Cecilio Rodrigo

Soldados de barro jugando al parchís

Para saber de dónde viene el juego del parchís y quién lo inventó leemos en la Wikipedia.

Dice:

«En su origen, el parchís no es español, sino que fue un juego inspirado en las carreras de caballos, inventado por Akbar el Grande, conquistador de la India en el siglo XVI.

Por eso en algunos juegos de parchís antiguos aún las fichas son piezas con forma de caballo. Aunque posteriormente este concepto derivó en fichas con forma de gorro frigio, simples círculos o figuras abstractas.

También se pueden apreciar los origines ecuestres en los movimientos de las fichas como el 'salto' o 'comer'. Esta última representando el momento en el que un jinete alcanzaba a otro y acababa con él durante la batalla. La palabra usada en el juego original era 'degollar' pero también se reformuló para la versión comercial española».

¡Vaya, se trataba de ‘degollar’ al enemigo! Creía yo que era un entretenimiento inofensivo; pero no, pues se trata de un juego cuyo objetivo es avanzar, ganar terreno, ocupar casillas, ganar ‘cuadrículas’, conquistar metros cuadrados.

Estos días pasados he leído en varios medios que Rusia ha ganado en el último mes un montón de kilómetros cuadrados en suelo ucraniano. Una publicación lo ilustraba con un esquema dibujando 24 columnas de los últimos 24 meses de guerra. Las columnas del esquema son más o menos altas en función de la superficie ganada dada en kilómetros cuadrados. En el medio no hablaban de muertos ni heridos ni lisiados ni huérfanos ni viudas ni ancianos condenados a la soledad ni de ciudades, industrias o campos arrasados. Solo mencionaban y ponderaban la superficie ganada medida en kilómetros cuadrados. Justo-justo tal y como hacemos contando las casillas, las cuadrículas que ganamos jugando al parchís sin ‘degollar’ a nadie.

Pero no es verdad. Para muchas personas la guerra no es un juego. Algunos medios calculan que ya hay más de un millón de muertos y heridos entre soldados ucranianos y soldados rusos.

El gobierno de Ucrania acaba de poner en marcha una nueva leva para intentar reclutar 160.000 soldados más. Ya tiene un millón en el frente, pero necesita más.

Mientras continúan con la guerra aumentan sin parar las cifras de desertores en ambos bandos. Tal vez estos desertores, o quizá muchos de ellos, han leído a León Tolstoi y sus libros “Guerra y Paz” y “Haxi Murad”. Tolstoi creía que la barbarie de las guerras desaparecería un día porque los soldados, antes o después, comprenderían que ‘desertar’ es el medio mejor para erradicar las guerras. Tal vez han leído estos numerosos desertores a Kant y su opúsculo “Hacia la Paz Perpetua”. Kant creyó que con la atenta lectura de su librito nacería en los hombres un anhelo imborrable hacia la paz perpetua.

Tal vez estos numerosos desertores han leído la obra de William Faulkner: “Una fábula” en la que cuenta el conato de rebelión, de deserción masiva que tuvo lugar en las trincheras-sepulcro de la primera guerra mundial. Tal vez estos numerosos soldados han leído el pasaje de La Iliada en el que Homero cuenta cómo Héctor antes de entrar en la batalla se despide de su mujer Andrómaca:

«Puso el niño en brazos de la esposa amada, que al recibirlo en el perfumado seno sonreía con rostro todavía bañado en lágrimas. Notólo Héctor y compadecido acaricióla, con la mano».

La guerra es un juego para las personas que las dirigen a distancia.

Para los soldados no es un juego.

Los soldados mueren con las botas puestas en las trincheras y vuelven a casa convertidos en barro.

¿Se han degollado, se degüellan, jugando al parchís?

Ez adiorik!

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