Rastreando el legado de Mandela y Sudáfrica para Euskal Herria

En este primer momento de duelo lo que toca es honrar la memoria de Nelson Mandela, glosar su figura, intentar ser lo más fieles posibles tanto a la persona como al luchador por la libertad, reivindicar su ejemplo y trasladar el pesar de la sociedad vasca a las tres grandes familias de Madiba: su clan, su movimiento político y su pueblo –quizás sería más certero decir su continente, porque a pesar de lo diverso del mismo, Mandela es precisamente una gran, bella y apasionante imagen de África, el continente negro–.
Pero más allá de ese primer homenaje, lo realmente importante es comprender, aprender, ser conscientes de cuáles son las lecciones de su legado como político, como representante de una de las luchas más nobles de la historia, aquella que terminó con el Apartheid y transformó un país marcado por la discriminación y el racismo en un país unido, con graves problemas derivados de siglos de colonización y opresión, pero dinámico y referente a nivel mundial en temas tan cruciales como la verdad, la justicia, la reconciliación y la igualdad, entre otros muchos. No se trata solo de extraer lecciones «universales», sino sobretodo de ser capaces de asimilar, desarrollar, impulsar cada cual en su sociedad y contexto esos valores, ese proyecto de justicia e igualdad. También, cómo no, en y desde Euskal Herria.


El proceso político vasco puesto en marcha hace ya alrededor de cinco años es imposible de explicar sin la implicación directa e indirecta de diferentes personalidades que representan precisamente el legado de Nelson Mandela y la transición sudafricana de un conflicto insurgente a una democracia. Nada más salir de prisión, tras 27 años encarcelado por ser líder del Congreso Nacional Africano y comandante de su organización armada, Umkhonto we Sizwe, Madiba expuso claramente que el camino emprendido hacia la paz y la reconciliación no era obra de una sola persona, y recordó a todos aquellos que habían luchado contra el Apartheid. Una de las primeras lecciones es, pues, que la figura de Mandela no se puede entender sin situarla en un contexto de lucha colectiva, donde su inteligencia y capacidades son vitales, pero en ningún caso exclusivas.


En ese sentido, y siguiendo con el proceso vasco, la implicación de una persona como Brian Currin debe ser recordada especialmente en estos momentos. Este abogado, miembro durante el Apartheid del Frente Demo- crático Unido (UDF por sus siglas en inglés) y asesor en el proceso del norte de Irlanda en temas relacionados con la reconversión de la Policía, fue uno de los protagonistas de la Declaración de Bruselas, primero, y de la Conferencia de Aiete, después. Su intermediación y su labor asesorando a la izquierda abertzale en el cambio de estrategia son uno de los elementos clave en la apertura de un nuevo tiempo político en Euskal Herria. Sus orígenes dentro de la lucha por los derechos civiles y políticos en Sudáfrica le ofrecieron, sin duda, una experiencia crucial de cara a ayudar en el caso vasco. En cierta medida, las iniciativas de las que fue protagonista nivelaron el desequilibrio de poder que existía hasta aquel momento entre las partes en liza, situando la nueva estrategia hacia una paz justa y duradera en parámetros a la vez pragmáticos y profundamente éticos.


Otra persona que forma parte de ese legado y que se ha implicado profundamente en nuestro proceso es Ronnie Kasrils, que forma parte de la Comisión Internacional de Verificación y que fue líder del movimiento de liberación nacional sudafricano mientras Mandela estaba preso. Su libro “Armado y peligroso” recoge su trayectoria en esa lucha, y las responsabilidades en Seguridad que asumió en el primer Gobierno de Mandela son una garantía para la labor que ha realizado aquí. A otro nivel, hay que recordar también el apoyo de sus camaradas Mac Maharaj y  Robert McBride, entre otros.


Reivindicar a Mandela con palabras y hechos
Afirma el dicho que no se puede estar en misa y repicando. No se puede reivindicar antiguos pactos basados en la segregación de una parte de la sociedad y poner a Mandela como ejemplo. No se pueden promover medidas que ahondan en desigualdades sociales y pretender defender el legado de Madiba. Por pura honestidad intelectual, política y ética, aquí y hoy la figura de Mandela se debe comprender en el marco de una resolución del conflicto sin vencedores ni vencidos, en el que no se reivindique la venganza, donde toda la sociedad gane, donde la verdad prevalezca y se garantice la justicia, donde todos los derechos de todas las personas se respeten, donde todas los proyectos políticos sean realizables por vías pacíficas y democráticas. La impunidad con la tortura, la cadena perpetua o cualquier otra violación de los derechos humanos no es compatible con una reivindicación sincera de Madiba.


Nadie debe entender que esto sea asumir la concepción de los abertzales de izquierdas, mucho menos un intento por patrimonializar la figura de Mandela para otros objetivos que no sea lograr una paz justa y duradera en Euskal Herria, un noble objetivo. Es simple y llanamente recordar lo que han planteado todos los depositarios del legado de Mandela que han apoyado un proceso de resolución en Euskal Herria. Ni más, ni menos. Se puede discrepar, por supuesto, pero no se puede negar que la mejor manera de honrar la memoria de Mandela en nuestra tierra es recorrer ese camino entre todos, desde la diferencia pero desde el compromiso con un futuro compartido en libertad y con justicia.


«Amandla!», «poder para el pueblo», así titulábamos el día de la muerte de Nelson Mandela la portada de GARA. Es tan solo una palabra en un idioma extraño. Ahora toca llenarla de contenido para nuestro pueblo. Con hechos.

Recherche