PNV: todo para el pueblo, pero sin el pueblo
El Gobierno Vasco dice ahora que va a abrir un proceso de consulta a los ciudadanos de Busturialdea. Una cuestión que cuando menos sorprende porque se trata de algo inhabitual en el «modelo de gobernanza» que practica el partido gobernante, el PNV, tanto hacia sus propios afiliados, como en el seno del gobierno de coalición con el PSE (un mero adorno), como hacia el conjunto de la ciudadanía a la que dice representar.
La primera consideración que cabría hacerse para este cambio de postura, quizás tenga que ver con que este territorio, otrora feudo electoral de los jelkides, ha pasado a ser una más de las comarcas en las que empiezan a vislumbrar la dimensión del batacazo que se pueden pegar en futuras convocatorias electorales.
Nunca estuvo ni se le espera en el código genético de este partido abrir consultas ciudadanas. Su historia, la pasada y la reciente, va justamente en dirección contraria. Su modelo es el de «vótadme, que yo ordeno y mando». Por tanto, ¿a qué puede obedecer esta súbita veleidad de dar la palabra a esta comarca? ¿Será que le ha dado un ramalazo de «democracia cum laude» y quiere que la ciudadanía de Busturialdea pueda dar a conocer sus inquietudes, realizar observaciones, plantear otras propuestas y, en última instancia, dejar que opine sobre alguna cuestión que le afecte de manera relevante?
Difícil de creer vistos los antecedentes y todo parece indicar que este cambio de rumbo puntual responde más a intereses del propio partido jeltzale, que intenta dar una puntada y hacer un remiendo a su ya cada vez más deteriorado traje de luces, que a una verdadera “consulta” con capacidad decisoria de la gente.
El PNV es consciente de que su proyecto estrella (el Guggenheim Urdaibai) está «herido», no sabe si de cierta consideración o, incluso, de defunción por paro cardíaco o, también podría ocurrir, de muerte perinatal. Y es que se han equivocado de proyecto, está sustentado sobre alfileres, genera amplios rechazos y, para más inri, andan dando volantazos como un vehículo sin dirección y con un conductor, el lehendakari, acostumbrado a vendernos autovías y túneles de gran calibre.
Sí, el proyecto Guggenheim Urdaibai se encuentra atrapado en un túnel interminable en el que sus promotores, tras descabalgar a Urkullu con la colaboración estrecha del EBB, se pusieron afanosamente manos a la obra a excavar y ahora resulta que no saben ni dónde están ni lo que les falta por escarbar, así como los materiales que en forma de «desbroces» aún han de retirar.
Los hechos son más que evidentes. Ante su falta de ideas, ante su total inoperatividad durante decenios en esta comarca, que la ha dejado sumida en el más absoluto de los abandonos, el PNV miró a ver qué le había dado algún resultado en las últimas décadas y se creyó que con repetir en Busturialdea la fórmula del Guggenheim Bilbao ya sería suficiente. Igual que esa tienda del Casco Viejo de Bilbao que ofrece «caganers» (figuritas que se colocan escondidas en los belenes catalanes en una posición un tanto indecorosa) y ahora se ofrecen en versión vasca, con representaciones del Olentzero, de Jon Rahm, o de lehendakaris como Urkullu (¿no está Pradales?) o jugadores del Athletic.
Pero una cosa es la falta de ideas y otra, mucho peor aún, la de creer que es brillante la única que tienes. Así las cosas, es normal que lo que ya comienza mal, acabe en desastre.
Del se hará «Sí o Sí» el Guggenheim Urdaibai, el PNV ahora ha pasado a anunciar (¿otra idea brillante?) que va a «consultar» a la comarca mediante una serie de reuniones con distintos agentes económicos y sociales para… ¡txan-tatatxan!… seguir con el «Sí o Sí», lo cual no es sino una muestra de debilidad congénita de un partido que comienza a presentar signos de deterioro cognitivo relevantes que hacen que hasta incluso algunos de sus adeptos y seguidores comiencen a abandonar el barco o muestren fuertes discrepancias en privado con la capitanía al mando.
