A juzgar por sus numerosas declaraciones, su intención no era ir a la raíz del contencioso político de soberanía entre Euskal Herria y España, sino acabar con ETA y con el independentismo. Sobre ese eje enfocó su estrategia en las conversaciones con la izquierda abertzale y el diálogo entre el Gobierno y la organización armada, lo que había abocado a la crisis del proceso a finales del año 2006.
A pesar del atentado contra la T4 de Barajas, las conversaciones se reanudaron en mayo en un hotel de Ginebra. En esta ocasión se reunieron de manera simultánea, aunque en estancias diferentes, los delegados del Gobierno y ETA, por una parte, y los de Batasuna y PSOE, por otra.
Pero para entonces estaba ya fijada la estrategia del Gobierno de no afrontar las raíces políticas del conflicto y generar fricciones en el conjunto de la izquierda abertzale que la reventaran desde dentro.
Para gestionar esa maniobra de ruptura contaban con material proporcionado por los servicios de Información e Inteligencia del Estado, que llevaban tiempo sobre el terreno recogiendo y tratando información sobre el estado interno del conjunto del movimiento independentista.
Batasuna fue incluso espiada en Bruselas, y en Euskal Herria fueron varios los aparatos de escucha y seguimiento que se descubrieron. Como señaló Rubalcaba: «Si sale bien, logramos el fin del terrorismo sin concesiones políticas. Y si sale mal y aguantamos, ETA tendrá problemas con Batasuna, que quiere un final dialogado».
Así las cosas, mientras se intentaba recuperar las conversaciones con contenido entre ETA y el Gobierno y la izquierda abertzale seguía haciendo propuestas y se movía a todos los niveles para abrir espacios de diálogo, las maquinaciones para fomentar disensiones se incrementaban y la represión se mantenía en todos los frentes.
A esos frentes se unió el electoral con la convocatoria de comicios municipales para el 27 de mayo. La cuestión era evitar que la izquierda abertzale estuviera presente, para lo que los tribunales se aplicaron con esmero.
Tras explorar varias fórmulas y presentar candidaturas como Abertzale Sozialisteen Batasuna, finalmente la izquierda abertzale decidió pedir el voto para ANV.
Y es que en cuanto entró en escena ASB, que reunió 85.000 avales en tiempo récord, Gobierno y Fiscalía se pusieron a impugnar candidaturas y más de 250 fueron ilegalizadas por el Supremo.
Otro tanto ocurrió cuando ANV anunció su intención de presentarse a las elecciones. Entre las de ASB y las de ANV, cerca de 400 candidaturas fueron vetadas. Para los vetos hubo una auténtica competición por ver quién impugnaba más, si el PSOE, el PP, Fiscalía, los lobbys de víctimas…
Mientras el PSOE se ponía la medalla de la persecución política, Josu Jon Imaz, como presidente del EBB del PNV, llamaba «parásitos» a quienes se oponían a las ilegalizaciones.
En aquel tiempo Imaz era ya una figura crepuscular y, tal vez por eso, iba perdiendo la vergüenza. En abril se reunió en Madrid con Rajoy, y unos días más tarde, también en la capital española, pidió un pacto para facilitar la vía policial y aseguró que no tendría problema alguno en apoyar a Mariano Rajoy, si acaso llegaba a la Moncloa.
Felipe González no ocultó su agradecimiento: «Lo mejor que le ha pasado al País Vasco se llama Josu Jon Imaz». Un mes después del beso del padrino, Imaz anunció su abandono de la política. El 30 de septiembre se despidió insultando a la izquierda abertzale desde el atril del Alderdi Eguna.
Rubalcaba se sinceró, confesando que sin Imaz iba a sentirse solo.
Pero antes de irse aún tuvo tiempo para aconsejar que la prioridad del PNV debía ser deslegitimar a la izquierda abertzale. Luego se fue unos meses a los EEUU y regresó en julio de 2008 para hacerse cargo de la presidencia ejecutiva de Petronor.
