Esta muerte pesará sobre la conciencia de Francia

El preso político corso Yvan Colonna murió ayer por la tarde en un hospital de Marsella. Había sido trasladado allí desde la prisión de Arles, donde otro preso lo agredió y lo dejó en coma hace casi tres semanas. El Estado francés ha hecho en días lo que había retrasado años. Ante la gravedad de su situación clínica, primero le retiraron el estatus DPS de especial peligrosidad, que le imponía graves restricciones pero no ha impedido que lo matasen. Posteriormente, le suspendieron la condena. De repente, el Gobierno se prestaba a hablar no solo de presos, sino de cambiar políticas e incluso de autonomía para la isla. Tarde, fatalmente tarde.

Para considerarse fundadora de la democracia y madre de los derechos humanos, Francia llega a menudo tarde a las citas en las que puede demostrar su compromiso con los grandes valores que predica. En política, París pretende establecer su poder jerárquico, y qué mejor que los presos corsos para demostrar quién manda. Les han dado trato de rehenes. Los poderes del Estado han sido crueles, despiadados, han tomado una y otra vez decisiones injustas e injustificadas, decisiones malas guiadas por una agenda ajena a todo principio humanitario y de derecho. Ahora, cínicamente, lamentarán la muerte de Yvan Colonna. Es probable que la acaben lamentando de veras.

Colonna ha muerto a la otra orilla de su tierra, donde le negaron el traslado una y otra vez. Es 2022 y, aunque parezca mentira, otro preso político ha muerto como consecuencia de la política penitenciaria de París. Una política que se ha negado a revertir a pesar de que se lo ha pedido repetidas veces el Parlamento de Corsica. París no solo se evade del cambio de escenario y del fin de la lucha armada. No escucha lo que le demanda la ciudadanía corsa a través de sus instituciones. Tendrán que oírles, porque Corsica se ha levantado contra el maltrato y la desidia metropolitana. La juventud ha tomado las calles. Ahora lo harán en memoria de un preso muerto injustamente.

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