Es nuestro tiempo, la historia no espera
Muchas han sido las transformaciones durante los últimos años en la realidad política y social de Euskal Herria, y en ocasiones fueron tan rápidas e incluso profundas que la izquierda abertzale no dispuso de tiempo para asimilar de la manera debida el curso de esa variación de escenarios, de nuevas relaciones, de formas de actuar.
Cambiamos de ciclo y fuimos adaptándonos sobre la marcha a un nuevo tiempo que nosotros mismos generamos desde la unilateralidad. La adaptación de todo un movimiento nunca es fácil porque hay que ir sustituyendo inercias del pasado al tiempo que se asientan formas novedosas de observar y analizar la realidad y de actuar sobre ella.
Además de esa proyección, también había que conjugar las discrepancias internas o incluso afrontar las tentativas involucionistas. Ningún cambio de ciclo de ningún movimiento del mundo se ha producido por aclamación. En la mayoría de los casos ha habido manifestaciones escisionistas que se han solventado con mayor o menor fortuna.
En nuestro caso, un objetivo prioritario era que no llegaran a producirse expresiones traumáticas que pudieran hacer peligrar el proceso. Se trataba de que una decisión del conjunto de la izquierda abertzale dirigida hacia el futuro de Euskal Herria fuera asumida como tal; y con todo el formidable potencial de nuestro movimiento llevar al país hacia la independencia y la constitución de su propio Estado soberano.
Al tomar en consideración la profundidad y rapidez de la renovación estratégica de la izquierda abertzale y sus consecuentes problemas de adaptación a la nueva situación, no se puede pasar por alto ni el contexto global en el que se desarrolla ni las características de una sociedad en la que todo resulta vertiginoso y el caudal de información es tan arrollador que llega a producir una sobresaturación.
Precisamente por todo ello, el proceso Abian ha significado esa imprescindible «parada sin detenerse» sobre la marcha, que se hace en las ambiciosas ascensiones para reflexionar sobre el camino hecho, recargarse de nuevas energías, proyectar los nuevos tramos y continuar la ruta. Hemos tomado aire, nos hemos oxigenado profundamente con las autocríticas y las reflexiones, las pasiones políticas comprometidas y transformadoras de miles de ciudadanos abertzales de izquierda que quieren un porvenir diferente para Euskal Herria y desean materializar su aportación colectiva y personal para cambiar el curso de la historia y llevar la milenaria nación vasca a la independencia.
El objetivo es muy elevado, como debe serlo todo proyecto de transformación nacional y social. Pero si algo ha quedado claro en la reflexión de Abian es que tenemos un capital humano y político extraordinario; unos hombres y mujeres, unos jóvenes que dieron la talla durante el largo ciclo anterior, que estuvieron a la altura en los complicados momentos del cambio estratégico y que, seguido, han representado el magma más puro de regeneración vertiendo sobre el proceso Abian todas sus dudas, inquietudes, esperanzas… incluso autocriticas radicales, que también son imprescindibles cuando de lo que se trata es de un movimiento transformador con la calidad política y humana de los abertzales de izquierda.
Quedaron atrás las tribulaciones emanadas de las circunstancias por la que hemos transitado estos recientes años, y que, en ocasiones, han podido llevarnos de la euforia a la pesadumbre en oscilaciones que no nos permitieron desarrollar al máximo todo el potencial político. Hemos sufrido las consecuencias de factores subjetivos que unas veces han podido partir de errores o incapacidades propias y otras del océano comunicativo hostil tradicionalmente conjurado contra la izquierda abertzale, que no descansa en inocular virus para debilitarnos.
A pesar de las contrariedades, es algo innegable que nos encontramos en un momento político positivo, muy interesante en el desarrollo del tránsito hacia la independencia y altamente prometedor para la izquierda abertzale como movimiento y como proyecto político. La situación en Iparralde se afianza en unos parámetros esperanzadores que colocan a la Euskal Herria continental sobre una línea de avance nacional que supera lo que hubiéramos pensado años atrás. Las tendencias que se observan en el norte del país nos invitan a pensar en un escenario muy favorable para nuestro proyecto político.
En la Euskal Herria peninsular el retroceso de las fuerzas unionistas es más que notable. Esta es una evidencia que en ocasiones observamos con ligereza, sin pararnos a pensar lo que significa en el camino hacia la soberanía el hecho de que los partidos que defienden con ceguera la unidad de España vayan quedando reducidos a fuerzas políticamente irrelevantes en el panorama vasco.
Es un logro que, además, ya se ha traducido en el cambio producido en Nafarroa, un primer hito en este camino por el que vamos dando pasos hacia la soberanía y la independencia. Haber echado a un lado a los requetés y poner Nafarroa en la ruta de ser dueña de su destino, de su soberanía histórica, no es algo precisamente de poca sustancia.
El siguiente éxito lo deben marcar Araba, Bizkaia y Gipuzkoa en las próximas elecciones al parlamento de Gasteiz. El resultado de esa cita con las urnas deberá ser necesariamente otra derrota del unionismo español y el triunfo de un nuevo movimiento político que coloque también el Gobierno de esos tres territorios en la misma senda de la soberanía y la liberación nacional. Se vislumbran, pues, grandes posibilidades para que desde los tiempos y ritmos propios de cada fragmento de nuestra vasija nacional rota sea el conjunto de Euskal Herria el que esté ya correctamente enfocado hacia el horizonte de su reconocimiento y de ser dueña de su propio porvenir.
La empresa que afrontamos es altamente ambiciosa, como lo ha sido siempre pues los objetivos estratégicos de la izquierda abertzale permanecen invariables. Cambiamos de ciclo histórico y ahora tenemos delante un nuevo tiempo político para el que, a través de Abian hemos compactado a los abertzales de izquierda de cara a hacer el camino de la forma más efectiva y más acorde a nuestros tradicionales valores políticos. Unos valores políticos que nos han mantenido firmes en los tiempos duros, tenaces en la voluntad y honrados hasta la médula en palabra y en acto, con casi cuarenta años de gestión publica a todos los niveles institucionales y ni un caso de corrupción. Tenemos ante nosotros el formidable e ilusionante reto de hacer que los ciudadanos vascos que se sienten de izquierda lleguen a la conclusión de que la independencia de Euskal Herria es el marco ideal para la construcción de una sociedad más justa y democrática, más solidaria; que es el único espacio para garantizar el desarrollo y mayor bienestar de estas generaciones del presente y de las del futuro.
Y también tenemos el reto de hacer que los vascos independentistas entiendan que el mejor futuro para la Euskal Herria libre es el basado en una sociedad edificada sobre los valores de izquierda; del socialismo vasco.
Esta es, pues, la gran apuesta: que los vascos de izquierda sean independentistas y que los independentistas vascos sean de izquierda. Y así; conformar una inmensa mayoría política y social absolutamente inapelable cuyo compromiso y empuje haga posible la independencia.
De esa arrolladora mayoría social emanará la legitimidad irrebatible de todo un pueblo para recuperar su soberanía histórica; y con ello, el reconocimiento internacional imprescindible para asentar nuestro Estado en el concierto de las naciones.
El objetivo ya lo hemos fijado con meridiana claridad. Tenemos la potencia, el arrojo y la ilusión en nuestro proyecto y nuestra fuerza. Con convencimiento y determinación tenemos que ir a por todas porque la historia no espera y éste es el tiempo de Euskal Herria. Debemos salir a ganar y hacerlo ya.