El periódico fue fruto de una gran apuesta popular, que en muy poco tiempo logró el impresionante reto de recaudar más de 6 millones de euros, aportados por 10.000 personas.
Pero la monomanía de Garzón no había quedado saciada con 'Egin', así que continuó contra GARA haciéndole responsable de su deuda. Eso habría sido su lápida de no ser, una vez más, por el compromiso y el apoyo popular, que superó todos los desafíos e hizo posible que las espigas siguieran brotando.
GARA nació en un tiempo de ilusión y de miradas de esperanza hacia un futuro diferente. El Acuerdo de Lizarra-Garazi alimentó expectativas de resolución desde parámetros de soberanía y territorialidad, precisamente las raíces históricas del conflicto.
A ello se enfocaron los firmantes y ETA, que además de establecer un alto el fuego se ofreció a negociar con el Gobierno español. Su presidente, José María Aznar, autorizó los contactos «con el Movimiento Vasco de Liberación» a finales de 1998.
Antes de que acabara ese año ya se habían reunido en Burgos delegados de La Moncloa y miembros de HB, entre ellos Arnaldo Otegi.
Por su parte, y tras varios intercambios de mensajes, el 19 de mayo se encontraron en Zurich los representantes gubernamentales Pedro Arriola, Ricardo Martí Fluxá y Javier Zarzalejos con los delegados de ETA Mikel Albizu y Belén González Peñalva.
Según aseguró Xabier Arzalluz, el Gobierno español garantizó que no se actuaría en contra de los interlocutores, pero la Policía francesa detuvo en Pau a Belén González, quien ya había participado diez años antes en las conversaciones de Argel.
No se apreciaba voluntad por la parte española de cumplir con la palabra dada. El propio obispo Juan María Uriarte, que realizaba labores de mediación, tuvo que abandonar su tarea al sentirse vigilado.
Así, aunque el Gobierno mostrara una actitud de diálogo, todo parecía enfocarse hacia la dilación indefinida de un proceso vacío que con el paso del tiempo y sus inercias hiciera imposible que ETA retomara las armas por el coste político que supondría para la izquierda abertzale.
Se vio claro en el tema de los prisioneros. En un consejo de ministros, Mayor Oreja llegó a amenazar con la dimisión si se modificaba la estrategia penitenciaria. Luego acuñó la expresión «tregua trampa», que empleó con profusión tal vez como filtración subconsciente de sus intenciones en el proceso.
Al final, todo quedó en el acercamiento de casi 140 presos y sin que las condiciones penitenciarias mejoraran lo más mínimo; incluso en algunos lugares fue a peor. Así, en noviembre comenzaron huelgas de hambre indefinidas, que llevaron a muchos a la hospitalización y a graves secuelas de por vida.
Con un cáncer terminal, a Esteban Esteban Nieto lo retuvieron encarcelado y no lo liberaron hasta que el desenlace fue inapelable. Murió en septiembre, tan solo cinco meses después de regresar a casa.
La solidaridad con los prisioneros llegó en agosto hasta el Mundial de Atletismo de Sevilla, donde las «giraldillas» por la repatriación se subieron al escenario y hasta bailaron con Carlos Herrera frente a las cámaras de más de sesenta televisiones del mundo.
Durante todo el año hubo numerosas acciones solidarias que alcanzaron la noria de Londres, La Haya e incluso tomaron La Bastilla.
Con los refugiados, el Gobierno español maniobró también de manera artera, ofreciéndoles un supuesto «plan de regreso» que fue rechazado de manera inmediata por los represaliados.
A pesar de la interrupción de las acciones armadas, la persecución no disminuyó y, a lo largo de 1999, hubo una sucesión de redadas que se saldaron con numerosos detenidos, algunos de los cuales acabaron en el hospital por el trato recibido.
Esa escalada represiva se inició a comienzos de marzo con cuatro detenciones en Bizkaia. Luego, en París, seis más el 9 de marzo y, seguidamente, dos en Donostia. Estas dos últimas dieron pie a otra gran redada en Gipuzkoa. Los arrestos siguieron durante el mes de marzo, no solo en Gipuzkoa sino también en Nafarroa.
El origen de la redada en Gipuzkoa habría sido consecuencia de la infiltración en los círculos de la izquierda abertzale donostiarra de la policía española Elena Tejada Berradre, alias 'Aranzazu', que además de detenidos y torturados también provocó varios huidos. Entre esos huidos, José Luis Geresta, que unos días después apareció muerto en extrañas circunstancias en un paraje de Errenteria.
La maquinaria mediática lo presentó como suicidio, aunque todas las evidencias dejaban patente que lo habían matado. Además, al cadáver le habían sido extraídas de manera traumática dos muelas y en otra tenía una perforación realizada con un torno.
El propio Geresta había telefoneado días antes a un familiar para decirle que estaba siendo seguido por fuerzas policiales. Lo ocurrido guardaba demasiadas similitudes con los casos de Xabier Kalparsoro y Josu Zabala.
Pero a pesar de la cada vez más clara realidad de que el Gobierno no estaba por la labor de avanzar, ETA sostuvo el alto el fuego y en entrevistas y declaraciones reiteró su abierta disposición al diálogo.
En octubre, después de la detención de Belén González, ETA remitió a La Moncloa una carta con un nuevo emplazamiento proponiendo en esa ocasión como interlocutores a los prisioneros Josu Urrutikoetxea, Josetxo Arizkuren y Antton López Ruiz.
El Gobierno calificó la carta de propaganda, cerró el camino a cualquier posibilidad de resolución y, así, todo acabó abocando a que el 28 de noviembre ETA anunciara el reinicio de la actividad armada.
Y es que, a pesar de sus luces de neón, en el PNV tampoco había ni la determinación ni la valentía debidas para avanzar hacia la soberanía nacional y la integridad territorial. Iñaki Anasagasti reconoció a Aznar en junio de 2003 que el PNV «rompió» Lizarra-Garazi.
Por segunda vez en diez años se frustraba la posibilidad de resolver el contencioso histórico desde sus raíces políticas. Las nuevas espigas no dieron la cosecha esperada pero cambiaron los parámetros para afrontar un proceso de resolución.
Si en Argel el eje se situó en los acuerdos entre Gobierno y ETA, en Lizarra-Garazi se asentaron de cara a futuros procesos dos ejes diferenciados; por un lado el del Ejecutivo Español y ETA y, por el otro, el de las formaciones políticas.
Pero en 1999 también crecieron muchas más espigas. En septiembre se constituyó Udalbiltza, con 1.778 electos municipales de los siete territorios de Euskal Herria.
Los de la parte peninsular habían tomado posesión de los cargos pocas semanas antes, después de unos comicios municipales y forales que con Euskal Herritarrok colocaban a la izquierda abertzale en su cota electoral más alta e incluso regresando al Parlamento europeo con Koldo Gorostiaga. PNV y EA se presentaron juntos a las elecciones.
En Iparralde brotaron espigas en favor de una estructura institucional y administrativa propia. Recibieron la negativa de París, pero la nueva siembra ya estaba hecha.
Agosto fue el mes elegido para la inauguración del Kursaal, justo seis meses después de que James Bond apareciera junto al Guggenheim para la película 'El mundo nunca es suficiente'.
En 1999, cuando Jarrai cumplía 20 años, desaparecía la peseta y se implantaba el euro, nació la organización Ekin para preparar el camino hacia la independencia y el socialismo.
Esa espiga la cortó también Garzón año y medio después, pero seguirían brotando otras. Aunque siguió la cacería, cada vez más indiscriminada, y se fueron uniendo más efectivos desde los frentes judicial, político y mediático, en la fértil tierra de Euskal Herria siguieron brotando nuevas espigas.