Aster Navas
Director de Burdinibarra BHI

¿Qué hace un currículo como tú en una escuela como esta?

Sí, este currículo «remueve», conmueve y también promueve: programación por ámbitos, transversalidad, docencia compartida, autonomía de centro… Pinta bien. Por eso da tanta pereza, tanta pena, la batalla demagógica que, lamentablemente, se librará dentro de unos meses en la arena política y mediática.

«Remover». Teníamos «conmover» pero no era lo mismo. Ahora las imágenes nos «remueven». El volcán, Kabul, la pandemia «nos han removido». Y quizá estemos en lo cierto porque posiblemente esas experiencias nos descolocan o nos recolocan las prioridades, rebareman nuestras expectativas, remueven. «Remover» tiene además un poso orgánico que va más allá de la emoción o de la conmoción; tiene algo de terremoto interior que te deja tambaleando y eso es, en definitiva, lo que estamos sintiendo.

Algo así me ha ocurrido recientemente con unas declaraciones de Andreas Schleicher, director del área educativa de la OCDE en las que afirmaba que nuestro sistema educativo «prepara a los alumnos para un mundo que ya no existe». El diagnóstico, las palabras del máximo responsable del informe PISA «me han removido cosas por dentro» profesionalmente. Porque la frasecita de marras, como te pille bajo de defensas, se las trae y, lo peor de todo es que no falta en absoluto a la verdad sino que nos pone frente al espejo. En este país, la Educación y la Iglesia (a menudo de la mano) han ido siempre muchos metros por detrás de la sociedad; no nos hemos asomado a las ventanas del aula para ver qué estaba ocurriendo fuera, qué competencias, qué conocimientos se necesitaban realmente en la calle; para entendernos: hemos seguido, seguimos, de hecho, fabricando tubos catódicos en un mercado de pantallas de alta definición.

Para profundizar en este tema nada mejor que «¿Qué hace una escuela como tú en un siglo como éste?» del sociólogo Rafael Feito.

He llegado hasta el tío Andreas buscando en la Red el borrador del nuevo currículo educativo LOMLOE y debo decirles que me gusta con lo que he tropezado y que me convencen especialmente quienes lo han inspirado y sustentado; gente, pilares muy sólidos como Ángel Pérez Gómez. Autor de «Educarse en la era digital», describe perfectamente la tesitura en que nos encontramos: «estamos educando a los estudiantes para desempeñar trabajos que no existen, en los que tendrán que utilizar tecnologías que aún no se han inventado para resolver problemas que todavía no se han planteado».

No, esta tampoco está nada mal. El párrafo «remueve» y mucho. O te hunde en la miseria porque resulta inasumible o te pone las pilas porque es un reto fantástico y supondría un reciclaje continuo. Lo podemos encontrar en la Nube: «Ser docente en tiempos de incertidumbre y perplejidad». Revista "Márgenes". Universidad de Málaga. El título ya es de por sí lo suficientemente elocuente.

Nada tienen que ver, además, los puntos de partida de esta reforma con los de la nefasta ley Wert, tan sorda con la comunidad educativa y con los docentes. En esta ocasión Pilar Alegría ha reclutado a gente con muchos años de de tiza como Guadalupe Jover o César Coll, un tipo que sabe lo que se nos vendrá encima cuando toda esa ilusión busque el consenso: «Cuando hablamos de currículo hablamos de qué tipo de persona queremos contribuir a formar, y por tanto, de qué sociedad. Lo que no es normal es que no nos pongamos de acuerdo sobre lo mínimo».

Sí, este currículo «remueve», conmueve y también promueve: programación por ámbitos, transversalidad, docencia compartida, autonomía de centro… Pinta bien. Por eso da tanta pereza, tanta pena, la batalla demagógica que, lamentablemente, se librará dentro de unos meses en la arena política y mediática, el incierto viaje hasta acabar domesticado, convertido en un libro de texto.

Sí, va a ser difícil que salga ileso.

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