Eguzki Urteaga
Profesor de Sociología en la UPV-EHU

Homogeneización del tratamiento informativo

Esta propensión a la homogeneización del tratamiento informativo acaba generando cierta perplejidad entre los ciudadanos que tienen una sensación creciente de que la mayoría de los medios de comunicación abordan los mismos temas de manera relativamente similar y descuidan aspectos relevantes.

Especialmente desde el inicio de la pandemia del coronavirus, aunque se trate de un fenómeno estructural cuyo origen es más antiguo, el tratamiento de la información por los medios de comunicación tiende a homogeneizarse tanto en la jerarquización como en el procesamiento de la misma. En efecto, la gran mayoría de los medios de comunicación, más allá de su multiplicidad, género (radio, televisión, prensa) o línea editorial, tiende a inspirarse en lo que hacen sus competidores. Así, lejos de generar una mayor diversidad, la competencia propicia la homogeneidad. Dado que los medios de comunicación se leen, observan y escuchan mutuamente y constantemente, generando una suerte de burbuja de la que salen difícilmente, suelen abordar los mismos temas desde una perspectiva relativamente similar. Y las diferencias, cuando existen, son ante todo mínimas y son sobre todo de carácter formal. Así, una gran disparidad de formatos mediáticos esconde una escasa variedad en el tratamiento informativo.

Esta tendencia fue puesta de manifiesto por el sociólogo Pierre Bourdieu en su obra titulada “Sur la télévision” y publicada en 1996 en la editorial Raisons d’Agir. En efecto, en este pequeño libro traducido a 26 lenguas, el autor galo observaba que el campo periodístico, cada vez más sometido a una lógica competencial, acababa ofreciendo una producción uniforme. De hecho, en lugar de proponer una mayor diferenciación, los medios de comunicación finalizaban difundiendo las mismas noticias desde enfoques comparables. Se impone el fenómeno siguiente: dado que los demás hablan de ello, es imprescindible hacerlo también. Así, el temor de no abordar un tema que tratan sus competidores, que es interpretado como un error profesional al verse superado por sus rivales, conduce los periodistas a tratar estas informaciones, aunque esta elección no se justifique ni por la transcendencia de la noticia y por la línea editorial del medio de comunicación concernido.

Esta homogeneización del tratamiento informativo resulta, asimismo, del carácter circular de la difusión de la información. Dado que los periodistas están hiperconectados y se pasan el tiempo escrutando las noticias que publican sus competidores, fenómeno ampliado por las cadenas de información en continuo, las versiones digitales de los medios de comunicación y la proliferación de las redes sociales, se vigilan mutuamente. Prestan una atención especial a las informaciones publicadas por los medios de referencia o que constituyen sus rivales directos. En el caso de que un competidor publique una noticia, la reproducen de manera casi inmediata para no quedarse descolgados sin tomar el tiempo necesario para la reflexión y realizar su propia jerarquización de la información. De esta forma, acaban atrapados en un bucle que propicia el mimetismo y el seguidismo. A veces, están tan involucrados en ese mundo que acaban perdiendo la distancia crítica necesaria.

Para distinguirse de los demás, los periodistas recurren frecuentemente a micro-diferencias entrevistando a personas dispares, eligiendo a enfoques distintos o utilizando términos desiguales. A veces, las diferencias son tan escasas que resultan imperceptibles para los auditores, espectadores y lectores. El tratamiento de la pandemia del coronavirus ha ilustrado este fenómeno, dado que la práctica totalidad de los medios de comunicación han publicado, día tras día, los mismos datos epidemiológicos, han dado cuenta de las mismas ruedas de prensa de los responsables del Ministerio o de la Consejería de Sanidad o han entrevistado a los mismos epidemiólogos. La pandemia del covid-19 se ha convertido en un monotema ocultando informaciones relevantes tanto locales, estatales como internacionales. Guerras, hambrunas, flujos migratorios, catástrofes climáticas han pasado desapercibidos a pesar de su vigencia e incluso amplificación. Y la introducción de matices no oculta esta tendencia global que acaba marcando la agenda mediática y, por ende, la agenda política.

Simultáneamente, la escasa diversidad en la selección y tratamiento de la información conduce los medios de comunicación a exacerbar las diferencias formales. Esta trasciende en la ilustración visual tanto del plató como de los reportajes, en el tono utilizado (más o menos agresivo), en la mayor o menor personalización en torno a un presentador estrella, en una propensión dispar a confundir información y comunicación o datos contrastados y opiniones. En ese contexto, lo importante no es lo que se dice sino cómo se dice. Conscientes de la necesidad de diferenciarse de la competencia o, al menos, de dar esa impresión al público, los medios de comunicación focalizan su atención en aspectos formales, porque no pueden y, sobre todo, no quieren diferenciarse en el fondo por temor a perder parte de su audiencia y de sus ingresos publicitarios. Y los medios de comunicación que desean desarrollar una agenda propia abordando temas que les parecen relevantes nadan a contracorriente y corren el riesgo de dirigirse a un nicho de mercado.

Esta propensión a la homogeneización del tratamiento informativo acaba generando cierta perplejidad entre los ciudadanos que tienen una sensación creciente de que la mayoría de los medios de comunicación abordan los mismos temas de manera relativamente similar y descuidan aspectos relevantes. Esto conduce parte del público a recurrir a las redes sociales en búsqueda de informaciones y enfoques alternativos, con el riesgo de acceder a datos no averiguados e incluso falsos. Prueba de ello es que un número creciente de personas se aleja de los medios de comunicación tradicionales y se informa sobre todo vía Facebook y Twitter donde proliferan las fake news y las tesis conspirativas. La solución no consiste en hacer seguidismo a las redes sociales o en utilizar el tono bronco y polémico que las caracteriza, sino en extraerse de la lógica circular y mimética en la que están inmersos numerosos medios de comunicación y en buscar y profundizar temas y enfoques variados.

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