En las elecciones municipales del 27 de mayo las candidaturas de ANV que superaron el apartheid lograron cerca de 100.000 votos, a los que habría que sumar otros tantos de las invalidadas. Así pues, teniendo en consideración todas las papeletas depositadas en las urnas, ANV habría obtenido 187.000 votos, convirtiéndose en la segunda fuerza municipalista, con mayoría absoluta en 55 municipios.
PNV y EA se presentaron por separado. Los jelkides perdieron votos y concejales y EA quedó lejos de sus expectativas.
La constitución de los ayuntamientos fue conflictiva en las localidades en las que no se respetó la voluntad de los vecinos, y lo mismo PNV que PSE que PP se aplicaron al apartheid para privar a ANV de alcaldías y de lo que le correspondiera por votos logrados. Los concejales que no siguieron las órdenes fueron represaliados e incluso suspendidos de militancia.
El apartheid político se aplicó también en las elecciones al Parlamento de Nafarroa, donde la candidatura de ASB fue ilegalizada. Con la tercera fuerza fuera de la contienda electoral, la suma de UPN y CDN daba 24 parlamentarios frente a los 26 de NaBai, PSN e IUN. Desde la sociedad navarra se apostaba por el cambio político y la formación de un Ejecutivo entre las tres fuerzas. Pero se impuso la voluntad del PSOE desde Madrid y entregaron el Gobierno a la derecha.
Volvía a quedar claro que Nafarroa es cuestión de Estado. El llamado «agostazo» llegó dos meses después de que fracasaran las conversaciones políticas y ETA anunciara el 4 de junio el fin del alto el fuego.
Entonces Rubalcaba amenazó con hacerlo pagar y detenciones. La primera fue inmediata, el 8 junio, cuando fue arrestado y encarcelado Arnaldo Otegi, precisamente interlocutor de la izquierda abertzale.
Poco después se reunieron, por un lado, Zapatero y Rajoy para mostrar unidad en el objetivo de «derrotar a ETA» y, por otro, Rubalcaba y Balza para acordar el trabajo policial.
Las detenciones de condenados en el 18/98 empezaron antes incluso de que la sentencia fuera pública. El 30 de noviembre ordenaron el arresto de 46, la mayoría de los cuales se llevaron a cabo en los tres días posteriores. 33 ingresaron en prisión y otros quedaron en libertad bajo fianza. La sentencia salió el 19 de diciembre y en ella se condenaba a más de quinientos años de cárcel a 47 «terroristas desarmados».
18 de los juzgados en el sumario contra Jarrai-Haika-Segi fueron detenidos por la Ertzaintza en el bilbaíno frontón de la Esperanza, donde estaban arropados por centenares de jóvenes. Pocos días después, los 22 condenados estaban ya dispersados en 17 cárceles.
A comienzos de octubre Garzón ordenó una macro redada contra una reunión de la izquierda abertzale en Segura. Esa noche hizo 23 detenidos, en una maniobra en la línea de Rubalcaba destinada a abortar el camino hacia la superación del ciclo de lucha armada. Estaba claro que al Estado le interesaba políticamente que ETA permaneciera activa.
Zapatero se vanagloriaba de que había habido alrededor de medio millar de detenciones desde que él era presidente.
Así, 2007 se cerró con más de 700 prisioneros políticos vascos, cifra que aumentaría al siguiente año hasta casi los 800, el número más alto desde el régimen del 78. Cada vez había más prisioneros, más dispersión y aislamiento y mayor hostilidad desde el Juzgado Central de Vigilancia Penitenciaria.
La cárcel también la conoció en los años setenta Eva Forest, precisamente por su solidaridad con Euskal Herria. La compañera de Alfonso Sastre murió el 19 de mayo en Hondarribia y sus cenizas fueron aventadas en la Bahía de Txingudi.
2007 fue el año de la Korrika 15, que salió de Karrantza para concluir en Iruñea en homenaje a la mujer euskaldun por su papel en la transmisión del euskera.
A ras del suelo y sin escenario, los de Barricada celebraron en la Txantrea su 25º aniversario. Y es que «… cuando se aprende a llorar por algo, también se aprende a defenderlo».