Juan Mari Zulaika
Miembro de Goldatu

Por una Ley de Todas las Víctimas, no discriminatoria

No decimos que la política de «pequeños pasos o mini-acuerdos» propiciada por la secretaría de Jonan Fernández sea del todo negativa, pero sí que es altamente discriminatoria.

Trocear la historia en períodos como nos troceaban los embutidos en la cárcel, datar el origen de la violencia en el año 60 pasando por alto la guerra y los 20 años posteriores, usar términos eufemísticos como «abusos» policiales o el de «represión ilícita», falsean el relato del «conflicto vasco» y favorecen discursos perversos como los del PP que pivotan exclusivamente en las víctimas del terrorismo. Plantear con estas premisas el axioma de la igualdad entre todas las víctimas es una broma de mal gusto. Hay supuestos que no pueden justificarse en razón de dudosos consensos.

Con reticencias, es verdad, pero el colectivo de expresos y expresas “Goldatu” asistimos al homenaje a las Víctimas del Franquismo el 14 de mayo en Donostia. Una vez más comprobamos la ausencia oficial de las presas y presos de la dictadura. De los 18 representantes elegidos por la organización, sólo uno les representaba; el resto eran víctimas de la guerra. ¡Bravo por tod@s ellos! Pero, ¿dónde está el reconocimiento a los resistentes que poblaron las cárceles franquistas de Larrinaga, Basauri, Martutene, Soria, Burgos, Ocaña, Carabanchel, Puerto Sta María, Alcalá Meco, Soto Real, Cáceres, la Concordataria de Zamora, etc., etc.? ¿Dónde están?

Echamos en falta que el Gobierno de Lakua no publique un informe sobre la cárcel, cuando ha sido junto a la tortura el medio de represión más generalizado del franquismo en cualquiera de sus fases, guerra, posguerra y 4 décadas de dictadura. ¿Sabemos cuántos miles de jóvenes sufrieron presidio? ¿Cuántos miles de años soportaron tras los muros la represión más injusta? En buena hora se incorporó el capítulo de la tortura, –cerca de 5000 según el informe de Ivac/Krei–,  que casi siempre se acompaña de cárcel. Constituye ésta una tortura más y no menor, como reconocen los propios torturados. Curiosamente, he sido reconocido como víctima, pero no tanto por los 8 meses de cárcel en Zamora, sino por la paliza que me propinó la Guardia Civil de Eibar. ¿Qué es peor?

El lehendakari en su alocución aludió, aunque de forma muy genérica, a los que resistieron al franquismo luchando por el euskera y por la cultura. No subrayó la política carcelaria masiva de la que fueron víctima las generaciones que lucharon  por las libertades políticas y sociales. Más que una «resiliencia» a la que se refirió la organización, aquélla fue una resistencia épica, que acorraló a la dictadura, aunque no consiguiera la transición que buscaba. Buena parte del público asistente eran expresos y apoyaron con su firma un documento exigiendo a Lakua un compromiso explícito por los presos franquistas.

El homenaje sonó a despedida de las víctimas entre 1960 y 1977. De hecho, Lakua quiere trasladar ahora el foco a cargo de una nueva Ley de Víctimas al período 1979-1999. No sólo no enmienda ninguna de las carencias anteriores, sino que da por cerrada la fase dejando muchas víctimas relegadas. ¿Por qué cerrar fases, cuando sólo se ha descubierto la punta del iceberg? La nueva ley acogerá, sin duda, a un puñado de víctimas nuevas, lo que siempre es positivo y explica la negativa del PP y UPD a colaborar. Pero, tratándose de una época aún más problemática porque arrecian las actuaciones sangrientas de ETA, ¿cuántas víctimas de la guerra sucia, de muertos en la calle o en las comisarías por las fuerzas del orden o encarceladas gratuitamente por el sistema por largos períodos, quedarán desamparadas sin reconocimiento, o en todo caso, discriminadas a una categoría inferior de víctimas, por negarles el paraguas «del terrorismo»?

Paco Etxeberria ha criticado al proyecto porque contempla los daños físicos, no tanto los síquicos, cuando éstos importan igual en una violación de derechos humanos. En línea con el argumento, es de criticar que el nuevo proyecto siga sin  mencionar la cárcel, cuando en la Transición se la utilizó sistemáticamente junto con la tortura, igual que en la dictadura. La tortura puede dejar secuelas físicas; no necesariamente la cárcel, aunque sí produce enorme sufrimiento y deterioro sicológico. García Salve, huésped de la cárcel de Zamora, así lo expresó, «la cárcel es una trituradora de personas».
 
Bienvenida la nueva ley aplicada a las víctimas de la «represión ilícita» de la transición, pero no hay por qué cerrar la fase anterior cuando quedan tantas víctimas sin reconocer todavía, de la guerra, de las décadas oscuras del 40 y 50, de las cárceles de los 60-70, los ejecutados, los muertos de Martín Villa, etc.

En cuanto a la nueva fase, no se entenderá que queden impunes, evidentemente, la tortura y la prisión de los directivos de ‘Egin’ y ‘Egunkaria’, ni siquiera los casos de tantos militantes de la izquierda abertzale que han soportado años de cárcel, aún cuando ningún tribunal les probara delito terrorista alguno. La teoría de «todo es Eta» y la aplicación de políticas penitenciarias de excepción han levantado en España un monumento a la violación de Derechos Humanos de difícil parangón en ningún otro Estado de la Europa moderna, como reiteradamente denuncia Amnistía Internacional.

Los memorialistas abogamos por una Ley Integral de Todas las Víctimas, no discriminatoria, que no oculte períodos, ni juegue con distingos eufemísticos y garantice igualdad de trato de unas y otras, todas víctimas de un terrorismo u otro.

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