Javier Orcajada del Castillo, Bilbao

Como para confiar en la metrópoli

Si España espera que a los vascos les cautiven los estímulos y sinecuras para que abandonen el aprendizaje del euskara y dejen de soñar con la independencia, que lo tomen con paciencia, porque los indicios son sombríos. Deberían analizar algunos indicios: en las últimas elecciones el 70% de los votos son abertzale. Que revisen las tomas televisivas multitudinarias de las manifestaciones en favor de presos, el euskara o la autodeterminación. Ahí no caben sueños imperiales: la muchedumbre llena las calles. Que reflexionen sobre la razón de la asistencia creciente de adultos a los euskaltegis para aprender euskara. Que detengan a los que pitan al himno nacional y al rey en los campos de futbol. Que oculten las multitudes la Gabarra del Athletic o ignoren la popularidad de la pelota vasca. Impiden a Euskal Herria contar con federación propia de ese deporte cuya denominación es el de la de la nación vasca. Así son de miserables. Que analicen la decisión de los padres de niños que eligen el modelo D, solo en euskara y eso teniendo en cuenta que muchos son emigrantes procedentes de otras comunidades españolas e hijos de extranjeros Que investiguen la historia de las fiestas populares en homenaje al euskara, la cultura vasca o el folclore popular... Que valoren la unanimidad de padres extranjeros de niños a los que ponen nombres euskaldunes por deseo de integrarlos en la idiosincrasia euskaldun. Que se investigue la tendencia en las elecciones en las que los votos abertzales no cesan de crecer, pero disminuye el del nacionalismo hegemónico tradicional vasco de derechas porque su estilo de gobernanza se somete a la presión del centralismo impuesto por la metrópoli que fomenta el enfrentamiento con la mayoritaria independentista Nos quieren convencer de que en España viviríamos mejor que siendo independientes: nos ocultan que nos han arrasado en tres guerras, hemos sufrido una cruel dictadura y junto a los catalanes financiamos un estado de raíces medievales que vive del subsidio y es protegido por unos ejércitos de tradición golpista y una clase rentista poderosa que se limita a extraer renta del pueblo español que solo tiene sus ideales en el Real Madrid, el Barça, con la esperanza de que les toque la lotería y vivir sin trabajar. Decía Voltaire; «Dios mío, ¡líbrame de mis amigos! De mis enemigos ya me libro yo».

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