Jesús Martínez y Jesús Valencia
Internacionalistas vascos

Los halcones que nos acechan

El curso de la UPNA no se ha librado del acoso. En este caso, fueron el Centro Simón Wiesenthal y la Asociación Yad Vashem quienes remitieron sendas cartas al presidente Sánchez solicitando que cancelara el curso.

Está a punto de concluir el curso de verano que, organizado por la Universidad Pública de Navarra, comenzó el 9 de setiembre. Dicho curso ha abordado dos temas convergentes y de especial interés: al apartheid israelí contra el pueblo palestino y la estrategia defensiva de este promoviendo el boicot a Israel; se conoce como BDS y se expande a nivel mundial. El curso ha situado a la UPNA al nivel de otras universidades progresistas que denuncian la discriminación palestina y socializan la campaña del BDS.

Era de suponer que el curso provocaría la furia de Israel y de sus encubridores. En setiembre de 2001 se celebró en Durban (Sudáfrica) la Primera Conferencia contra el Racismo. Israel y EEUU pusieron el grito en el cielo cuando dicho encuentro –promovido por la ONU– apuntó a Tel Aviv como racista y xenófoba. Las matizadas declaraciones finales de la Conferencia no impidieron que los airados colegas la abandonasen antes de concluir; ambos intentaron impedir la Segunda Conferencia, celebrada en Ginebra siete años más tarde. La exposición sobre el BDS en el curso de Iruñea ha corrido a cargo de una voz autorizada y perseguida: Omar Barghouti. Fue cofundador y coordinador del BDS y, por si esto fuera poco, uno de los firmantes que se posicionó a favor de Askapena en 2015. Motivos sobrados para que el sionismo lo persiga, recorte sus movimientos y allane su domicilio.

Israel calculó mal. Minimizó las denuncias que lo tildaban de racista y supuso que con un aluvión de dólares las disiparía. El año 2006 puso en marcha la campaña de marketing «Marca Israel»; ocho años más tarde –y tras encendidos debates internos– concluyó que su imagen estaba por los suelos. Inmediatamente activó nuevas medidas para lavarse la cara sin corregir sus atropellos: mayores recursos para convertir sus embajadas en nidos de halcones, presión a los Estados amigos para que persiguieran a los activistas del BDS, viaje urgente de Netanyahu a la convención de lobbies sionistas para pedirles que se implicaran a fondo en esta nueva batalla.

Y así fue. A partir de 2014, estos grupos están desempeñando un papel mucho más agresivo que el que desplegaban hasta entonces. Sobrevuelan cualquier territorio y combaten cualquier iniciativa solidaria con Palestina: la norteamericana Aipac, la francesa Licra, la gallega Agai. Euskal Herria no es excepción: Havtajá es la asociación proisraelí que nos acecha, pero no es la única. Cuando el ayuntamiento de Kanpezu aprobó una moción a favor del BDS, rápidamente recibió el aviso de Acom (hace lo mismo en todo el Estado) que le emplazaba a los tribunales si no retiraba de forma inmediata la citada moción. Su amenaza surtió efecto.

El curso de la UPNA no se ha librado del acoso. En este caso, fueron el Centro Simón Wiesenthal y la Asociación Yad Vashem quienes remitieron sendas cartas al presidente Sánchez solicitando que cancelara el curso; el pretexto, las mismas monsergas de siempre: «los organizadores promueven el antisemitismo, favorecen a Batasuna y al FPLP». La Asociación Yad Vashem se dedica a ensalzar las bondades del sionismo y conseguir adeptos. En cuanto al Centro Simón Wiesenthal, su beligerancia es conocida; este lobby de 400.000 socios reprochó en su día al ministro de Exteriores García Margallo, descalificó a Sodepaz y denigró a la Asociación andaluza de Solidaridad Al-Quds tildándolos de antisemitas.

Los organizadores del curso lo mantuvieron a pesar de los picotazos. Gesto plausible que los honra. Gracias a ellos, Palestina ha podido informar del apartheid que sufre y experimentar, una vez más, la solidaridad de nuestro pueblo.

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