La noticia corrió como la pólvora en todos los rincones del planeta aquel primero de agosto de 1981. El general Omar Torrijos, promotor de los Tratados Torrijos-Carter que, en diciembre de 1977, transfirieron a las autoridades panameñas el control del Canal de Panamá, había muerto en un extraño «accidente» aéreo.
En realidad, el avión que lo transportaba, un DeHavilland DHC-6 Twin Otter fabricado en Canadá, había desaparecido un día antes, pero la noticia de la muerte del «hombre fuerte» de Panamá y una de las figuras políticas más importantes de América Latina se confirmó 24 horas después.
Moría así un nacionalista panameño de convicción que le llevó a enfrentarse con el gigante estadounidense, un pragmático que realizó una serie de reformas sociales y firmó con el presidente de EEUU, Jimmy Carter, un tratado para recuperar la soberanía sobre el principal recurso del país: el canal.
Nadie hubiera podido presagiar tan trágico final para el «Líder Máximo de la Revolución Panameña». Ni siquiera el tono grisáceo de aquella mañana en que el general dejaba su paraíso playero en río Hato para dirigirse hacia Coclesito, donde tenía un proyecto agropecuario experimental que le entusiasmaba.
El tiempo no era bueno, pero era un viaje sencillo de apenas de 15 minutos, que el avión recorrería en constante comunicación con la torre de control. Unos 12 minutos después de la partida, el capitán comunicó el éxito del viaje. Esa fue la última comunicación. Los residentes de Coclesito informaron más adelante haber escuchado dos explosiones provenientes de la cordillera.
Desde el primer momento, la muerte de Torrijos se convirtió también en alimento de todo tipo de especulaciones y de teorías de la conspiración. Era un extraño «accidente» aéreo, tan inexplicable como los «accidentes» que pusieron fin a las vidas del presidente ecuatoriano Jaime Roldós Aguilera –en mayo de 1981– y del presidente de Mozambique Samora Machel –en octubre de 1986–.
Tan honda llegó a ser la convicción de que hubo una conspiración para matarlo, que pocos creyeron entonces, y siguen creyendo en la actualidad, que su muerte fue fruto de un simple accidente o una mala jugada del destino.
Hubo dos tesis sobre la catástrofe aérea: la primera, que fue un accidente provocado por un error del piloto en medio del mal tiempo o por fallos mecánicos. El informe final del accidente, realizado a partir de investigaciones manejadas por la Fuerza Aérea Panameña y el FBI, vio la luz en abril de 1983 y concluía que fue un error humano del piloto, que la avioneta estaba en óptimas condiciones en el momento del accidente y que, además, no se detectó ningún rastro de explosivo a bordo.
Y la segunda, que la CIA llevó a cabo una operación denominada 'Halcón al Vuelo', que consistía en matar al general por medio de explosivos colocados en la avioneta. De acuerdo con quienes apoyan esta versión, Torrijos estaba en negociaciones con empresarios japoneses para construir un canal a nivel del mar, el cual sería mucho más grande y estaría administrado conjuntamente por Japón y Panamá.
Al eliminar a Torrijos, un «izquierdista peligroso» para la seguridad en Centroamérica y el control del canal que tenía buenas relaciones con el líder cubano Fidel Castro, EEUU evitó que el canal construido por japoneses siguiera su curso y ver afectados sus intereses y los planes del entonces presidente, Ronald Reagan.
No se debe olvidar que la Doctrina Monroe (1823) y la Declaración del presidente estadounidense Rutherford Hayes (1880), convierten Latinoamérica en «patio trasero» de EEUU. O que en septiembre de 1975, el secretario de Estado, Henry Kissinger, había declarado que Panamá jamás sería dueña del canal.
Por otra parte, en 2005, el economista y empresario estadounidense, John Perkins, autor del libro 'Confessions of an Economic Hit Man' (Confesiones de un sicario económico), denunció que Omar Torrijos había sido asesinado para poner fin a sus negociaciones con Japón, porque la Bechtel Corporation, a la que pertenecían Ronald Reagan, George Bush padre (presidente de Bechtel y director de la CIA), Caspar Weinberger (director de Bechtel y secretario de Defensa) y otros, perdería contratos multimillonarios.
Según ese mismo autor, Washington también quería eliminarlo porque este no aceptaba apoyar a la contra nicaragüense, que comenzaba a luchar contra el gobierno revolucionario sandinista.
«A Omar Torrijos nos lo murieron», se puede leer aún hoy en la prensa panameña. Y la verdad es que enemigos no le faltaban: desde las multinacionales bananeras de EEUU, que tramaron su asesinato durante la Guerra del Banano, en 1973-74, a la familia de Anastasio Somoza, su enemigo personal y al que ayudó a derrocar.
Otro sospechoso era el presidente Ronald Reagan, radicalmente opuesto a la entrega del canal a Panamá. Hay sospechas fundadas en la complicidad del Estado Mayor de la Guardia Nacional panameña, o de que el general Noriega, detenido tras la invasión estadounidense de Panamá de 1980, pudo haber tenido intereses en su desaparición.
«Soy un dictador convicto, confeso y converso», llegó a decir Omar Torrijos, que accedió al poder en 1968 mediante un golpe de estado, casi obligado por la decisión del presidente Arnulfo Arias de decapitar a la Guardia Nacional y de exiliarlo a él y a su familia en El Salvador.
En otra de sus frases célebres, le dijo al presidente de Venezuela Carlos Andrés Pérez: «Yo llegué por las botas y tú por los votos, pero tú eres más dictador que yo». El Nobel Gabriel García Márquez, íntimo amigo suyo, dijo de Torrijos que era el hombre más inteligente que había conocido, «un híbrido de mula y tigre, con la terquedad de la primera y la astucia certera del segundo».
El gran novelista inglés Graham Greene escribió en su libro 'Descubriendo al general Torrijos': «Qué cosa extraordinaria el que un país tan pequeño como Panamá haya producido uno de los grandes hombres de nuestra época».