Cuenta Momollu que dos peregrinos discutían en el Alto de Ibañeta la dirección que debían tomar para Compostela. El gascón afirmaba que era una dirección y el normando la opuesta. No llegaron a ningún acuerdo y según el Codex Calixtinus, uno apareció en Westminster y el otro en Medinaceli. Es lo que acontece con el pueblo vasco al que España impone unas condiciones que no se corresponden a los fueros históricos establecidos entre ambos que actualmente se materializan en el Estatuto y el Concierto Económico. Los «separatistas» consideran que son sistemáticamente incumplidos por parte de España porque es un Estado que posee todos los atributos de tal, no una nación, en cambio, Euskal Herria es una nación, pero carece de Estado, por lo que no tiene medios coercitivos para exigir lo pactado. Es decir, existe una actitud de sumisión al gobierno central por la parte vasca que desvirtúa el espíritu de pacto de los fueros y que ha costado la pérdida de dos guerras y la ocupación de tropas españolas imponiendo una administración zipaya otorgada por la metrópoli a los «nacionalistas». Un estado posee recursos que las naciones asimiladas carecen: el legislativo, que impone las normas. El policial, que es el que controla a la ciudadanía y actúa por la fuerza. El judicial, que es el insuperable recurso para valorar los hechos y conductas bajo amenaza penal que opera mediante sentencias. Finalmente, el punitivo que no da explicaciones, y somete a los condenados a penas de prisión controlados por jueces y vigilados por mercenarios que restringen la libertad a su criterio. Los «nacionalistas» que tienen cedida la gestión reconocen que la relación con la metrópoli es de sumisión y no cesan de «exigir» el cumplimiento del Estatuto, confiando que el paso del tiempo mejore la convivencia, pero los «separatistas» no se sienten representados por los «nacionalistas», porque los fueros no son respetados y que el estado hace una interpretación indulgente, lo cual hace pensar a los «separatistas» que ese fuero es solo una cesión otorgada en lugar de promover la libertad que es la esencia de todo pueblo con conciencia y está perdiendo su identidad; «nortasuna» le llaman, y terminará asimilado por el imperio como ha sucedido con los demás pueblos que históricamente han pasado por ese proceso de absorción al que está sometiendo al pueblo vasco, por eso los «separatistas» confían en ganar democráticamente en las elecciones a los «nacionalistas».

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