Periodista y escritor uruguayo, Eduardo Galeano ha sido uno de los escritores latinoamericanos más influyentes. Nos dejó en abril de 2015. Unos años antes, el 29 de abril de 2009, Zazpika publicó una entrevista con él. La reproducimos a continuación:
«La literatura de izquierda es aburridísima, un plomo»
«Quisiera contribuir al rescate de la memoria secuestrada de toda América, pero, sobre todo, de América Latina». Y especialmente de eso, de los problemas y conquistas de esa tierra «despreciada y entrañable», charla el escritor uruguayo durante su cita en el Brasilero mientras comparte un café que lleva su nombre: Galeano.
No había mejor escenario para un encuentro con él: el Café Brasilero, un agradable lugar donde habitualmente comparte animadas tardes con periodistas, escritores y amigos. Un entrañable café ubicado en la ciudad vieja de Montevideo, desde cuya ventana se ven las calles adoquinadas. Y, además, al mediodía, en un momento especial, envueltos en una atmósfera singular. Un café entre sillas y mesas de madera. Y una charla muy agradable.
Eduardo Galeano ha entrado en el café puntual, a las 2 de la tarde. Lleva una boina azul a juego con su pañuelo y con la bolsa que trae con libros. Pide un zumo de naranja y un 'café Galeano', un invento suyo que, además de café, lleva crema, chocolate y canela.
Él mismo cuenta, sin que nadie se lo pregunte, que el lugar acordado para la cita, el café más antiguo de la ciudad, fue fundado en 1877. La verdad es que en él se respira cierto aire bohemio y nostálgico. Es, sin duda, un oasis para estos tiempos de puro vértigo.
«Quedan muy pocos sitios como este. No sé cuánto más podrá subsistir», se lamenta. Y, a continuación, comparte una anécdota que ha contado a menudo, pero que delata su vinculación con esos cafés: después de un largo viaje, se acercó a su café de siempre, el mismo en el que nos hallamos ahora los dos y, sorprendido, lo encontró con la persiana bajada. Cuenta que se quedó sentado en la acera, perdido y que nadie sabía darle una explicación.
Al cabo de un rato, reaccionó y llamó a algunos amigos periodistas para calibrar las posibilidades de reabrirlo, «ya que no podía ser que a una ciudad con una memoria tan corta le rifaran algunos recuerditos».
Los cafés, símbolos de las ciudades, son lugares de encuentro cada vez más difíciles de encontrar. Problema grave: «La cultura del mundo actual conduce al desvínculo. Y estos cafés joden a esa cultura. Pertenecen a un tiempo en el que había tiempo para perder el tiempo».
¿Está muy ocupado?
Lamentablemente, sí. Llevo una vida de pulga de circo. ¿Te diste cuenta de que las pulgas de los circos siempre saltan? Y después duermen en una cajita de fósforos, cosa que yo solo puedo hacer a veces. No sé cómo lo hago, pero sí, a veces me las arreglo para encontrar espacios de soledad o para trabajar en lo mío, aunque confieso que me cuesta mucho tener tiempo, incluso para perderlo, que es algo muy útil en la vida.
¿Y ahora mismo en qué está?
Escribiendo cosas, ya veremos. Los libros van creciendo dentro de uno, se van armando de a poquito, cualquier imposición es enemiga de la creación, porque lo que sale es ortopédico, artificial. Lo único que se hace desde arriba son los pozos, los libros crecen desde abajo, desde el fondo de cada uno.
Yo, por ejemplo, nunca he firmado un contrato que me obligara a entregar un libro, porque vi lo mal que les fue a algunos amigos que terminaron escribiendo por deber y no por placer, como los futbolistas, que empiezan jugando por placer y terminan jugando por deber.
«Cualquier imposición es enemiga de la creación, porque lo que sale después es ortopédico, artificial»
Placer también es caminar como lo ha hecho para acudir a esta cita…
En esta ciudad, afortunadamente, aún se puede caminar y se puede respirar. Así que, cada vez que puedo al menos, me pongo a caminar, como hoy, que en lugar de subir a un autobús, he caminado 20 o 25 cuadras. Eso me hace bien.
