Iñaki Uriarte
Arquitecto

La estación de Durango

La estación es un hito de un proceso el principio o el final de un trayecto, de un episodio pero especialmente la puerta de llegada más habitual a un lugar. Miles de personas tuvieron su primer contacto con el pueblo cuando se apearon de un tren que les transportaba a un nuevo destino a veces definitivo en su vida. También de allí se partía para nuevos viajes de toda índole.

El Ferrocarril Central de Bilbao a Durango se inauguró el 30 de mayo de 1882 constituyendo un importante medio de transporte que con diversas ampliaciones y vicisitudes se mantiene 135 años después explotado posteriormente por la Compañía Ferrocarriles Vascongados en la actualidad Eusko Tren.

La estación entonces terminal de Durango se convirtió con el tiempo en el núcleo que articulaba con otras líneas de concesiones diferentes, la de Zumárraga y la de Arrazola y Elorrio, modificándose su configuración a una de paso. El concepto de estación, especialmente de las terminales, es más amplio que el edificio de viajeros comprende cocheras, talleres, almacenes diversos y en este caso subestación eléctrica de gran calidad arquitectónica en estilo neovasco junto con otras y estaciones de la línea obra del arquitecto vasco Manuel Maria Smith (1879-1956). Desafortunadamente no se conocen datos más precisos de su autoría y construcción.

Durante el bombardeo de la villa el 31 de marzo de 1937 por la aviación fascista al servicio de los sublevados franquistas sufrió importantes daños y posteriormente para mejorar del servicio en 1956 el edificio de viajeros se incremento en una planta más. Con el objetivo de duplicar la vía en un entorno de 10 kilometros, soterrar el paso en las inmediaciones de Durango, suprimir pasos a nivel, hacer un nuevo edificio que contuviese la sede de Eusko Tren y estación propiamente dicha, dependencias de viajeros, taquillas, andenes además de un centro comercial se convocó un concurso internacional restringido de proyectos. En 2004 se decidió, tal como era ya obvio vistos los antecedentes y consecuentes de populismo político que la propuesta ganadora fuese la de la arquitecta angloiraquí Zaha Hadid (1951-1965), con una aparatosa y costosísima arquitectura en la que prima la forma antes que la función que se inauguró el 17 de diciembre de 2012 con notables deficiencias y con el paso de apenas cinco años apreciables desperfectos consecuencia de diseños tan complejos como absurdos.

Una arquitectura de estilo internacional insípida sin ninguna referencia histórica ni cultural inindentificable, puede ser cualquier cosa, en realidad ya lo es un centro comercial, con una espacialidad interior deliberada y banalmente tortuosa y como consecuencia sin significado no solo simbólico ni social sin un valor afectivo. No aporta nada a la historia de Durango, apenas el nombre de su autora. En cambio la antigua estación es fundamental en el desarrollo de la villa y a sus valores, históricos se añade el social, el sentimental, la auténtica estación propia de Durango, el urbanístico por su actual centralidad y especialmente el arquitectónico, con un estilo ecléctico, de grandes posibilidades de rehabilitación para usos de interés público como en su tiempo se hizo con la de Portugalete, Azkoitia, o Lekunberri. La estación de Durango es consustancial a su historia urbana.

Como es desgraciadamente habitual en nuestro país después de la dictadura y asumir competencias absolutas en material cultural el PNV que ha acaparado en todas las instituciones, nacionales, territoriales y municipales, salvo alguna excepción, no ha entendido, el profundo sentido identitario del patrimonio cultural, y por sus características especialmente el legado arquitectónico en todas sus modalidades. No interesa para nada, solo la demagogia puntual, con alguna ritual celebración de propaganda y demagogia como las Jornadas de Patrimonio en octubre. Es probablemente la institución política, especialmente en Bizkaia, más brutal en Europa con su herencia material, salvo los conflictos en tiempo de guerra. Lo que no destruyeron los franquistas lo destruyen los nacionalistas (generoso concepto actualmente vacío de sentido y voluntad) 1979-2017, del Estatuto a la estulticia.

Con esos pésimos antecedentes no es de extrañar que el destino de la antigua estación no le interese y el Ayuntamiento de Durango, con los habituales, por pactos de manejo político, cómplices PSOE y PP, hayan aprobado la demolición de la estación con un costo de 1,19 millones de euros propuesta por Euskal Trenbide Sarea. Entidad que ya ha mostrado su torpeza arquitectónica con las intervenciones en las estaciones de Lemoa y Eibar, el grave riesgo que se avecina en Gernika y cada vez que reforma alguna.

Es sorprendente la carencia de una elemental cultura arquitectónica y sensibilidad. Ni nuestros mayores enemigos la harían peor.

Si las diversas administraciones y empresas públicas de un país destruyen su propio patrimonio ¿quién lo va a salvar? ¿Cómo es posible que Gerediaga, las asociaciones vecinales y los durangotarras, los colegios profesionales de Arquitectos e Ingenieros, no se pronuncien, que afecto tienen con su propio legado histórico?

Obviamente se presentará una solicitud ante Eusko Jaurlaritza de incoación de expediente para la declaración de Bien Cultural Calificado, la denuncia ante el oportuno juzgado por delito contra el patrimonio cultural y un escrito de intervención y ampara a Ararteko, de acuerdo a sus recomendaciones manifestadas en la Jornada dedicada a la protección del patrimonio de los Cursos de Verano en Donostia el pasado 6 de julio.

El sentido de una estación

La estación es un hito de un proceso el principio o el final de un trayecto, de un episodio pero especialmente la puerta de llegada más habitual a un lugar. Miles de personas tuvieron su primer contacto con el pueblo cuando se apearon de un tren que les transportaba a un nuevo destino a veces definitivo en su vida. También de allí se partía para nuevos viajes de toda índole. Una referencia concreta vinculada a un horario, siempre presidida por el reloj que mide un tiempo ferroviario que regula la actividad de muchas personas, a la vez que escenario de ilusiones de encuentros y despedidas y albergue de la melancolía.

Una estación es el lugar donde el ser humano entra en una nueva relación con el tiempo mediante el desplazamiento, aumenta la velocidad y reduce la distancia, el principio de la conquista el territorio. Es uno de los pocos edificios públicos nacidos de la revolución industrial, escenario de la metamorfosis de la sociedad, de la mezcla social. Solamente del total desprecio a la propia idiosincrasia urbana, la más absoluta ignorancia y violencia cultural se puede concebir y aprobar la demolición de la histórica estación de Durango. En suma un patrimonio irrenunciable.

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