Xabier Irazusta, Joseba Nafarrate, Mikel Quintela “Golo” y Andoni Beroiz
Víctimas de la Ertzaintza

Heridas abiertas

Las personas que firmamos este artículo, al igual que otros y otras muchas, también hemos padecido la violencia perpetrada por la Ertzaintza. Hemos sufrido la muerte de un ser querido, hemos padecido heridas en cuerpo propio o en el de nuestros familiares, se nos han aplicado torturas en sus calabozos.

En estas fechas cercanas al aniversario de la muerte de Iñigo Cabacas sentimos y queremos hacer pública nuestra proximidad y solidaridad con Manu y con Fina, con los amigos de Iñigo. Queremos aunar nuestra voz a la suya para denunciar los hechos y demandar a su lado verdad y justicia. Son fechas, en torno al 5 de abril, fatídico día, en que se nos abren nuevamente las heridas que también a nosotros nos causó la Ertzaintza. Se nos abren las heridas de nuevo cada vez que vemos actitudes de suficiencia ética, de supuesta superioridad moral por parte de quienes exigen autocríticas teledirigidas hacia otros, pontifican sobre la verdad o la justicia, pero no asumen que tomaron decisiones políticas necesarias para que la Ertzaintza torturara, hiriera, incluso matara. Deciden qué violencias estuvieron mal, porque en el macabro reverso de la moneda, otras parece ser que estuvieron bien: las perpetradas bajo sus órdenes y decisiones.

La secuencia nos hace supurar heridas nunca curadas: hecho de brutalidad policial, justificación política, minimización institucional, ocultación mediática, obstaculización en la investigación, impunidad de la administración de justicia, silencio en el ámbito de la depuración de responsabilidades. Siempre idéntico esquema, siempre la misma sucesión de acontecimientos, sea cual sea el caso.

Heridas que no sanan al verificar que se mantendrá en sus puestos a quienes tuvieron responsabilidades directas en ellas; que se mantendrán las mortíferas pelotas de goma entre el arsenal a su disposición; que se podrá recurrir de nuevo a los malos tratos bajo incomunicación si las circunstancias lo requieren; que echarán mano de instrucciones o procedimientos brutales para seguir vulnerando derechos humanos si un interés político lo justifica; que se sucederán los cargos políticos, turnando el color incluso, pero sin la adopción real de ninguna responsabilidad.

Heridas que no recibirán el ungüento de la verdad, la justicia terapéutica, porque las víctimas de la Ertzaintza estamos tan a la cola en ese maldito ranking de la victimización. Es tan perversa la ocultación que sufrimos, es tal el fatalismo que nos han llevado a instalarnos, que en nuestro caso, nos resulta difícil incluso reconocernos como víctimas. Simplemente no existimos, no somos. No sufrimos entonces, no lo podemos ya hacer ahora.

Es por eso que, aún y cuando con todo el dolor que experimentáis y que compartimos con vosotros, Manu y Fina, amigos, compañeros de Iñigo, os agradecemos que nos sigáis abriendo las heridas. Porque verlas, reconocerlas es la mejor manera de activarnos para buscarles remedio. Y por eso, nos buscamos (y encontramos) los y las que en momentos diferentes y en formas e intensidades diferentes hemos conocido y sufrido la violencia política empleada por la Ertzaintza. Vivencias individuales que debemos aunar, recoger en un acervo colectivo. Que debemos rescatar del pasado para redireccionar hacia el futuro en términos positivos. Porque nuestras heridas abiertas son una llamada de atención. Son un revulsivo para reflexionar sobre otro modelo policial que es necesario y que este país merece. Porque nuestra experiencia nos indica que ciertas prácticas, instrucciones, procedimientos, armamentos deben prohibirse, retirarse, y que además deben de hacerlo para siempre, sin tardanza y sin excusas. Porque nuestras lesiones físicas o morales nos impulsan a reclamar, nosotros y nosotras también, todo el reconocimiento y toda la reparación para nuestro sufrimiento, sin categorizaciones y en igualdad de derechos con cualquier otra persona que haya sufrido el menoscabo a su integridad física o moral en los mismos términos que lo hemos sufrido nosotros. Porque somos también parte de una memoria amplia todavía en construcción o, si se prefiere, memorias parciales, sectoriales, piezas todas ellas que constituyen una memoria global. Una memoria que nos impulse a que el daño causado por la Ertzaintza nunca más vuelva a suceder.

Por eso, al igual que en años anteriores, estaremos hoy y mañana en las iniciativas de memoria a Iñigo, arropando a la familia y amigos, y pidiendo justicia cuatro años después, una vez más y todas las que hagan falta.

Eskerrik asko, Manu, Fina, porque con vuestra irrecuperable pérdida nos recordáis que somos muchos quienes todavía tenemos la verdad, la justicia y la memoria por ganar.

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