Iulen Lizaso Aldalur

«Palmira-Veleia»

Dos acontecimientos arqueológicos datados en parecida época y que pudieran haber corrido la misma suerte, es decir su desaparición, pero por muy diferentes motivos... o motivaciones.

El yacimiento de Palmira en Siria, reconocido por la Unesco en 1980 como Patrimonio de la Humanidad, data del siglo II-III d.c. y sus restos (hoy a salvo pero reducidos por la guerra) son de gran importancia, pues nos sitúan en la historia y culturas de un enclave geográfico en el que concurrían las rutas comerciales y militares entre Oriente y Occidente.

En 2012 en el término municipal de Iruña de Oca y en labores de excavación para construir un parking, la máquina extrajo un ara con la inscripción: VELEIA

En el mismo entorno en que se ubicaba la antigua ciudad romana de Veleia y también pertenecientes al siglo I d.c. en 2009 fueron hallados grafitos con inscripción en euskera, latín y simbología cristiana.

Hoy, ocho años después de la paralización de las labores arqueológicas por orden judicial, el debate técnico en base al análisis científico de los grafitos, sigue tocando la puerta, a la espera de que el veredicto judicial abra esa puerta o la «tumba». Ello depende de una sentencia favorable para los acusados del equipo científico o a favor de quienes presentaron su denuncia (Diputación de Alava) en 2.009 a partir de los informes de la UPV-EHU y la Ertzantza, como organismos de valoración para dataje y autenticidad.

¿Porqué los grafitos pueden terminar en la «tumba»? Si el veredicto es de culpables por «atentado contra el patrimonio cultural y estafa», la autoridad judicial, debe proceder por ley a la destrucción de los mismos.

Pienso que el Gobierno Vasco y Euskaltzaindia deberían posicionarse ante esto; no a favor de alguna de las partes, sino a favor de que, al margen de cuál sea la sentencia, los grafitos no se destruyan como reiteradamente claman una parte de la comunidad científica internacional.

El solo hecho de la posibilidad de adelantar cinco siglos el estudio sobre la aparición del euskera escrito, debiera ser motivación sobrada para que la máxima institución de este pequeño territorio de Iberia, creara «familia» con la comunidad lingüista, científica y la parte más sensible de la UPV-EHU a favor «alumbrar» sobre este tema, y muy en particular, velar por la custodia de los grafitos, paradójicamente hasta hoy…. en manos de la parte demandante.

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