Complicidad y cinismo frente al genocidio

Las últimas noticias sobre el genocidio de Gaza resultan terriblemente repetitivas. Nada nuevo. Bombardeados un centro de distribución de comida, una escuela que albergaba a personas desplazadas y tiendas de campaña en un hospital. Al menos 25 personas muertas, más de la mitad niñas y niños y mujeres, y 120 heridas. El número de centros de acogida y desplazados bombardeados asciende a 191. Cuando estas líneas vean la luz es posible que sean más.

Escuelas, hospitales, campos de refugiados, centros de asistencia o, en Líbano, cascos azules de la ONU, organización creada hace casi 80 años para evitar debacles como la que Israel está provocando en Oriente Medio. Su justificación es conocida: no tiene más remedio que acabar con la vida de civiles, niños y niñas o atacar las instalaciones de la ONU porque todas ellas, instalaciones y personas, sirven de escudo de los «terroristas», palestinos o libaneses, y seguirá ordenando evacuaciones de zonas en las que a su vez han tenido que refugiarse miles de desplazados que no tienen dónde ir.
 
Mientras tanto, EEUU anuncia el envío de un sistema de defensa aérea para hacer frente a la respuesta de Irán a un ataque israelí que no se ha producido pero que el Gobierno sionista y el propio EEUU estudian, o tienen ya dispuesto. Y seguirá poniendo el acento en el derecho de Israel a defenderse y destinando partidas de miles de millones sin las que la barbarie sionista sería inviable.

Esa actitud no es exclusiva de EEUU. Europa comparte cinismo y complicidad. De vez en cuando llama «a las partes» a la contención mientras otorga todo su apoyo moral y material a una de ellas, y no precisamente a la población que muere en escuelas, hospitales o huyendo sin rumbo. Según el diario alemán “Bild”, Alemania, en el colmo de la desvergüenza, habría solicitado a Israel que firme «una cásusula de genocidio» como garantía de que no utilizará para cometer genocidio las armas de las que le provea, lo que, en cualquier caso, no dejaría de ser sino una muestra más del extremo grado de hipocresía de este Occidente cómplice de un genocidio que niega pero el mundo presencia entre incrédulo e impotente.

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