¿Y aprovecha para pensar?
Sí [entre risas] y lo hago por razones económicas, porque me ahorro una fortuna en psicoanálisis. Esas caminatas al borde del agua te purifican el alma y restablecen la armonía del universo.
¿Es la literatura una herramienta alternativa a la lucha política o social?
A ver cómo te lo puedo explicar… La literatura con intenciones políticas o sociales, o sea, la literatura nacida de las buenas intenciones, es habitualmente, con contadas excepciones, muy mala literatura, una literatura de parroquia destinada a los ya convencidos que reciben lo que esperan recibir.
Por lo tanto, para mí ahí no hay audacia, si es que la idea de hacer algo para cambiar el mundo implica audacia y coraje, claro…
Es una literatura muy cobarde porque no invade otros territorios, porque no se lanza a la conquista de la gente. Y, además, aburrida. La literatura de izquierda es aburridísima, un plomo, con una intencionalidad pedagógica que de antemano genera rechazo. Cuando viene alguien y te dice que te va a explicar cómo es el mundo, la reacción de uno es responderle: «Por favor, no me lo expliques, déjamelo vivir».
Usted apoya con artículos e incluso con su presencia movimientos que reclaman cambios. Ahí está, por ejemplo, el pueblo saharaui. ¿Cómo percibe su papel o el que debería ser en este ámbito?
No, yo no hago lo que debería hacer, porque insisto en que la vida vivida como un deber pierde espontaneidad y se vive a contramano. Pierde lo mejor que tiene, que es el placer de disfrutarla.
Curiosa y afortunadamente, cuando participo en estos movimientos, lo hago con mucho placer, con el placer de la solidaridad, una fuente de placer que me permite recuperar la certeza de que no termino en mí mismo, que no termino en las fronteras de mi propia piel.
Y siento placer porque creo que la herencia judeocristiana de buena parte de la izquierda del mundo ha terminado por convencernos de que el placer es un pecado y que, por lo tanto, hay que evitarlo en la medida de lo posible.
Me parece que ese divorcio entre la militancia y el placer ha hecho mucho daño, porque es un divorcio de la vida, y la vida es placentera aun en las peores circunstancias.
No hay noche que no esconda unos cuantos soles.
Pero, además de placer, a veces también provoca dolor…
Sí, muchas veces me duele, claro. La realidad me duele muchísimo, pero no está hecha únicamente de dolor, porque entonces sería insoportable; por eso dije lo de la noche y los soles escondidos.
«La realidad me duele muchísimo, pero si estuviera hecha únicamente de dolor, sería insoportable»
¿Y qué es lo que le produce dolor en estos momentos?
Si te hago el inventario, una hora no alcanza, pero te diré que, por ejemplo, me duele comprobar cada día que la izquierda es la universidad de la derecha, o sea, que algunos de los tipos que más daño hacen al mundo provienen de la izquierda. Un día leyeron 'El Capital' y ahora viven de sus intereses.
Me duele, por ejemplo, que Murdoch fue leninista y fanático hasta los 27 años y que entonces aprendió lo que sabe, porque, claro, a la hora de competir en el mercado, los que leyeron 'El Capital' se comen crudos a los otros, porque son quienes de veras conocen el funcionamiento del sistema. Y eso me duele mucho, pero hay que reconocer que, al mismo tiempo, hay numerosos casos que recorren el camino inverso: que gente que proviene de las visiones más conformistas de la realidad, los aceptadores del mundo, terminen rebelándose. Gente capaz de decir no a ese mundo que antes aceptaban sin discusión. O sea, que de todo hay en la viña del señor.
¿Cuál es el mayor peligro del progreso tecnológico en la comunicación?
En la comunicación y en todo lo demás. Las máquinas no son ningunas santas, pero no tiene la culpa de lo que nosotros hacemos con ellas. El mayor peligro radica en que el ordenador, nos programe, como el automóvil nos maneja. Con asombrosa facilidad, nos convertimos en instrumentos de nuestros instrumentos.
