Eran las 20.40 del 23 de mayo de 1996 cuando el general Enrique Rodríguez Galindo, torturador en jefe de Intxaurrondo, ingresó en la madrileña cárcel militar de Alcalá de Henares, después de que el magistrado Javier Gómez de Liaño lo enviara a prisión por su implicación en el secuestro, tortura y muerte de Joxean Lasa y Joxi Zabala.
No llegó a pasar tres meses en prisión, puesto que fue liberado sin fianza nada más comenzar agosto, pero su encarcelamiento fue histórico, sobre todo por lo que suponía ver entre rejas al máximo responsable del funesto acuartelamiento de Intxaurrondo.
Los jóvenes tolosarras fueron secuestrados en Baiona por los GAL el 15 de octubre de 1983. Sus restos fueron hallados en una fosa de Busot (Alacant) en enero de 1985, pero permanecieron sin identificar hasta 1995. Habían sido torturados, ejecutados y enterrados en cal viva.
Por estos hechos, en julio de 2001, el Tribunal Supremo confirmó la condena que un año antes había dictado la Audiencia Nacional e impuso a Galindo una pena 75 años de cárcel, igual que a Julen Elgorriaga, gobernador civil de Gipuzkoa en aquella época. También fueron condenados otros tres guardias civiles a penas comprendidas entre los 73 y los 71 años y ocho meses.
Galindo y sus hombres, con los que se jactaba de tener capacidad de «conquistar América del Sur», fueron vinculados también con delitos comunes como el robo, el narcotráfico o la trata de blancas. El «Informe Navajas» elaborado por el fiscal jefe de Gipuzkoa sobre los vínculos entre Intxaurrondo y el tráfico de drogas quedó en vía muerta judicial. Y Galindo se querelló contra Negu Gorriak por hacerse eco de todo ello en una canción, 'Ustelkeria'.
La perseverancia de las familias de Lasa y Zabala consiguió que se les condenara, pero el Estado estuvo lejos de hacer justicia. Galindo pasó poco más de cuatro años en prisión, ya que en septiembre de 2004 fue excarcelado alegando «motivos de salud» –una dolencia cardiovascular– y trasladado a su domicilio, donde siguió cumpliendo condena.
En 2005 se le concedió el tercer grado y, una vez «cumplidas las tres cuartas partes de su condena, descontadas las redenciones», en 2013 se le otorgó la libertad condicional.
Murió por covid en febrero de 2021 y las reacciones al óbito sirvieron para retratar, una vez más, los apoyos con los que la guerra sucia sigue contando en el Estado. En cualquier caso, bastaría con repasar la amplia lista de condecoraciones que recibió para confirmar este extremo.
La solicitud de EH Bildu para desclasificar los informes en que se basaron esos reconocimientos cayó en saco roto. Pero, al igual que terminaba el semblante que Iñaki Egaña trazó tras su muerte –parafraseando el recordado bertso de Jon Maia en el Velódromo–, «agur Galindo, gatito lindo. Berdeetan berdeena. Galindo joan zen. Gu hemen gaude. Gurea da garaipena».
La huella de Paco Etxeberria
La figura de Paco Etxeberria, el reputado forense vasco que identificó los restos de Lasa y Zabala, aparece conectado con otro hecho relevante que aconteció un 23 de mayo, el mismo día en que mataron al juez antimafia Giovanni Falcone –cuya historia recogió Alessandro Ruta en Gaur8–, aunque a miles de kilómetros de Euskal Herria.
En una entrevista en 7K en 2015 sobre el documental 'Allende, mi abuelo Allende', Marcia Tambutti, nieta del expresidente chileno, habló con Iratxe Fresneda de aquella exhumación, que sirvió para confirmar la tesis del suicidio durante el bombardeo al Palacio de La Moneda en el golpe de estado de Augusto Pinochet. Pero sirvió para mucho más que para disipar dudas: «Como familia nos permitió realizar un duelo íntimo, porque lo habían enterrado en una tumba con otro nombre: lo encerraron en el anonimato, trataron de borrarlo. Esa oportunidad de estar solos con sus restos te permite entregarte a las emociones. Fue duro, pero también necesario».
Sí de los irlandeses al acuerdo de paz
En esta jornada sobresalen otros hechos como la aprobación de Gasteiz como capital de la CAV (1980) o en las cargas policiales en Iruñea que acabaron con un joven en coma (1993), pero volvemos a mirar un poco más lejos de Euskal Herria. En este caso, hacia Irlanda, donde el Acuerdo de Viernes Santo fue refrendado en las urnas con amplio apoyo.
En el norte de Irlanda, con una participación del 81%, el «sí» alcanzó el 71%, mientras que en el sur, donde se votaba una modificación de la Constitución de la República para alinearla con el acuerdo, el 91% de los sufragios respaldaba el proceso de paz.
Seguro que esa opción había rondado los sueños de dirigentes republicanos como Gerry Adams o el difunto Martin McGuinness, pero ha sido en este 2024 cuando se ha cumplido el histórico hecho de ver a una republicana, Michelle O'Neill, al frente del Gobierno de Belfast.