Pensiones públicas dignas: ¿una lucha anticapitalista?
El carácter anticapitalista del movimiento de pensionistas reside en el reparto equitativo de la riqueza, unido a la incorporación de la lucha por un salario mínimo decente, asi como a la derrogación de las reformas laborales. Sin olvidar, la capacidad de autoorganización, pluralidad y perseverancia de nuestra lucha.
A pesar de que las reinvindicaciones que reclamamos en nuestros «lunes al sol» de las concentraciones semanales en los ayuntamientos son bien concretas e implica pequeños logros, el concepto básico que conlleva la exigencia de pensiones públicas dignas para todas las personas trabajadoras, es profundamente transformadora. Un derecho básico, pero al mismo tiempo anticapitalista.
En nuestra juventud, en los oscuros tiempos del franquismo, muy dados a posturas de negro o blanco, era corriente el debate entre actitudes reformistas y revolucionarias. Y todo lo que no fuera utopia a lo grande frecuentemente era menospreciado. Casi todo lo gradual era despreciado. No merecia la pena nada que no planteara cambio radical e inmediata de la sociedad. Luchar por pequeños logros y avances progresivos era sinónimo de tibieza y reformismo.
El tiempo y la experiencia me ha enseñado que la diferencia entre el reformismo y lo revolucionario no estriba en el gradualismo de las reivindicaciones sino el objetivo que persigue la lucha: luchar por un cambio radical del sistema socio-político del capitalismo o conformarse con maquillajes sin cambiar nada la lógica del sistema, que no es otro que caiga quien caiga obtener el máximo beneficio económico.
La lucha por unas pensiones dignas tiene una gran dimensión socio-política porque es la base del reparto de la riqueza para la gran mayoría de la población, concepto totalmente antagónico del principio capitalista del máximo beneficio para unos pocos. El reparto de la riqueza, en una fase del capitalismo diferenciada precisamente por la acumulación de la misma en unas pocas familias, condenando al resto a una penuria generalizada, es pues, profundamente anticapitalista y revolucionaria.
El carácter anticapitalista del movimiento de pensionistas reside en el reparto equitativo de la riqueza, unido a la incorporación de la lucha por un salario mínimo decente, asi como a la derrogación de las reformas laborales. Sin olvidar, la capacidad de autoorganización, pluralidad y perseverancia de nuestra lucha.
El reparto de la riqueza implica cambio de la lógica del sistema. Es un paso importante en poner a la persona,en lugar del dinero, en el centro de la economia. Cambiar el máximo negocio de unos pocos por el de garantizar la dignidad de todas las personas trabajadoras. Aunque no logremos la igualdad entre todas las personas, que a nadie le falte lo mínimo para vivir con dignidad. En una sociedad que se produce lo sufiente para que todas tengamos una vida digna, se garantice en la práctica la misma. Pone en entredicho la hegemonia del dinero y el negocio a costa de la pobreza de una mayoría.
Cuando EH Bildu planteaba en la Parlamento Vasco completar las pensiones más pobres progresivamente hasta los 1080 euros, el gobierno de Urkullu se negaba en redondo fundamentalmente por el concepto que ello conllevaba del reparto de la riqueza. Estaba dispuesto a negociar incluir una partida en el RGI, como ayuda, pero se negaba a reconocer a las trabajadoras el derecho a participar en el reparto de ella. Estaban dispuestos a ayudar a la pobre gente, pero nunca a reconocernos que con ello simplemente cumplían con un deber social. Aparentemente baladí, pero en la práctica con una gran carga de profundidad.
Para terminar, dos palabras, sobre las pensiones privadas. Es evidente que nada hay de ilícito en que cada persona invierta su dinero en los planes de pensiones que quiera. Pero, proponer como solución de futuro para la clase trabajadora, planes de pensiones privadas, me parece un insulto. Una manera directa de condenar a la gran mayoría de la juventud actual, a la pobreza en el futuro. Un planteamiento orientado a desaparecer las pensiones públicas dignas y limitar el bienestar social exclusivamente al sector de la población que tenga un buen nivel adquisitivo. Y no nos engañemos, por desgracia esa es la oferta tanto del PNV como del PSOE.
Por todo ello, repito mis primeras palabras de este texto: luchar por unas pensiones públicas dignas es directamente anticapitalista, profundamente revolucionario. Todas las personas que nos implicamos semanalmente, o puntualmente, en las concentraciones de los lunes o en las masivas manifestaciones, desde la pequeña exigencia de nuestras pensiones, estamos sembrando y alimentando la utopía de una nueva sociedad más justa y solidaria.