Enric Vivanco Fontquerni

Exhibición universalista

He de confesar que la puesta en escena de la reinauguración de la catedral de Notre Dame, ha sido memorable. Los universalistas tienen un maestro imperecedero que es la Iglesia, con la mochila de más de 2.000 años, así que los que se consideran ciudadanos del mundo, su guía, junto con sus resultados, son estos, y no otros, en definitiva, permanentes en el tiempo. La pachanga de la inauguración de los Juegos Olímpicos, con una música que fue nada más que ruido, en lo único que coincidieron, es en el mal tiempo, ya que en París es lo habitual, aunque lo tengan muy callado.

Todo el decorado maravilloso, siempre y en todo lugar arropado por una música en un sentido cultural definitivo que jamás tendrá el menor rival. La frase el pueblo salva al pueblo, es un disparate colosal, de momento no se espera que nadie salva a nadie, mientras circulen todos los bribones que estaban invitados en la susodicha inauguración. El Papa tuvo la decencia de no asistir. El resto solo hay que observar lo que las imágenes captaban. Macron, un inútil mayúsculo que se está cargando la Quinta República, estaba todo eufórico, saludando a diestro y siniestro como anfitrión de toda esta turba. Es imposible en unas breves frases resumir las biografías de los asistentes: violadores, asesinos, torturadores, ladrones, había de todo. Claro que si se arrepienten quedan inmaculados para poder convertirse en ángeles, para volver a presentarse en las próximas elecciones.

Todas las miradas de la crema desnatada, sin el menor disimulo, se dirigían a Trump, y él estaba la mar de contento. Toda esta gente jamás se mezcla con el populacho, tienen sus aviones, helicópteros, yates, residencias, por todas partes, como mundialistas que son, y naturalmente qué sería de ellos sin sus guardaespaldas. Las miradas hacia el futuro presidente de EEUU, eran constantes por parte de todos y en concreto me impresionó la desviada del marroquí, intentando disimular, que era de una evidencia catastral. Toda esta gente con sus títulos universitarios de lo más granado, sus escuelas exclusivas, que solo asisten los que nos están jorobando, todos ellos tan ilustrados, se vieron obligados a tener que compartir mesa con un hotelero cualquiera, con unos modales groseros, pero en definitiva le hacían la pelota como rastreros que son, ante el poder que dispone superior al de ellos. Trump, a su lado, tenía una ministra, que vive en la zona exclusiva de París, el pisito que le regala el alquiler, uno de sus amantes, muy unido a los respectivos gobiernos, todo esto ha salido en la prensa francesa, pero solo sirve para que ella siga manoseando en la política.

Sarkozy, el asesino de Gadafi, tan campante y risueño con su maquillaje habitual. Por cierto, dada la experiencia del vil asesinato del líder libio, los rusos no han querido que sucediera ahora, como hubiese sido preceptivo con toda certeza para acabar con el líder sirio. Es necesario resaltar la patraña de la separación, Iglesia-Estado, tan apreciada en Francia, pero de una falsedad como toda la política que emana de ella. Solo hay que observar la complicidad de la alta jerarquía de la Iglesia, con Macron, y el colofón final con todo el cinismo cantando La Marsellesa. Si el pueblo permite esto, estamos apañados.

Atentamente,

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