, como destaca el científico Carlos Nobre.

El primero es que se trata de un tremendo desafío de la derecha brasileña, cuya base social tiene en el agronegocio a uno de sus sectores más potentes, que no tiene el menor pudor en incendiar bosques y selvas, en asesinar indígenas y campesinos sin tierra, en pasar por encima de todo lo que pone en riesgo o simplemente pone límites sus fabulosas ganancias. El agronegocio es una fuerza político-militar-empresarial que controla el parlamento y la justicia, pero, sobre todo, ejerce una presencia demoledora en los territorios donde residen sus intereses, muchas veces en alianza con las iglesias evangélicas y la policía. En los últimos años no hubo posibilidades de frenarlo y todo indica que no las habrá en el futuro inmediato, ya que las fuerzas que los enfrentan son exiguas y están aisladas.
 
Según Carlos Nobre, ambientalmente estamos cerca del «punto de no retorno», como lo demuestran no solo los incendios, sino también las tremendas inundaciones que meses atrás afectaron a una gran ciudad como Porto Alegre y a más de 300 municipios de Rio Grande do Sul. Lo realmente grave es que no hay cambios en la actitud de las instituciones y de la población.

El segundo, es el papel encubridor de los medios y de una parte de los políticos. Evitan mencionar quiénes están detrás de los incendios (el agronegocio, los grandes hacendados ganaderos y los monocultivos), y culpan al «cambio climático», en general y en abstracto, convirtiendo uno de los mayores dramas que enfrenta la humanidad en argumento rutinario para despachar problemas dejando a los responsables en la penumbra. El objetivo es anestesiar a la opinión pública.

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