Olga Saratxaga Bouzas
Escritora

Nada más vanguardista

Deberíamos saber que, sin apoyo institucional, sin sustento económico público, la tauromaquia sería ya un engendro en extinción absoluta. La progresiva falta de interés por asistir a espectáculos de maltrato animal es evidente, y creciente en los últimos años. Hecho que preocupa en los foros taurinos. Sus falsedades acerca de las ventajas que conlleva la lidia tienen fácil contraargumentación y fugaz recorrido.

Resulta impensable analizar el actual rechazo a esta y demás prácticas de abuso a especies animales no humanas, en nuestro territorio, sin tener en cuenta la aportación de agrupaciones ecologistas a favor del derecho animal, la militancia del Colectivo Antitaurino y Animalista de Bizkaia (CAAB) −disuelto por razones económicas sobrevenidas− y el compromiso demostrado a lo largo de su trayectoria. Durante más de dos décadas, las calles de Bilbo han sido tránsito de manifestaciones contrarias al ejercicio taurino en días clave de Aste Nagusia. Se han organizado concentraciones en el exterior de Vista Alegre para exigir la abolición de las corridas de toros, soportando, además de la vigilancia desmesurada de patrullas de la Ertzaintza dotadas de furgonetas antidisturbios, la entrada en la plaza de niños y niñas, gestos despectivos, insultos machistas y grabaciones, por parte de la afición, a quienes somos contrarias a esta forma institucionalizada de crueldad hasta la muerte hacia un ser vivo.

La labor de concienciación conjunta de asociaciones, entre ellas gremiales (AVATMA), así como la contribución de la sociedad, han posibilitado la situación de declive que presentan las plazas de toros en el Estado. Hábitos con igual tipología de objetivos, ensañamiento con animales para divertimento de mentes ancladas en la Edad Antigua, necesitan ser parte de una cronología de sucesos pretéritos.

En estas fechas se ha vuelto a cometer la atrocidad anual del Torneo del Toro de la Vega, en la localidad de Tordesillas, Valladolid. Una «celebración» declarada Fiesta de interés Turístico en 1980... Si la hemeroteca no falla, la primera difusión estatal de sus cruentas imágenes en El NO-DO, en 1954, fue el inicio de campañas de sensibilización para su derogación.

De ideas contrapuestas, sin embargo, hay quien se empeña en ofrecer lecciones de vida y democracia ligadas a la tauromaquia. Alguien «especialista» en modelos de activismo feminista, en soluciones al cambio climático y en doctrina de máximas en áreas de libertad y vanguardia, nada menos. «Me parece que actualmente hay pocas cosas tan vanguardistas que ir a los toros». «Yo en pocos sitios me he sentido tan libre como en una plaza de toros». «Yo creo que ir a los toros es una lección de vida, siempre», son algunas de las perlas discursivas del derroche «especista» al que nos tiene acostumbradas en política. Surrealismo en estado axiomático con las antípodas del siglo que habitamos.

Pero no convence ni en ética ni en estética. Ni su adoración a los torturadores de oficio, porque pocas cosas más estúpidas que machos humanos desfilando seguidos de comitiva con aires de prerrogativa, pañuelos festivos al cuello y alguna que otra mantilla enmarcando el oprobio. Puedo dar referencia del asco que produce el cortejo asesino de la «masculinidad» alfa enfundada en traje de luces, cara al sol de agosto, llegando al centro de tortura animal por excelencia de Bizkaia. Gestión otorgada, desde octubre de 2019, a la sociedad arrendataria Toreo, Arte y Cultura BMF S.L., por 15 años prorrogables a 5 más. Adjudicación no exenta de conflicto y recursos interpuestos al pliego de condiciones del consistorio municipal por el resto de firmas concurrentes. Estas son las directrices del ejecutivo PNV-PSE del Ayuntamiento de Bilbo en materia de afianzar el costumbrismo medieval fuera del debate social y de la consulta popular sobre el futuro de la plaza.

Aplaudir los estertores, entre sangre y arena, de un ser herbívoro agredido, dista de ser estándar de conducta ejemplar para la infancia; se denomina aberración. Sentir placer al torturar es sadismo, nunca cultura. Defender aún la tauromaquia o exhibiciones congéneres, próximas a concluir el primogénito cuarto del siglo XXI, es deleznable, y decir que es paradigma de lucha feminista es el colmo de la desfachatez.

Mal asunto tener en cuenta sus dogmas para construir convivencia pedagógica o, peor todavía, que caiga en sus manos la elaboración de una tabla periódica de episodios democráticos acontecidos a lo largo de la historia de la civilización. Cada quien es cada cual, dice Serrat. Yo prefiero la revolución a las pesadillas y un siux más que el séptimo de caballería, como él. Prefiero el toro a los toreros y estar detrás de la pancarta de «Zezenketarik ez». También a mí se me caen las lágrimas, de impotencia y vergüenza.

Afortunadamente, solo comparto ADN humano.

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