Trabajo, impuestos y deuda pública
Cuando salgamos del confinavirus no podemos permitir que vuelvan al esquema de la crisis del 2008 de ninguna manera. Este episodio y esta experiencia colectiva y global tienen que servir para avanzar hacia una nueva economía donde la vida y las personas estén en el centro. Hay que transitar a un nuevo modelo social.
La deuda pública mundial no para de crecer. Se calcula que la deuda pública y privada mundial anda en un 300% de su PIB. No se piense nadie que la Tierra debe esas cantidades a Marcianos. Lo debe a los ricos y al sistema financiero de los países más ricos. Los acreedores, no son otra cosa que simples terrícolas.
Como es posible que la Humanidad haya producido hasta 10 veces su PIB en dinero especulativo y financiero (en pocas manos por cierto). Si a ellos sumamos la deuda que es 3 veces su PIB, ¿No es esto mucho producir? Caramba con los pobres del mundo: ¿Cuándo aprenderemos a producir lo necesario, pero sin endeudarnos tanto? Está claro, mientras haya pobreza la deuda seguirá aumentando. Hay que hacer algo.
Según el FMI en marzo de 2020, a causa del coronavirus, los inversores en países emergentes han retirado 80.000 millones de dólares. Para paliar esta retirada de inversiones y las consecuencias de la crisis, el FMI ha ofrecido 50.000 millones a dichos países para hacer frente a esta «coronacrisis». Calderilla comparado con las ayudas que van a poner en marcha nuestros Gobiernos de países ricos. Vergonzoso.
Vayamos a la deuda pública. Pongamos que todo el monto de los PGE se realiza a base de deuda. Pongamos también, que todo lo que, actualmente, paga cada uno en IRPF, cotizaciones, IVA e IS, se denominan aportaciones invertidas en esa deuda. Parecido a la aportación en EPSV pero invertidas en deuda. A fin de cuentas, el 28,3% de la nómina bruta que va a cotizaciones no son otra cosa que aportaciones hechas por el asalariado para su jubilación. Total que cada mes seguiríamos igual que ahora, pero con el concepto todo cambia. Los acreedores principales de la deuda pública no serían ni de lejos los bancos y particulares desconocidos. Serian los y las trabajadoras. ¿Es que acaso no es así, incluso ahora? Como vemos el concepto es muy importante. Hay que aclarar los conceptos
Pues bien, eso es lo que hacen la gran patronal, las multinacionales y el sistema financiero con el Impuesto de Sociedades. Con la deuda que originan no pagando lo adecuado por su parte lo usan para comprar dicha deuda. Hay que devolverles lo que pagarían equitativamente pero no lo hacen, y además con intereses. Ellos compran la deuda y tienen al Estado subyugado. Entendámonos: nosotros contribuimos con impuestos en los PGE y las grandes empresas, multinacionales y financieros, «contribuyen y controlan la política» comprando deuda. Asalariado o financiero, cada uno influye con su voto y cada uno pone lo que le corresponde. Lo bien repartido bien sabe.
A propósito, ¿no eran estos quienes decían que 1.080 euros de pensión mínima y 1.200 euros de salario mínimo eran excesivo y contraproducente para la actividad económica? Ahora resulta que más de la mitad de los 200.000 millones de ayudas, por un mes de parón, irán a parar al circuito financiero. Avalados por el Estado. Si se recuperan bien, y si no bienperdidos sean. Hay que oír cuánto pierden cuando la población no trabaja, porque cuando sí trabaja no se les oye ni mu, y tampoco se refleja en sus impuestos. Por cierto, el coste de 1.080 puede andar por los 20.000 millones año. Estos, por un mes de parón, necesitan más de 100.000 millones y nunca sabremos exactamente, para quién y en qué se emplearán. Las cuentas claras.
Vayamos al trabajo. El coronavirus, ha puesto al descubierto la importancia del factor trabajo. La tecnología ha sustituido mucho empleo, pero en cuanto la población asalariada se ha quedado en casa, amigo mío, el control numérico no sabe qué hacer, el robot como mucho, aerobic, y la cadena de Mercedes, por si sola, no es capaz de sacar una simple goitibera. Últimamente, parecía que los salarios surgieran de la generosidad de los empresarios, como si los de «abajo» fueran secundarios, cuasi superfluos. Pero no, parece ser que la financiación y las inversiones no pueden surgir sin la participación del factor trabajo. Este pequeño bicho ha desvelado la realidad, y ha sentenciado: «La población debe vivir, fundamentalmente, de las rentas del trabajo, y todas las personas deben tener derecho a uno ingresos mínimos suficientes». Justicia social.
El sector servicios, que se había convertido en «sector sirvientes», resulta que realizaba trabajos esenciales para sostener la vida y a las personas. Trabajadoras del súper, tiendas de alimentación, repartidores, agricultores, temporeros agrícolas etc. son los imprescindibles y muchos de ellos inmigrantes, cobrando el salario mínimo: démosles las gracias. Los oficios mejor remunerados son precisamente de los que podemos prescindir completamente. De lo que no se puede prescindir es de la sanidad pública. El enorme esfuerzo del personal sanitario ha puesto las cosas en su sitio. Hay servicios y productos que no se pueden privatizar. Hay sistemas sociales que no se deben incluir en la lista de negocios: Residencias de mayores, SAD, etc. Lo que se está viviendo en ese sector es dramático y doloroso. Hay que solucionar eso.
La naturaleza, ajena a los decretos, confinamientos, cierres de frontera, recuentos sanitarios, etc., sigue tan ricamente, y generosamente, con su ciclo vital, dando espárragos, fresas, lechugas, y demás frutos, con la inestimable labor de los agricultores y temporeros: démosles las gracias. La naturaleza nos ha puesto en evidencia. Estábamos a punto de acabar con ella. Hay que poner remedio y producir de otra manera.
Cuando salgamos del confinavirus no podemos permitir que vuelvan al esquema de la crisis del 2008 de ninguna manera. Este episodio y esta experiencia colectiva y global tienen que servir para avanzar hacia una nueva economía donde la vida y las personas estén en el centro. Hay que transitar a un nuevo modelo social.
Tampoco podemos permitir que el sistema financiero global, con esta escusa, vuelva a los derroteros y pretensiones de la OMC (organización mundial del comercio) cuando en diciembre de 1999 pretendió crear una normativa (un nuevo GATT) y erigirse como poder por encima de los estados y de los ciudadanos de todo el planeta. Estos hechos y movilizaciones pasaron al calendario como la Batalla de Seattle. Un autentico triunfo de la sociedad civil mundial. Esta experiencia colectiva que estamos viviendo y sufriendo tiene que servir para otro triunfo más de la sociedad civil y de sus movimientos sociales.
Esta batalla la vamos a ganar.