Así que esta «consulta» sirve, en primera instancia, para tapar la vía de agua que se había abierto en la «txalupa» del PNV, poco acostumbrada hasta ahora a navegar en aguas profundas y revueltas y a contracorriente.
Lo ocurrido es evidente. Han tenido que pasar casi dos años desde que se conoció el proyecto y, lo que es aún más crucial en este caso, que se haya levantado una contestación social importante, para que el PNV se haya visto obligado a «revaluar» su posición inicial, dando un giro táctico destinado a “hacer que hace algo” pero para que todo siga igual, con el único propósito de que la embarcación continúe su curso y no se vaya a pique.
De esta forma, del inicial se hará «Sí o Sí», sea como sea, se ha pasado, al «dame tu opinión, que el Museo se va a hacer “Sí o Sí”, digas lo que digas y te pongas como te pongas». Un mero cambio cosmético de decorado, como cuando intentamos engañar a un infante con algo aparentemente atractivo antes de endilgarle el puré que le espera en el plato.
Pura parodia. Ese es el fin último de una «consulta» destinada a ofrecer la imagen de que el Gobierno Vasco va a tener en cuenta la opinión de la ciudadanía cuando, ya de antemano, plantee lo que plantee, no se la va a hacer caso.
En el fondo de esta cuestión yace, además, el hecho de que este partido se ha sumado con inusitado ímpetu a la ola neoliberal de enarbolar supuestos proyectos tractores, cuando no megalómanos, que acaban absorbiendo buena parte de los presupuestos públicos en detrimento de la calidad de la enseñanza o de la sanidad públicas, o de necesidades derivadas de la asistencia social y del cuidado de la vida en su más amplia acepción.
Produce sonrojo ajeno tener que escuchar que este es un proyecto de «nación» que, además, pretende unir Arte con Naturaleza y que, desde un punto de vista cultural, es «estratégico», cuando solo ocupa dos miserables líneas (ver página 62) en el Plan Cultura 2028 del Gobierno Vasco.
Hay que tener mucha desvergüenza para intentar colar un proyecto que nadie demandó, que no se ha consensuado con los creadores y artistas y sectores culturales de nuestro territorio y que, para más inri, no cuenta con el apoyo de la población local sino, al revés, con un rechazo abrumador, tal y como se ha manifestado en las dos manifestaciones celebradas en Gernika en los dos últimos años, convocadas por la plataforma Guggenheim Urdaibai STOP y secundadas, además, por numerosos colectivos sociales.
Produce más indignación aún en estas fechas, visto lo que ha ocurrido en Valencia, que tanto la sede prevista para la edificación del Museo en Gernika como la de Murueta se encuentren en zonas inundables y el PNV y el PSE sigan mirando para otra parte.
Las recientes palabras de la diputada general de Bizkaia, Elixabete Etxanobe, aduciendo que «tenemos que salir a la calle a explicar qué es y qué no es este proyecto» y añadiendo que «vamos a habilitar junto al Gobierno Vasco espacios de escucha y de dar a conocer las características reales del proyecto», sería mejor que se lo aplique primero a su propio socio de coalición, el PSE, que por boca de su máximo dirigente, Andueza, afirma desconocer en qué consiste este proyecto.
En definitiva, lo que se pretende con este proceso de «consultas» es que se acepte algo inaceptable de raíz, que no es opinable, como no lo es, salvando las distancias y contextos, la validez o no de un genocidio en Gaza. Y no es opinable porque este proyecto lesiona normativas y dañaría de forma irreversible la biodiversidad de Urdaibai, amen de otras muchas afectaciones derivadas de una turistificación masiva, carestía de vida, precariedad laboral, gentrificación, etc.
Estamos, por tanto, ante un auténtico «tocomocho» disfrazado de propuesta, que con la excusa de pretender salvar Busturialdea, no es sino un exponente máximo de ese despotismo ilustrado imbuido de paternalismo barato que desde hace ya más de dos siglos acuñó ese lema que cada vez es más constatable: «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo».