Iulen Lizaso Aldalur

Ámbitos de decisión…

Reconozco que se me hace difícil tener opinión, y más discernir si tuviera que tomar decisión no de vida o muerte como habitualmente se entiende, sino de “muerte” o vida como pudiera ser el caso de la niña Andrea.

Si la madurez del discernimiento del ser no tiene que ver con la edad biológica de la persona, no debieran ser ni los padres quienes deciden la eutanasia pasiva de Andrea; desde la ética existencial menos aún  médicos o jueces para retirarle o no el soporte alimentario que le mantiene biológicamente viva.

Pensar con libre albedrío es un deber humano, ejercerlo un derecho genuino, ya que el discernimiento, como sentimiento de la mente, es un talento primigenio que lo heredamos al nacer en nuestro cuerpo y recobramos su plenitud cuando estamos a punto de salir de él; entre medias… la vida es sueño.  

Quien ha recibido, por mucho, el mayor número de reconocimientos doctor honoris causa del mundo, la siquiatra Elisabeth Kübler-Ross experta en tanatología, ha asistido a miles de moribundos a lo largo de su vida y en su última etapa a menores: los niños temen estar solos en el momento de la muerte, tienen miedo que no haya nadie junto a ellos. Le cabe la certeza de que, en el umbral de la muerte, luchan contra nuestras tentativas de reanimarlos, mantenerlos o volverlos a la vida, cuando se encuentran en un lugar mucho más bello y más perfecto, en toda su integridad física y sin dolor.

Para ella, los mayores maestros del mundo fueron los niños moribundos. Estar sentado junto a la cabecera de su cama es un regalo, y para él, estar con sus seres queridos preparando su “marcha” de manera digna. Invita a los sabios a ser más humildes, pues sus miles de experiencias le han “ayudado a saber más que a creer, que todo lo que está más allá de nuestra comprensión científica son verdades y realidades abiertas a cada uno de nosotros… no un asunto de creencias, sino de conocimientos”.

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