Todo apuntaba a un choque de trenes a principios de los 90. Sin embargo, la colisión de los modelos se evitó el 6 de junio de 1994, con la firma de un convenio entre AEK y la Consejería de Cultura de Lakua, en ese momento dirigida por Joseba Arregui.
A ese día se llegó con unas relaciones muy tensas, cuando no directamente rotas, después de que en julio de 1993 el Departamento de Arregui hubiera dejado a los euskaltegis libres de AEK e IKA sin subvención alguna.
El consejero, con su decisión, dejó tiradas a las 8.000 personas que trataban de aprender el idioma en Araba, Gipuzkoa y Bizkaia. El político retiraba a estos euskaltegis una subvención por valor de 90 millones de pesetas.
La decisión fue recibida con enfado y rechazo por Herri Batasuna, EA, la UPV-EHU y otros agentes políticos y sociales.
El profesorado y los alumnos de AEK respondieron con encierros y movilizaciones a lo largo de febrero y marzo de 1994, siendo la más importante la celebrada en Bilbo bajo el lema «Hemen gaude, euskararen alde!» y la AEKanpada de Dima.
Más de 8.000 estudiantes de euskara se quedaron sin la ayuda económica con la que ya contaban, porque a AEK se le «había pasado el tren», según Arregui
Estos movimientos consiguieron minar la postura del consejero, quien sostenía terco que AEK debería haber homologado su situación previamente y que a la coordinadora euskaltzale ya «se le había pasado el tren».
AEK respondió a ello en los tribunales, planteando un pleito por incumplimiento de la Ley de Presupuestos de aquel año.
Erramun Osa, firmante de ese acuerdo en nombre de AEK como responsable de la coordinadora en Bizkaia, desvela para este Artefaktua que en esos meses se abrieron negociaciones a varias bandas tratando de roer la postura de un consejero reticente.
El PSE, que compartía el gobierno de coalición, ablandó su postura a través de «un cambio de estrategia sustentado en parte por Mario Onaindia», de modo que se acercaron posturas con Educación, dice este exresponsable.
Osa, ahora alcalde del PNV en Garai, apunta otros dos nombres de la formación jeltzale: el parlamentario Txomin Aurrekoetxea y la secretaria general de Política Lingüística, Mari Carmen Garmendia. Ambos habrían conseguido la implicación del lehendakari, José Antonio Ardanza, en este proceso.
«A la hora de cerrar el acuerdo, se produjo un intento de modificación del contenido del mismo por parte del Departamento de Cultura que fue abortado por el lehendakari», asegura Osa.
De esta manera, el convenio para «el desarrollo de la normalización del sector de la euskaldunización y alfabetización de adultos» fijó un plazo de cinco meses para presentar una relación de los euskaltegis que se consideraran necesarios «para responder al deseo mostrado por la sociedad de aprender euskara».
Los primeros euskaltegis en cambiar estatus fueron los de Barakaldo, Getxo (Lauaxeta), Bilbo (Santutxu) y Laudio.
En lo puramente económico, AEK recibió también un refrendo importante. El Instituto de Alfabetización y Reeuskaldunización de Adultos abonaría ese año, en tres desembolsos, 125 millones de pesetas (prácticamente, un 50% más de lo que se les había negado).
La coordinadora euskaltzale, por su parte, «basándose en la necesaria preparación del profesorado», se comprometió a cumplir «con sus obligaciones tributarias y las referentes a la Seguridad Social».
A partir de ahí, se creó una mesa de trabajo con miembros del Ejecutivo y responsables de AEK para ir cerrando los flecos del acuerdo marco en busca de la convivencia de dos modelos diferentes de enseñanza del euskara.
Con el paso del tiempo, el acuerdo deja un poso positivo. Van 30 años de aquello y AEK sigue viva, logrando nuevos euskaldunes por decenas de miles.
Cosa distinta es que aquel acuerdo fuera el óptimo o suficientemente ambicioso. AEK ha remitido un escrito de valoración en el que recuerda que siguen en marcha gracias a las korrikas y a la militancia euskaltzale, que la gente debe seguir pagando para aprender euskara y que, con un apoyo adecuado, harían mucho más de lo que hacen.
En lo que respecta al desarrollo de los compromisos, a la vuelta de aquel verano se celebraron elecciones. En el nuevo Gobierno, Arregui, uno de los consejeros de mayor peso en el Ejecutivo hasta entonces, fue apartado del cargo.
Desde ese momento, fue la propia Garmendia, quien había sido proactiva en busca de un pacto con AEK, la que tomaría las riendas de Cultura.
Tras caer en desgracia, Joseba Arregui inició una deriva que le llevó a coquetear con la extrema derecha españolista
Arregui, por su parte, iniciaría a partir de su destitución una deriva política que le colocaría en la extrema derecha más españolista. Quien fuera consejero de Cultura, Política Lingüística de Lakua durante una década, entre 1985 y 1995, dijo haber cambiado de ideología espoleado por la firma de Lizarra-Garazi en 1998, pero fue el conflicto abierto con los euskaltegis el verdadero motivo de su caída en desgracia.
El teólogo se daría de baja en el PNV en el año 2004. Después pasó a liderar tentativas políticas que no lograron arrancar el vuelo (como Aldaketa) y elaboró agrios libros de teoría que solo encontraron cierta aceptación fuera de las fronteras de Euskal Herria, donde se le abrieron otros círculos de poder, quienes celebraron contar con un converso que hubiera ocupado un papel tan relevante en la etapa de Ardanza.