Anabel Barberena, Huarte

Pequeño río Urbi, gran pulmón de Huarte

Comenzaremos nuestro paseo, saliendo desde el merendero.

Pudiendo observar a los lados una variedad de botellas rellenas de pis y algunos otros objetos que olvidan los camioneros, que paran allí, a descansar.

Sortearemos después innumerables restos que también olvidan los jóvenes que van con sus coches al atardecer. Pizza, botellas, ketchup, vasos, condones y miles de servilletas arrugadas.

El camino se va estrechando, nos acercamos al río y escuchamos a cientos de pajarillos cantando al refugio de los árboles.

Si entramos un poco hacia el río, están las múltiples cabañas de los chavales, rodeadas de docenas de bolsas de chuches y refrescos y maletas, bolsos, sillas, guantes, como 25 palés... y un largo y triste etc.

Siguiendo nuestro camino, vemos como entre la maleza proliferan abundantes latas de cerveza, Red Bull, tabaco, Actimel, donuts... En lanzamiento libre desde el coche.

Vamos hacia arriba entre jóvenes nogales y dejando a un lado el convento, llegamos a la curva donde 6 contenedores de la urbanización rebosan basuras por dentro y por fuera.

Ahí ya son miles de restos de todas las formas, tamaños y colores. Pero sobre todo bolsas de plástico que el viento esparce en todas direcciones, al parecer, sin importarle a nadie.

Podemos volver hacia el pueblo por la media ladera del bosque quemado, para así llegar a casa llorando, completamente decepcionados con la raza humana y la educación ambiental.

Recherche