Jon Nikolas Lopez de Ituiño

La esperanza está en el futuro

La gobernanza colaborativa y la soberanía plena están en el mismo plano de interés para compartir y alcanzar, con la solidaridad, la demanda democrática de satisfacción de necesidades del presente, asegurando el futuro.

Un eslogan para un partido que invoca la soberanía de Euskal Herria con la focalidad de la perspectiva puesta en el horizonte lejano. Una soberanía antigua, siempre remota y lejana en el presente, cuyo futuro se difumina en la promesa de un desarrollo fecundo desde las raíces  del árbol de nuestras libertades.

La naturaleza humana aspira a la libertad y sugiere distintas visiones del futuro de la humanidad, donde la condición de los valores fundamentales de una sociedad no puede posponerse eternamente. El carácter de la resignación es de naturaleza religiosa. La línea de pensamiento y estudio desde la misma antropología, como ciencia, ofrece reconocer posiciones de los miembros de una nación muy antigua desde unos orígenes colaborativos; necesariamente de participación, cuando compartir recursos se elevó, desde la propia posición de debilidad ante la naturaleza, para seguir el surco abierto a la supervivencia.

Se constituyó así un núcleo de gentes que armó con la solidaridad de grupo al sujeto histórico de cada nacionalidad; con una cultura de expresión del derecho de decisión y participación, desde las libertades individuales. Cultura que desde la relativa ausencia de restricciones personales externas amplía los niveles de seguridad, desarrollando con la libertad social el auzolan de Euskal Herria; como los pueblos nómadas de gentes cazadores y recolectoras del Kalahari, que se consideran a sí mismos «gentes inofensivas», los !kung, manteniendo su ética de seguridad objetiva.

Las gentes de Euskal Herria, en el mestizaje del presente como en tiempo de la bagaudia de los siglos III a V, ampliaron sus señas de identidad como vascos, con la herencia viva del euskara/eskuara. Siempre firmes en mantener con la solidaridad la estructura de los derechos humanos, el árbol de las libertades con raíces, donde distintas ramas ofrezcan la frescura de la savia nueva. A fuerza de vivir en el presente se necesitan atender las realidades apremiantes de la seguridad de las personas, como los derechos más básicos del trabajo, la educación, la vivienda y la sanidad. Para asegurar la realización humana, sin conflictos, el imperativo social debe acercar la utilidad de las metodologías y conocimientos, políticos como de gobernanza, al servicio del ejercicio del bien común. Pero el discurso necesita de recursos para llegar a cumplir objetivos reales de bienestar, además de responder a las necesidades en tiempo presente, sin dilatar sus logros al futuro paso a paso.

En el Parlamento Vasco, el día 3/06/2022, el lehendakari Iñigo Urkullu manifestó su posición oficial como exponente de su partido, EAJ-PNV, respecto a la Ley de Claridad sobre Soberanía, material y política. Donde en años anteriores se defendía el acuerdo de Soberanía Plena sostenida por la mayoría del Parlamento, ahora se relega al futuro en un ejercicio de realidad. Es el siempre vivo dicho: donde dije «digo» era «Diego». Y para apuntalar su apuesta de futuro se reafirmó en que la nueva propuesta no reduce oportunidades sino que las abre... a la esperanza.

Seguimos estando donde pretenden que estemos. Fue Samaniego quien nos ilustró con la fábula de la zorra y las uvas, de manera que su alegoría, ante la dificultad de alcanzar el fruto que estaba alto, le aquietó, convenciéndose de que estaban verdes. La política es el arte de lo posible, donde el auto-engaño se viste de esperanza, con la confianza de conseguir los bienes que se auspician necesarios. La esperanza es la segunda virtud teologal, por la que los creyentes confían con firmeza que Dios les dará los bienes que les tiene prometidos, si no es en esta vida, en la otra. Nos estamos acercando al medio siglo de promesa de autogobierno con el Estatuto de Gernika, y seguimos esperando su cumplimiento de trasferencia plena. Y, parodiando al lehendakari Urkullu en su contestación a Maddalen Iriarte, esta es la realidad porque formamos parte... del Estado español.

Más cerca del presente inmediato, ante la premura de un tiempo de precampañas electorales, la desafección política tiene razones de cambio acerca de la utilidad pública de quienes prometen esperanza. Las motivaciones se mueven por las necesidades inmediatas y no por esperanzas; se reflejan en el proceso de dificultades para mantener un proyecto de vida y el rechazo frontal a todo lo que contradice la misma libertad individual. Sin embargo, por identificación con Euskal Herria, defensa de valores sobre el individualismo más negativo, contamos con un gran nicho de solidaridad y compromiso en sectores jóvenes como de todas las edades, pisando la realidad.

Quien no es sujeto de la sugestiva y apacible esperanza de que todo se dará con el tiempo, merece el respeto para encontrase con sus iguales; por discordante, aquel que se regodea en su super-ego, buscando en su ego-ideal, poder prescindir de compartir funciones de vecindad y solidaridad, se aparta en su individualismo negativo. En el presente, con mayor razón, el sujeto político define la libertad humana como realización dinámica. Una acción obligada con el derecho a decidir como personas libres y críticas en sus observaciones de las desviaciones del poder y su autoridad. La libertad del individuo promueve la democracia y su desarrollo colaborativo, en orden a conseguir logros con interés social, en beneficio de funciones que garanticen seguridad; y debería asegurar poder compartir los bienes de interés general más amplios sin invadir el ámbito de los personal.

La gobernanza colaborativa y la soberanía plena están en el mismo plano de interés para compartir y alcanzar, con la solidaridad, la demanda democrática de satisfacción de necesidades del presente, asegurando el futuro. La democracia de sufragio popular no es suficiente como control de quienes detentan el poder en nombre de una masa dócil y acrítica. Menos en base a la gran promesa de la esperanza que garantizará el futuro a generaciones que ni siquiera han nacido, pero a las que, ya en el presente, se les hace responsables de la deuda del pasado. El tiempo, como referencia, no puede borrarse ni dilatarse, para el ejercicio del derecho a decidir en cada presente; la negación de la libertad del derecho a personas y pueblos sostiene la fragmentación y alienación de un patrimonio cultural y político, sometido a la narrativa colonial con imposición de relaciones dominantes. Negarse a trabajar para el presente haciendo el camino para decidir nuestro futuro como pueblo libre, por realismo político, supone renunciar al patrimonio de recursos materiales e inmateriales, que –en nuestro caso– pertenece a Euskal Herria.

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