Pensión mínima de 1.080, salarios y Escrivá-Macron
Todas las instituciones sociales, incluida la Seguridad Social, son todas ellas, sostenidas a través de la economía que generan, fundamentalmente, las trabajadoras y trabajadores con su trabajo
Durante el ayuno encierro que el Movimiento de Pensionistas de Euskal Herria (MPEH) ha protagonizado en Bilbao entre el 13 y 18 de marzo, han sucedido tres hechos importantes que hay que observarlos atentamente y tenerlos en una consideración de primer orden. La puesta en primer plano informativo de la pensión mínima de 1.080 euros en 14 pagas. La propuesta que traía el ministro Escrivá de la Unión Europea es la segunda, y las derivas de Macron en Francia, la última.
Se ataca a la pensión mínima de 1.080, no solo desde los poderes fácticos y desde la derecha, sino desde los mismos sindicatos de la Mesa de Dialogo Social. El movimiento pensionista ya ha explicado qué es la pensión mínima para garantizar una vida digna de toda persona mayor de 65 años en esta sociedad.
Expliquemos una vez más. El argumento más sencillo y evidente: si a una mujer, cuando presenta los papeles en la Seguridad Social para la jubilación a los 65 años, se le espeta que la escasa pensión resultante es causa de su insuficiente contribución a la Seguridad Social, es evidente que las causas que explican esa insuficiencia deben ser muy profundas.
Es muy fácil decir que esa mujer ha vivido de los ingresos, del trabajo o de la generosidad de su pareja. Esa es precisamente la verdad, pero al revés. Somos los hombres, y la sociedad en su totalidad, los que hemos vivido y seguimos viviendo de la generosidad del trabajo de las mujeres. Trabajo gratuito, sí, pero que su valor económico y social supera con creces el valor conjunto de los 38 años y medio de cotización que la Seguridad Social exige para una pensión de jubilación del 100%. Este ejemplo, totalmente real debería ser suficiente para entender que toda pensión de personas mayores de 65 años, debe alcanzar como mínimo los 1.080 euros en el año 2023, y el 60% del salario medio a partir del año 2024.
Esto no es un cuento, no. ¿Acaso no se reconoce como tiempo cotizado al trabajador –a quien una empresa a tenido trabajando sin contrato legal– con solo demostrar los hechos? Pues bien, la realidad de la mujer tiene a toda la sociedad por testigo. Aplíquese la ley y dejémonos de cuentos.
Para no dar ese paso se aduce a la insostenibilidad del sistema. Se explica diciendo que los ingresos no cubren con suficiencia esos gastos que seguirá aumentando y los ingresos no. Caramba, como si las cotizaciones hubieran nacido con el «Big Bang». Pues no, nacieron en un contexto concreto.
También el trabajo asalariado tuvo su nacimiento. En la esclavitud no había ningún balance de gastos e ingresos en salarios. Bastaba con echar de comer a los y las esclavas, pues a aquello no podemos llamarlo «dar de comer». Pero con la Revolución Industrial, los salarios tuvieron que ser sostenibles. Luego con la lucha obrera llegaron las pensiones y de facto tuvieron que ser sí o sí, sostenibles; llegó la Seguridad Social y sí o sí fueron sostenibles; y la sanidad y el sistema educativo, y más de lo mismo. La definición de todo ello no se corresponde con la palabra «sostenible», sino con la palabra «sostenida». Todas las instituciones sociales, incluida la Seguridad Social, son todas ellas, sostenidas a través de la economía que generan, fundamentalmente, las trabajadoras y trabajadores con su trabajo, y así seguirá siendo.
En la actualidad (desde el año 2018), la misma generación que luchó por los salarios en la transición se encuentra de nuevo en las calles luchando por el poder adquisitivo de las pensiones y por unas pensiones mínimas dignas de 1.080 euros, pero Escrivá y los acuerdos de la Mesa de Dialogo Social nos viene a decir que la Seguridad Social y el Sistema Público de Pensiones no es de las trabajadoras y trabajadores y que una buena parte hay que dárselo a la Banca. Inaudito, los sindicatos asientes y firman que sí.
Estos mismos días, Emmanuel Macron, ha ido más allá y ha recortado el sistema publico de pensiones de reparto en Francia, dando la espalda a todos los sindicatos, a la sociedad y a la propia Assemblée Nationale (Congreso de Diputados). Este señorito ha traspasado todas las líneas rojas, convirtiéndose en una especie de «pequeño dictador». Al contrario que en el Estado español, ningún sindicato le ha dicho sí, al contrario, han dado un NO rotundo. La sociedad europea se prepara para responder a una realidad social e institucional anclado en el pasado. Europa se enfrenta a una transición social, y eso no se puede hacer como pretende Macron.
Mientras tanto, una recomendación a toda persona, sea joven, pensionista, o trabajadora. A todos aquellos partidos y sindicatos que rechazan que una persona mayor de 65 años debe cobrar como mínimo una pensión mínima de 1.080 euros para tener una vida digna y el trabajador un salario mínimo interprofesional de 1.200 euros, «no les deis nada». Te pidan lo que te pidan, no les des nada, al menos durante los próximos 12 meses.
Después verás como sí quieren hablar contigo. Eso sí, si eres joven tal vez te los encuentres en la cola de Lanbide, o si trabajas tal vez lo veas en una contrata de limpieza en Basurto. Entonces podrás explicarle las causas de su nueva situación diciéndole: es que lo tuyo era insostenible, de tu contribución social mejor no hablamos…