Las relaciones entre Latinoamérica y Europa. ¿Cómo las ve actualmente?
Los europeos y, en general, en el norte del mundo, conservan esa especie de mala manía de sentirse elegidos, quién sabe si por dios o por el diablo, para realizar exámenes de democracia a los países del sur.
A mí a veces me resulta asombroso y a menudo me indigna ver cómo la prensa maltrata a América Latina a partir de su ignorancia de la realidad y cómo la demonizan de antemano, satanizando cualquier proceso de transformación social y sintiéndose con autoridad para examinar esos procesos que se van dando por caminos tan distintos en América Latina y diciendo quién es demócrata y quién no lo es.
Yo estuve en Italia hace unos meses y me impresionaban las entrevistas que me hacían, la obsesión de los periodistas italianos por el populismo y la demagogia en América Latina y el peligro populista, y yo echando mano de un chiste que no se puede explicar, les decía que no se alarmaran, porque Berlusconi no tenía ninguna influencia en América Latina.
«Los europeos conservan esa especie de mala manía de sentirse elegidos, quién sabe si por dios o por el diablo, para realizar exámenes de democracia a los países del sur»
¿Cómo analiza que [el entonces presidente colombiano Álvaro] Uribe permita el uso de sus bases a las fuerzas norteamericanas y la reacción de Latinoamérica al respecto?
En general, es una reacción de rechazo, pero hasta ahora bastante tibia, porque lo que ha ocurrido es muy grave. Ecuador decidió acabar con una base norteamericana y entonces, como si fuera una base habitada por conejos, mágicamente se multiplicó por siete.
Va a haber siete bases militares en Colombia en lugar de la expulsada de Ecuador. Y los pretextos invocados ofenden a la inteligencia porque en la lucha contra el narcotráfico, EEUU tendría que empezar con combatirse a sí mismo.
El 80% de la heroína que se vende en el mundo proviene de Afganistán, y Afganistán es una nación ocupada por EEUU y, según la legislación internacional, los países ocupantes tiene la responsabilidad de lo que ocurre en los países ocupados, por lo que EEUU es responsable del 80% de la heroína que se vende en el mundo. Que empiecen por su casa antes de ir a barrer la de los demás. Y en relación al terrorismo, un único ejemplo: durante 60 años, hasta el año pasado, Nelson Mandela fue un terrorista en EEUU. Así que cuando me hablan de terrorismo, yo les diría: «Ustedes no son serios en ese tema».
¿Y con el tema de la democracia?
En el mundo no hay una democracia de verdad; en el mundo hay ciudadanos de primera, de segunda, de tercera y de cuarta categoría; y muertos también. Cada minuto mueren en el mundo diez niños por hambre o por una enfermedad curable, y cada minuto el mundo gasta tres millones de dólares en industria militar. ¿Qué clase de especie es esta que se dedica al exterminio del prójimo?
La inmigración y los problemas económicos. En épocas de crisis, la relación es más polémica en Europa…
Eso es una tradición histórica, creo que milenaria: la culpa de la crisis la tienen los que vienen de fuera, los extranjeros.
Siempre ha ocurrido así y esto suele prender bien en varios sectores de la opinión pública. La idea de que el que viene, el de fuera, viene a sacarte el empleo, la cartera y hasta la mujer y todo…
Y, especialmente, si ese que viene tiene piel oscura y proviene de los países malditos del mundo…
Y ahora, cuando se agudiza una crisis que venía de antes, pero que está afectando especialmente a países que se sentían invulnerables, lo que ocurre es una resurrección del racismo expresado de la manera más violenta en el castigo a gente que no tiene más culpa que la de buscar trabajo.
Chávez regaló 'Las venas abiertas de América Latina' a Obama… ¿Qué lectura hace de aquel gesto?
