Gorka Martija
Investigador de OMAL-Paz con Dignidad

Pensar las pensiones desde un horizonte emancipador del trabajo

Solo mejorando las condiciones de trabajo de la clase trabajadora y saliendo del estrecho marco de lo contributivo podremos enfrentar el reto que tenemos por delante.

Lo laboral se ha situado en el centro de la acción del Gobierno español de coalición desde el momento mismo de su constitución: subida del SMI, generalización de los ERTE para hacer frente al parón pandémico de la economía, y, por supuesto, reforma de las pensiones y «derogación/modernización» de la reforma laboral. Con extremada parsimonia y no sin disputa interna, parece que finalmente va deshojándose la margarita respecto a estas dos peliagudas cuestiones, que se habían fijado como límite para finales del 2021. Ambas cuestiones directamente sometidas al corsé del semestre europeo, condicionando la recepción de los fondos Next Generation EU, tal y como denunciamos desde la plataforma Euskal Herriak Kapitalari Planto!

Dejando a un lado la derogación/modernización de la reforma laboral, en materia de pensiones parece predominar el alma más neoliberal del Gobierno, encarnada en un ministro Escrivá forjado en el entorno corporativo del BBVA. Así, tras anunciarse a bombo y platillo hace algunos meses la intención de derogar el lesivo y antipopular factor de sostenibilidad (mecanismo de recorte de la cuantía de las pensiones auspiciado por el PP en la reforma de 2013, que indisimuladamente abogaba por la promoción de los planes privados), aún seguimos pendientes de la herramienta que lo sustituirá.

Una decisión que marcará hasta cierto punto el grado de vocación transformadora que este gobierno quiera aplicar a este ámbito de tan difícil resolución. Difícil por el envejecimiento exponencial de sociedades como la vasca, por la jubilación de la generación del baby boom, por la presión privatizadora ejercida por el poder corporativo y sujetos como la Unión Europea, etc. Un ámbito en el que, de no implementar miradas emancipadoras de largo alcance que atañen a la propia concepción comunitaria y social del trabajo, es cada vez más probable que los números no den, o que no haya voluntad real para que los números den.

Ante este panorama, los recientes globos-sonda del ministro parecen abogar por crear un mecanismo de equidad intergeneracional que, en su concreción, pasaría por subir un 0,5-0,6% las cotizaciones de personas trabajadoras y empresas para así ir reponiendo la hucha de las pensiones. Asimismo, se propone fijar un horizonte temporal de medio plazo en el que este sistema se revisaría, planteando recortes sobre pensiones futuras en caso de persistir la insuficiencia del mismo. Desde distintos ámbitos a la izquierda del PSOE se ha señalado como un avance el hecho de que se abandone una visión centrada en el recorte de las pensiones, en favor de medidas que incidan en un aumento de la recaudación. Siendo esto parcialmente cierto (a expensas de que se concreten los acuerdos con Bruselas, que parecen ir en sentido contrario), creemos que es insuficiente, ya estamos ante una propuesta claramente orientada a aplazar el problema hacia escenarios futuros, sin romper en lo esencial con la gobernanza hegemónica en materia de pensiones. Y, desde luego, se sitúa de espaldas a la apertura de miras que requiere este ámbito desde una óptica emancipadora y de transformación social.

En el informe “Trabajos emancipados frente a la ofensiva capitalista” que desde el OMAL publicamos en 2020, planteábamos una serie de parámetros, apuestas y medidas concretas para nutrir una nueva visión del trabajo centrada en la resolución de las necesidades sociales y comunitarias frente a las lógicas sistémicas de dominación y alienación mercantilizadora. Proponíamos aquí desmercantilizar y colectivizar la resolución de las necesidades sociales; deslaboralizar el acceso a derechos; y reorganizar, redistribuir y revalorizar los trabajos socialmente necesarios, desde ópticas antagónicas a las que nos impone el capitalismo patriarcal y colonial.

Para el caso que nos ocupa, la redistribución de trabajos estaría directamente vinculada a una reducción del tiempo de trabajo sin merma salarial, lo que se traduce en rebajar la edad de jubilación pero no la cuantía de las prestaciones recibidas. No hemos escuchado nada en este sentido por parte de Escrivá, ni siquiera para revertir la subida hasta los 67 años de la reforma del PP, e incluso se fomenta una cultura del empleo que naturaliza su desarrollo hasta los 75 años.

Al mismo tiempo, deslaboralizar el acceso a derechos y trascender la «dictadura del salario» requeriría blindar el sistema público de pensiones y reforzar su dimensión no contributiva. La actual propuesta de Escrivá no da un paso firme en ese sentido. Si bien es cierto que aparentemente apuesta por el incremento de la recaudación en detrimento del recorte directo, el mecanismo de revisión periódica planteado abre la puerta al recorte y la privatización futuras, que parecen garantizados a medio plazo de no tomar medidas de calado.

Además, el aumento de las cotizaciones de las y los trabajadores, en un contexto de inflación desbocada, supondrá en la práctica una devaluación salarial, así como un reforzamiento de la lógica contributiva del sistema de pensiones, cuando es más necesario que nunca ampliar la mirada no contributiva en base a una fiscalidad progresiva que grave al capital y al patrimonio. En este sentido, solo mejorando las condiciones de trabajo de la clase trabajadora y saliendo del estrecho marco de lo contributivo (especialmente para el caso de tantas mujeres que, al no haber desempeñado empleos formales durante su vida, se encuentran ahora sometidas a pensiones de viudedad claramente insuficientes para el desarrollo de una vida digna) podremos enfrentar el reto que tenemos por delante.

En definitiva, frente a los mensajes contradictorios de la propuesta institucional, debemos posicionar una agenda popular audaz y ambiciosa, aterrizada sobre el ámbito vasco de relaciones laborales y lucha de clases, que aúne la rebaja de la edad de jubilación sin merma de las prestaciones y una fiscalidad verdaderamente progresiva, y con la mira puesta en el debate más amplio sobre los trabajos socialmente necesarios, ya sean desempeñados dentro o fuera del mercado. A grandes retos grandes respuestas, ya no podemos permitirnos que quienes manejan los hilos del poder no se enfaden.

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