Isidoro Berdié Bueno
Profesor en Ciencias de la Educación, Doctor en Historia y Doctor en Filología Inglesa

Ifigenia, Werther y "Egin"

Decía Marx que el hombre era el sujeto de la historia, pero que no elegía él la circunstancia en la que iba a venir. Las circunstancias en las que vino "Egin" fueron turbulentas, nada pacíficas y muy propicias para los sobresaltos. Todos indicios presagiaban su inminente final y el diagnóstico de su muerte: por degüello. Un poder establecido nunca aceptará que otro poder emergente brote de su seno.

Con frecuencia, en el devenir de la Humanidad, al ser humano se le ha demandado sangre, como moneda de cambio. Se lo demandan las divinidades griegas al caudillo Agamenón para que su expedición a Troya llegue sin ninguna clase de peligros durante la travesía marina, y le demanda el sacrificio de una adolescente virgen, y esa va a ser Ifigenia, su propia hija. Esta será sacrificada, ante el dolor y llanto de su madre, que no acepta tan alto precio. Jehová pide al patriarca Abraham el sacrificio de su propio hijo. El hecho no se llega a consumar.

Sigue habiendo sangre, esta vez sobre el papel, en la obra del escritor romántico alemán Goethe, quien ofuscado por la desesperación de una vida no satisfactoria, añadidos problemas sentimentales, para no suicidarse él, hace que se suicide el joven Werther protagonista de la obra que lleva su nombre.

Por último, entra en escena "Egin", el gran protagonista de este escrito, que ha visto el sacrificio de muchas Ifigenias, sin poderlo remediar y lo ha llorado amargamente y lamentado con el corazón (en inglés, mourn), ha hecho de pararrayos de soflamas políticas incendiarias, transformándolas en serenidad, no en connivencia ni en apoyo, como algunos le acusaron. Y otros vieron en el diario euskaldun, la forma de matar en el papel, de forma incruenta, cual Goethe hiciera con el joven Werther. En diálogo privado con los responsables de Iritzia en "Egin", me reconocieron que muchos maximalistas, en el papel, de manera incruenta, como hemos dicho, dinamitaban obstáculos y ejecutaban adversarios al grito final, así constaba en el escrito, de «Gora Euskadi ta Askatasuna». "Egin" estaba haciendo de pararrayos, no de plataforma de lanzamiento de misiles, estaba en realidad, haciendo auténticos milagros, pues el milagro existe, el diario euskaldun, lo vemos en el capítulo II de este libro ("Homenaje a Egin”), así se constata.

Porque dejémoslo claro una vez más, este diario euskaldun no vino a la luz a imponer, mutilar ni herir a nadie, vino a sembrar ideas y flores, ni siquiera a cosechar, ese fue el gran milagro que coronaria todos los anteriormente citados. Eso ya sería con GARA y consistiría en la proclamación de la paz y entrega de armas de ETA. Eso fue posible porque como diría Kant, cabalgaban a hombros de gigantes, es decir, contaban con las importantes aportaciones de sus antecesores, no hay que olvidar que GARA comienza en el punto y seguido donde lo dejó "Egin".

Decía Marx que el hombre era el sujeto de la historia, pero que no elegía él la circunstancia en la que iba a venir. Las circunstancias en las que vino "Egin" fueron turbulentas, nada pacíficas y muy propicias para los sobresaltos. Todos indicios presagiaban su inminente final y el diagnóstico de su muerte: por degüello. Un poder establecido nunca aceptará que otro poder emergente brote de su seno. Esto fue Ifigenia, Werther y "Egin", tres víctimas de la sinrazón y de la fuerza ciega, el agresor pretendió borrarlas de la faz de la Tierra y de la Historia y cosechó todo lo contrario, los hizo iconos del martirio, los hizo eternos. Pues como dice el místico, reflexivo y pensador, desde su «metá ta fisiká», Metafísica (Aristóteles), «Con renglón torcido, Dios escribe derecho».

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