Mikel Casado

Estimada señora Sagardui

Estoy orgulloso de tener una sanidad pública como la que tenemos. Pero ello no quiere decir que esté satisfecho con la Administración por la falta de cuidado al personal que nos cuida.

Acuso recibo de su carta en la que me informa del comienzo de la campaña de vacunación contra la gripe. Se lo agradezco sinceramente como una muestra del cuidado prestado por la administración a la ciudadanía.

Sin embargo, permítame manifestarle mi preocupación por las políticas sanitarias de la misma administración. Me refiero, en general, al descuido, voluntario o involuntario, del sistema público de salud en los últimos años, principalmente desde los injustos recortes actuados con el objetivo de salvar el sistema bancario. Casi se podría decir que fueron realizados aprovechando la debacle financiera como excusa para afianzar políticas públicas de corte neoliberal que venían aplicándose de los 80, perversa y dogmática moda ideológica que consiste en privatizarlo todo, someterlo a las leyes del mercado, o ley del más fuerte, que es la ley del carente de escrúpulos para dar satisfacción a su codicia. Ejemplo de ello es la jibarización de este sistema público de salud principalmente en la atención primaria y en el aumento de los tiempos de espera en atención especializada.

No cabe duda que eso está suponiendo un aumento de la contratación de seguros médicos privados debido al desencanto por la antaño reconocida sanidad pública vasca. ¿Es una pena o una intención consciente y perversa?

Yo creo que lo que fundamenta y subyace en la democracia como forma de convivencia que ahuyente la posibilidad del uso de la fuerza y la violencia, como forma de relación pública entre los primates humanos basada en el reconocimiento de la dignidad e igualdad, es el contrato social. Ese contrato social debería tenerse en cuenta constantemente, permanentemente, como actualización del fundamento democrático. Y es un contrato o acuerdo social que contempla los derechos civiles y sociales (entre ellos la sanidad pública). Mucho me temo que ese contrato social no se está cumpliendo. Es obvio que la Administración parece estar protegiendo más al mercado, a la codicia, que a la gente. Y, si ello es así, mucho me temo que la Administración, el Estado, pierde legitimidad al exigir buen comportamiento a la ciudadanía desencantada a cambio de cada vez más miseria.

Estoy orgulloso de tener una sanidad pública como la que tenemos. Pero ello no quiere decir que esté satisfecho con la Administración por la falta de cuidado al personal que nos cuida. Así lo hago saber por escrito cuando soy atendido en cualquier hospital al que tengo que acudir, y agradezco al personal sanitario por su buena atención. Pero me preocupa mucho el desmantelamiento progresivo del sistema. Es necesario cuidarlo más, con más personal, para que cuide bien a la ciudadanía soberana, el objetivo último de la política. La sanidad pública es como una madre a la que acudimos cuando nos sentimos mal. Hay que cuidar a la madre para que nos cuide. Cumplamos el contrato social fundamento de la democracia.

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