1977/2024 , 1 de Abril

Iraia Oiarzabal
Edukien erredakzio burua / Jefa de redacción de contenidos

Desobediencia y creatividad contra la mili

Miles de jóvenes se declararon insumisos al servicio militar obligatorio en Euskal Herria y sufrieron consecuencias represivas por ello. La insumisión fue un movimiento con especial repercusión en las décadas de los 80 y los 90. Previamente, en los 70, tomó referencialidad el Movimiento de Objetores de Conciencia (MOC). Las movilizaciones de apoyo fueron masivas y las acciones de los insumisos se caracterizaron por la desobediencia y la creatividad.

Detención de insumisos en Iruñea.
Detención de insumisos en Iruñea. (Joxe LACALLE | EGIN)

«¡Di que no!
¡Di que no!
Que la mili no me gusta
y que a mi nadie me asusta,
lo que yo quiero es vivir.
Insumisión, insumisión»

Al ritmo de Kojon Prieto y Los Huajalotes, ¿quién no ha cantado alguna vez este himno contra el servicio militar obligatorio? En las décadas de los 80 y los 90 tomó fuerza el movimiento insumiso, con miles de jóvenes uniéndose a la desobediencia y negándose a ir a la mili. Carpetas forradas de pegatinas con lemas reivindicativos a favor de la insumisión eran el complemento de moda entre los estudiantes de la época. Estamos ante una movimiento que conjuga desobediencia, protesta y creatividad. La causa de fondo no fue ninguna broma y alimentó el recorrido del movimiento antimilitarista. Quienes se declararon insumisos recibieron la solidaridad de familiares, vecinos y un amplio espectro de la sociedad ante la represión ejercida contra ellos por parte del Estado. Tal día como hoy, en 1993, se celebraba en Iruñea uno de los tantos juicios que se celebró contra los insumisos. Paradojas de la vida, el mismo día fallecía en la capital navarra Juan de Borbón, padre del entonces rey Juan Carlos, una figura estrechamente ligada a la monarquía y, por tanto, al Ejército.

Pero retrocedamos un poco más en el tiempo para entender el contexto. Ya en la década de 1970, en los últimos años el régimen franquista, el movimiento de objetores de conciencia (MOC) ganó referencialidad en la lucha antimilitarista de Hego Euskal Herria y en parte del Estado español. El objetivo principal de este movimiento era el reconocimiento legal del derecho a no realizar el servicio militar por motivos de conciencia. Muchos jóvenes empezaron en los 80 a adoptar la vía de la insumisión, negándose a la instrucción militar. Otro hito importante para entender el crecimiento del movimiento fue el referéndum sobre la entrada en la OTAN en 1986, en el cual Hego Euskal Herria dio un rotundo no.

El movimiento, con fuertes raíces asamblearias, fue expandiéndose y tomando fuerza. Frente a frente, la amenza de cárcel y familias que se rebelaban ante la injusticia. A mediados de los 80 surgió también la coordinadora antimilitarista Kakitzat. Aunque se fraguó en Gipuzkoa, no tardó en extenderse a toda Hego Euskal Herria. Fue importante, asimismo, la implicación en la causa de los movimientos por la libertad sexual.

Otro hito importante que contribuyó a que más jóvenes se sumaran a la insumisión fue el cambio de posición de Jarrai al respecto. Aunque al principio era favorable a la instrucción militar de los jóvenes en el marco del conflicto que vivía Euskal Herria, tras un movido debate interno terminó posicionándose a favor de la insumisión.

Además de desobedecer ante la llamada del Ejército, el movimiento insumiso se caracterizó por su capacidad de movilización: desde grandes manifestaciones, a la redacción de manifiestos con amplio apoyo o la organización de protestas de carácter más creativo, lo que ahora llamamos performances.

Protesta de insumisos ante el Gobierno militar en Bilbo. (Marisol RAMÍREZ / FOKU)
Protesta de insumisos ante el Gobierno militar en Bilbo. (Marisol RAMÍREZ / FOKU)

El 2 de abril de 1993 ‘Egin’ recogía en sus primeras páginas dos hechos del día anterior que reflejan lo descrito en las líneas anteriores. Mientras diez insumimos eran juzgados y otro era encarcelado en Iruñea, más de 200 cargos públicos hacían público un manifiesto antimilitarista. El contenido del manifiesto bien podría trasladarse al momento actual, donde la guerra en Ucrania y la masacre israelí en Gaza han generado un amplio rechazo. Hace 31 años, el texto afirmaba que los ejércitos y los militares «siguen demostrando sus perniciosos efectos para toda la humanidad». Denunciaba asimismo la «discriminación sexista» y la «violación de derechos humanos» que promulgaba el militarismo.

Al igual que actualmente se censura la ingente cantidad de dinero que se gasta en armamento mientras el mundo vive crisis humanitarias de gran calibre, o se alerta de los devastadores efectos de la emergencia climática, el manifiesto ponía el foco en estas cuestiones. «Los ejércitos llevan consigo multitudinarios gastos militares que deberían ser empleados en revolver problemas humanos sangrantes», señalaba, para añadir la «contaminación ambiental y la amenaza de destrucción global de la Tierra».

Fueron años marcados por la lucha social por la desaparición de los ejércitos, que era el objetivo final del movimiento. No se logró como tal, sí en cambio el final del servicio militar obligatorio en 2001. En Ipar Euskal Herria también tuvo su réplica la ola insumisa. Se hizo notar especialmente desde mediados de los 80 hasta que en 1996 se puso fin al servicio militar obligatorio.

Legado cultural

Si el movimiento insumiso dejó un poso en dinámicas de desobediencia civil que se desarrollarían posteriormente, también será recordado por el legado cultural que contribuye a contar parte de su trayectoria. Canciones como la antes mencionada ‘Insumisión’ de Kojon Prieto y los Huajalotes (1993) o ‘Insumisoarena’ creada por Oskorri y Jon Sarasua forman parte de la banda sonora de este país.

Quienes vivieron aquellos años y formaron parte del movimiento insumiso o lo siguieron de cerca recuerdan especialmente la implicación de muchas personalidades de la cultura que aportaron con su creación a un relato imprescindible en nuestra memoria histórica. Muchas personas fueron testigo de aquello, otras lo guardamos como parte de los recuerdos de nuestra infancia, y contarlo a quienes no tienen conciencia de ello es la labor que asumimos desde la certeza de que muchos de sus valores todavía siguen vigentes y bien sirven ante los retos que afrontamos hoy en día.