Tal y como rememoró Ramón Sola en una crónica al cumplirse el décimo aniversario de la masacre, los días del jueves 11 al domingo 14 de marzo de 2004 son los más intensos de los primeros quince años de GARA. Todas las misiones del periodismo se pusieron a prueba: hallar la verdad entre mentiras, interpretar una realidad muy confusa y reflejar un enorme drama humano iniciado en Madrid y seguido en Iruñea y Hernani. Todo bajo un clima emocional apabullante.
Cuatro atentados contra trenes de cercanías en los que vecinos de la periferia de Madrid se dirigían a sus centros de trabajo y estudio causaron 193 muertos y 1.500 heridos. Fueron diez explosiones, de forma casi simultánea y sin previo aviso, que reventaban entre las 7.35 y las 7.42 de aquel 11 de marzo de 2004 los convoyes atestados de trabajadores y estudiantes generando una situación de pánico. Las estaciones de El Pozo del Tío Raimundo, Atocha y Santa Eugenia fueron los escenarios de la masacre.
En plena conmoción, con los servicios de emergencia aún tratando de rescatar los cuerpos sin vida de las víctimas, el ministro del Interior, Ángel Acebes, responsabilizó a las 13.32 de los atentados a ETA, sin aportar datos que lo avalasen.
Media hora antes, la izquierda abertzale se había mostrado convencida de lo contrario. En una comparecencia en Donostia, Arnaldo Otegi señaló que no contemplaban «ni como mera hipótesis que ETA esté detrás de lo ocurrido en Madrid». «Ni por los objetivos ni por el modus operandi se puede afirmar que ETA está detrás», reiteró.
Otegi manifestó que no contemplaban «ni como mera hipótesis que ETA esté detrás de lo ocurrido en Madrid»
Mucho antes, en torno a las 9.30, en una primera valoración, el lehendakari Juan José Ibarretxe no dudó de la autoría de ETA. «Quienes cometen esas atrocidades no son vascos, sino simplemente alimañas y asesinos», dijo, añadiendo que «cada vez que ETA atenta se rompe en mil pedazos el corazón de los vascos». Un día después, siendo consciente de que se había equivocado, explicó que creyó la versión del Ejecutivo de Aznar y que actuó «de buena fe».
En una comparecencia desde Sabin Etxea, Josu Jon Imaz, por entonces presidente del PNV, afirmó que «esta matanza es la máxima expresión de lo que es ETA, un generador de dolor, así como una amenaza para la democracia y la convivencia». A tres días de las elecciones generales, las formaciones políticas dieron por concluida la campaña.
Miles de personas se concentraron esa tarde en silencio en Baiona, Bilbo, Donostia y Gasteiz para mostrar su solidaridad con las víctimas. Sería la primera de una sucesión de movilizaciones.
Más de doce horas después de los atentados, Acebes desveló que en Alcalá de Henares, por donde pasaron o partieron los trenes atacados, se había localizado una furgoneta que contenía una cinta con versículos del Corán y siete detonadores. Con esos indicios, siguió alimentando la tesis de que había sido ETA.
En una jornada de infarto, una hora y cuarto después, el diario árabe 'Al-Quds al-Arabi', editado en Londres, difundió que Al Qaeda había asumido la autoría. Esa información indujo a que los índices de la bolsa de Nueva York se hundieran antes del cierre.
Los atentados motivaron una reacción sin precedentes en las máximas instituciones del Estado español. Los poderes ejecutivo y judicial se vieron obligados a adoptar medidas extraordinarias, que tuvieron su mayor expresión en la convocatoria por parte del jefe del Gobierno, José María Aznar, de su Gabinete de Crisis.
ETA lo niega
Un día después, en sendas llamadas a GARA y ETB, una persona que habló en nombre de ETA hizo público que la organización no tenía «ninguna responsabilidad». A pesar de ello, el ministro Acebes compareció por tercera vez para insistir en atribuirle el atentado como primera hipótesis, obviando las opiniones de expertos que apuntaban a islamistas.
Nicolas Sarkozy, su homónimo francés, manifestó que ETA ya no era la «hipótesis prioritaria», mientras la Casa Blanca evitó aludir a la organización vasca. Más tarde, según informó la cadena británica BBC, el presidente de EEUU lamentó que «el apoyo incondicional de España» en la invasión y ocupación de Irak hubiera causado el atentado de Madrid.
Los líderes del PSOE e IU, José Luis Rodríguez Zapatero y Gaspar Llamazares, respectivamente, al igual que el lehendakari Ibarretxe, reclamaron a los responsables del Gobierno español que acelerasen las investigaciones para determinar con exactitud la autoría, a lo que Aznar respondió que no iban a desechar «ninguna línea de investigación», garantizando total «transparencia», pero lo cierto es que crecía entre la ciudadanía la opinión de que eso no era así.
Revuelta social
En multitudinarias manifestaciones en todo el Estado español se exigió conocer la verdad antes de la cita con las urnas del 14 de marzo, la revuelta social fue a más en los días sucesivos contra las «mentiras» del Ejecutivo de Aznar. En Euskal Herria, a convocatoria de la mayoría sindical, hubo concentraciones en solidaridad con los trabajadores de Madrid. Varios de los reunidos en Bilbo portaron carteles con lemas como «PP-Aznar culpables», «No a la invasión» o «Ibarretxe carroñero». Las movilizaciones se sucedieron hasta la víspera de los comicios.
Dos días después de lo acontecido en Madrid, ETA valoró, en un comunicado que hizo llegar el sábado a GARA, que esos atentados estaban relacionados con la política exterior de Aznar, apoyando la invasión de Irak. Además, denunció la manipulación realizada con el PP y criticó la actuación del lehendakari Ibarretxe, así como de los partidos PNV, EA y Aralar.
Otras víctimas, Berrueta y Sanchiz
Ese mismo día, un agente de la Policía española mató, de cuatro disparos, al vecino de Iruñea Angel Berrueta, después de que la víctima se negase a colocar un cartel contra ETA en la panadería que regentaba. Vecinos y amigos se congregaron inmediatamente en el lugar de los hechos, en la calle Martín Azpilikueta, donde se vivieron momentos de gran tensión. La Policía cargó reiteradamente, incluso en el mismo acceso al tanatorio.
En Hernani, una carga de la Ertzaintza en una protesta por la muerte en la capital navarra provocó el fallecimiento por infarto de Kontxi Sanchiz. La familia pidió ayuda, pero un agente respondió: «No me importa». La caza de brujas del PP se había cobrado dos víctimas.
En ese escenario, el electorado del Estado español castigó con rotundidad al PP y otorgó la victoria al PSOE. Los atentados, la manipulación y las mentiras del Ejecutivo de Aznar provocaron un vuelco inimaginable unas jornadas antes y auparon a José Luis Rodríguez Zapatero a la presidencia del Gobierno español.