«Los navarros tenemos la sensación como si alguien desde la oscuridad nos apuntara a la frente con un fusil. Parece como si, aprovechando los trucos de esta irrisoria democracia, alguien quisiera cortarnos el aliento y la andadura, y estuviera interesado en romper la unidad de todos los navarros y todos los vascos, cortar las manos enlazadas. ¿Qué es lo que quieren esos hombres, obscenos pájaros de la noche, sembrando el terror y la confusión?», se preguntaba el añorado cura y escritor Patxi Larrainzar en su recordada homilía durante el funeral de Germán Rodríguez, víctima de un balazo de la Policía Armada el 8 de julio de 1978. La portada de 'Egin' del día siguiente, con el titular «Sanfermines rotos», es una de las más recordadas.
Eran tiempos de efervescencia política y social. La agonía del franquismo había dado pie a innumerables movimientos que pedían en las calles el respeto a los derechos y libertades del pueblo vasco, mientras los resortes del régimen no dudaban en reprimir esas voces con crueldad. Cabe recordar que Herri Batasuna se había constituido en abril de ese año y que el debate sobre la Constitución española estaba ya encima de la mesa, con el Estatuto de Gernika y el Amejoramiento apareciendo en el horizonte.
Todos los testigos de la época coinciden en que la tensión se mascaba en el ambiente en los días previos a los Sanfermines del 78, pero los peores augurios se cumplieron al finalizar la corrida de toros en la tarde-noche de aquel sábado. Con la excusa de unos supuestos altercados creados por una pancarta a favor de los presos, unos 40 policías irrumpían en la plaza abriendo fuego contra el tendido de sol.
Por suerte, de milagro se podría decir, no hubo que lamentar víctimas mortales en el coso, pero las cargas policiales que continuaron en las inmediaciones se saldaron con la muerte de Germán, militante de LKI y mozo muy querido entre las peñas sanfermineras. La conmoción fue terrible en la ciudad, y no tardó en propagarse por toda Euskal Herria. Habían pasado poco más de dos años desde la masacre del 3 de marzo en Gasteiz, y la población constataba con indignación que, pese a los cantos de sirena que llegaban desde Madrid, poco o nada había cambiado realmente en las estructuras del Estado.
Otro balazo en Aldapeta
Las protestas, en forma de manifestaciones y de huelgas generales, fueron multitudinarias, y si la muerte de Germán había generado una movilización masiva a lo largo y ancho de Euskal Herria, la de Joseba Barandiaran en Donostia tres días después y en similares circunstancias acabó grabando a fuego aquellos Sanfermines del 78 en la memoria de toda una generación.
La historia se repetía: una manifestación de protesta por la muerte de Germán reprimida por las fuerzas policiales derivó el día 11 de julio en una barricada al comienzo de la cuesta de Aldapeta, cerca del cuartel de la Policía Armada, y los agentes parapetados en la zona no dudaron en disparar a discreción desde lo alto. Una de las balas acabaría con la vida de Barandiaran, un joven de Astigarraga de apenas 19 años.
La conmoción fue tal que 'Egin' salía a la calle el día 12 con un monográfico de ocho páginas y renunciando a la publicidad que tenía contratada para ese día. Con un recuadro en la portada, bajo el título «Solidaridad», el diario manifestaba que «en estos críticos momentos queremos contribuir activamente, con nuestro servicio, a la protesta general y a la lucha del pueblo por unos objetivos que son también nuestros».
Otro funeral, otra huelga, más manifestaciones, más heridos, más indignación... y mientras tanto, al principal señalado de lo que estaba sucediendo, al ministro del Interior Rodolfo Martín Villa, no se le ocurrió otra cosa que dar una rueda de prensa en el Gobierno Civil de la capital guipuzcoana. Una comparecencia esperpéntica en la que el autor de la célebre frase «lo nuestro son errores, lo suyo crímenes» no tuvo empacho en deslizar la idea de un supuesto «asalto» al cuartel de la Policía Armada o en afirmar que su principal preocupación era mantener la moral y la buena imagen que en su opinión se estaban ganando las «Fuerzas de Orden Público» en la sociedad vasca.
Para entonces era obvio que, por acción u omisión, esos policías tenían carta blanca para llevarse por delante a cualquiera que se cruzara en su camino en tierra vasca. Y por si había alguna duda, Errenteria sería testigo el día 13 de un «vandálico asalto de policías», tal y como tituló 'Egin' al día siguiente, protagonizado por «200 hombres de una compañía especial procedente de Miranda de Ebro». Dispararon «pelotas de goma y bombas de humo» a las ventanas, destrozaron escaparates con sus armas «a culatazos» y «sustrajeron objetos de algunos establecimientos». La fotografía de dos agentes robando de un escaparate roto a plena luz del día, publicado en el semanario 'Punto y Hora', es otra de las icónicas imágenes que dejó aquella semana.
Memoria para hacer frente a la impunidad
Que a día de hoy se conozca con meridiana claridad lo sucedido realmente aquellos días en Euskal Herria, por encima de interesadas versiones oficiales empeñadas en propagar bulos y falsos relatos, se debe entre otros motivos a la creación de 'Egin' en setiembre de 1977, cuyos objetivos fundacionales se confirmaban más que necesarios antes de cumplir un año de vida.
Por increíble que parezca, pese a todas las pruebas y evidencias que se pudieron recabar de los sucesos tanto en Iruñea, Donostia como Errenteria, con fotos, videos, grabaciones de comunicaciones entre mandos policiales, testimonios, proyectiles... la impunidad ha sido total. Lo fue en los primeros meses y años posteriores a 1978, en los que lejos de ser condenados, los responsables de aquellos crímenes fueron en muchos casos ascendidos a otros cargos en la Policía o el Ejército. Y también décadas después, en los diferentes procesos judiciales que se han intentado poner en marcha. No obstante, gracias al incansable trabajo de, entre otros, la iniciativa popular Sanferminak 78 Gogoan! en busca de verdad, justicia y reparación, Martín Villa sigue a día de hoy imputado en Argentina por crímenes de lesa humanidad.
Haya o no finalmente una condena en Buenos Aires, lo que está claro es que el recuerdo de Germán, y por consiguiente también el de Joseba Barandiaran y los cientos de heridos en aquellas jornadas de lucha, sigue vivo año tras año, gracias a los actos de homenaje que se celebran todos los años en la capital navarra cuando en el calendario asoma el día 8 de julio. Como dijo Larrainzar: «Que todos hagamos eterno su recuerdo. Que estemos siempre en camino con el andar ligero, los ojos enfervorizados hacia ese futuro nuevo para todos, Navarra libre o Navarra esclava, esta fue su lucha y este su sueño. Que esta sea también nuestra herencia recibida».