Imanol Esnaola
Coordinador de Gaindegia

Turismo para un nuevo tiempo en Euskal Herria

Finalizaba la X. legislatura de Eusko Legebiltzarra con la aprobación de la nueva ley de Turismo. Un hecho normal dentro de la actividad parlamentaria, en un verano donde las cifras de visitantes  en Euskal Herria ha batido récords y no parece que hayamos tocado techo (a excepción de ciertas áreas especialmente saturadas).

Algunos hubiéramos deseado que en el texto aprobado, el punto que hace referencia a la búsqueda de la coordinación de las políticas turísticas (definición de modelo, promoción, gestión...) con territorios limítrofes con los que se compartan aspectos históricos, geográficos, sociales, lingüísticos, culturales o de otra índole que permitan la elaboración de una oferta turística compartida tuviera un desarrollo más amplio. Digamos que con más ambición. Hubiera sido una paso determinante, por ejemplo, plantear la necesidad de reforzar las iniciativas y la cooperación en el ámbito privado apostando por fomentar la creación de asociaciones profesionales del sector en el ámbito de Euskal Herria (asociaciones de guías turísticos y de montaña, de establecimientos hoteleros, de municipios con arte rupestre...). Tal vez, en esta nueva legislatura, el desarrollo normativo de la ley abra la puerta a dicha posibilidad.

Una de las principales carencias que se observa en el texto es la falta de referencias al sujeto turístico que nos hace singulares en el mundo y por el que se nos conoce, Euskal Herria, el pueblo vasco. Aunque el Estatuto de Autonomía de Gernika se refiera explícitamente a nuestra dimensión nacional, el desarrollo político y normativo derivado de la actividad parlamentaria de Eusko Legebiltzarra no destaca por su interés en incidir positivamente sobre dicho ámbito.

Podría haberse realizado una mención explícita en el preámbulo de la ley, podría haberse planteado la pertinencia de desarrollar una estrategia de interés común (acordada con agentes públicos y privados de otros ámbitos administrativos también vascos). Sin embargo, ni aun en una materia en la que Euskal Herria llega a ser un sujeto ineludible en sí y por sí es objeto de reconocimiento. Los turistas nos visitan por lo que somos, solo basta ver cómo nos presentan en las guías de referencia como Lonely Planet, Bradt Guide, etc. Se nos reconoce por nuestra existencia, nuestra singularidad y el valor de todo ello.

Confío en que estas carencias vayan subsanándose con el tiempo (y un entrenamiento constante), pero no deja de inquietar el hecho de que en la ley no existan iniciativas políticas en este sentido, y sí en aspectos más convencionales, casi obligados por los acuerdos internacionales. Por ejemplo, las nuevas regulaciones sobre alojamientos. Dicho de otra manera, aceptamos una senda de homologación en aspectos técnicos a lo establecido internacionalmente y nos olvidamos de articular una senda propia en aspectos esenciales que nos son propios e intransferibles. Fundamentalmente nuestro propio reconocimiento como pueblo y la necesidad de dinamizar su existencia mediante nuestra actividad cotidiana para continuar siendo auténticos. ¿Cómo van a reconocer los estados que nos subyugan nuestra existencia si somos nosotros mismos quienes no lo ponemos en la primera línea de nuestras agendas políticas, sociales, económicas o territoriales? Si Euskal Herria no merece un reconocimiento siquiera como reclamo turístico en nuestra literatura política, prefiero no pensar en lo que nos costaría iniciar la conformación de un espacio socioeconómico compartido (de otros objetivos, mejor no hablar).

Alguien puede pensar que se reivindica más folclore e iconografía. Nada más lejos de la realidad. Como pueblo singular que somos precisamos de articular una respuesta original al hecho turístico y que obedezca a nuestro pulso y nuestras prioridades sean territoriales, laborales, económicas... Nuestra historia, la diversidad de nuestra sociedad, nuestro territorio, nuestras actividades de ocio... dan juego para desarrollar una oferta original, aprovechando lo mejor de nosotros, generando cohesión territorial, actividad económica, valorizando lo propio, haciendo que la visita a Euskal Herria sea eso, conocer a los vascos en su medio y su singularidad. Desde el folclore y la chuleta hasta la espiritualidad o el cuidado de la salud pueden ser objeto de una oferta turística con marca de Euskal Herria y sus derivados como «Basque»‚ «Reino de Navarra», «Euskampus»...

Un diseño turístico con ambición nos puede reforzar en lo cultural, lo social, lo económico o lo territorial. El ámbito lingüístico puede ser un buen ejemplo (el hecho de que importantes áreas de Euskal Herria sean mayoritariamente euskaldunes pueden ser mucho más atractivas que otras con mayor promoción). Pero también todo lo relacionado con la costa, la montaña, el deporte, la música, el arte, la meditación, la inclusión social, la igualdad, la actividad académica, la industrial...

Somos un pueblo vibrante en pleno siglo XXI, y solo por ello presentamos una realidad atractiva. No por ser como nos pintan sino por ser como queremos ser, cada uno en su individualidad, cada comarca, cada barrio o ciudad según su comunidad, cada actividad económica, social o cultural según sus promotores. Estaría bien que se reconociera que lo fundamental del turismo no son las empresas del sector sino la sociedad con la cultura y los recursos que actualiza con cada paso que da.

Este subrayado, más allá de una reivindicación del hecho nacional (que también lo es) apunta en el sentido de que el turismo, por sus características, determina cuestiones fundamentales para el futuro de una sociedad, la forma de ser, actuar y reconocerse a sí misma por ello. Más en nuestro caso con una cultura sometida durante siglos y un territorio condenado a la partición y sin coordinación (ni para una oferta turística), pero padeciendo fuertes tensiones asimilacionistas.

Asimismo, el planteamiento de esta ley tampoco enfrenta los problemas que supone el turismo en los parámetros más actuales (y la necesidad de evitarlos), desde el desequilibrio territorial que se viene generando con el diseño actual, pasando por la más que evidente gentrificación a la que se ven sometidos los barrios y las ciudades donde se han hecho grandes apuestas en infraestructuras (además de las molestias a la vida cotidiana del vecindario). Pero también hay que destacar su incidencia en el mercado laboral y las relaciones laborales, un ámbito donde nos queda mucho por hacer, más en este sector donde son tan precarias las condiciones laborales. Para Euskal Herria no sirve una oferta turística que no busque activamente una respuesta a dichas cuestiones.

La referencia a la ley de turismo acordada en el distrito autónomo del noroeste de Euskal Herria es una muestra más de lo que venimos viviendo y lo que venimos siendo. La campaña electoral que acaba de finalizar para la conformación de Eusko Legebiltzarra y los programas de las fuerzas políticas comprometidas con Euskal Herria no deja de ser la continuidad del criterio seguido en la ley de turismo. Es cierto y necesario que las ofertas políticas sean pragmáticas y obedezcan a las prioridades de las personas y los retos del ámbito administrativo al que se dirigen. Sin embargo, no es menos cierto que las ofertas políticas que venimos recibiendo necesitan que se ubiquen en una sociedad necesitada de encontrar respuestas propias, entre ellas la conformación de un proyecto singular y el desarrollo de un espacio socioeconómico (y cultural) para el conjunto de Euskal Herria. Que nos permita presentarnos ante el Mundo.

Esta nueva legislatura que comienza debiera servir para dar comienzo a una nueva senda, una senda con compromiso, inteligencia y determinación que nos lleve a articular nuestras respuestas con intención de articular dicho espacio.

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