Me parece que es un gesto generoso, bien intencionado. Lo que no entiendo es por qué no eligió la edición en inglés para facilitarle la lectura. Quizá fuera un gesto simbólico para sugerirle a Obama que trate de comprendernos antes de juzgarnos y, en ese sentido, creo que está bien.
De todos modos, siempre que me preguntan sobre sobre este tema, insisto en que este es un libro escrito a finales de 1970, que para mí no fue un puerto de llegada, sino de partida, y a partir de ahí yo hice otras cosas.
Pero, bueno, Chávez tiene una especie de obsesión con ese libro y me parece que todo va bien si le sirve a él y sirve a los demás.
¿Lo habrá leído Obama?
No tengo ni la menor idea. De todos modos, creo que no, porque, aunque lo haya leído, no se nota mucho.
¿Ningún cambio tras ese gesto?
No, no al menos esencial, ni en relación con América Latina ni con su política en general. Su forma de abordar esta crisis recompensando a los culpables, otorgando generosas limosnas a los pobres banqueritos; una crisis que en gran parte está derivada del absurdo gasto militar de esta potencia que no aprende de su propia experiencia.
Es una potencia militar, invasora, guerrera, conquistadora, y eso requiere muchísimo dinero. El gigantesco gasto militar es una de las explicaciones de esta crisis que no tiene contrapartida en el sistema productivo, porque lo que producen las guerras son muertes y la industria militar es una industria que genera armas, guerras y muertes.
Obama aumentó el presupuesto militar, cuando yo ingenuamente pensaba que lo reduciría.
Él continuamente insiste en la idea de que Dios eligió a su país para salvar a la humanidad y lo que yo les digo siempre, y lo hice también en mi última visita durante la presentación de 'Espejos', es: «Por favor, a mí no me salven, yo no quiero ser salvado».
Esta vocación mesiánica de que ha sido elegido para salvar a los demás sembró al mundo entero, sobre todo a América Latina, de dictaduras militares.
Por eso a Obama le cuesta a veces entender estos fenómenos raros. No sabe qué hacer, porque no tiene práctica; es un país que hace un siglo y medio viene fabricando dictaduras militares y le falta entrenamiento para entenderse con las democracias.
«Obama insiste en la idea de que son elegidos para salvar a la humanidad, pero a mí, por favor, no me salven»
¿Escribiría otra vez 'Las venas abiertas de América Latina'?
Yo exploré otros caminos que probablemente se abrieron gracias a ese puerto de salida, pero este es, sobre todo, un libro que recrea, reconstruye y desdice la historia económico-política de América Latina. Después intenté abarcar otros espacios de la realidad que, afortunadamente, no terminan en la economía-política. Y es más rica de lo que parece.
Han pasado treinta años ya…
Sí, y ahí están los libros que escribí, entre ellos 'Patas arriba' y 'Memorias del fuego'. No voy a hacer un inventario de las cosas que he escrito, pero sí puedo decir que he tratado de seguir el ritmo y de escuchar la respiración del mundo en movimiento, de sentir el rumor de los pasos del mundo. Ahora, si lo logré o no, no lo sé; puede ser que sí, puede ser que no, puede ser que un poquito, pero esa fue mi intención.
No me dediqué a repetirme, busqué otras cosas, otros caminos.
No me arrepiento ni de una sola palabra que escribí en 'Las venas…'. Es un libro del que estoy muy orgulloso y sé que ha contribuido a cambiar la cabeza de alguna gente o, al menos, a contarle cosas que no sabía, a abrir espacios de información, a decir: «Bueno, la historia que te contaron no es exactamente la que ocurrió; hay otras cosas que también pasaron».
Y, además, yo creo que ha servido para despertar en alguna gente, incluso en algunos políticos en posiciones de poder, una cierta inquietud respecto al destino de los recursos naturales.
Es un libro que demuestra con hechos que los recursos naturales se van sin decir adiós y ni siquiera te dicen: «Muchas gracias, ha sido un placer». Se van dejando agujeros y fantasmas, que es lo que han dejado en más de cinco siglos en América Latina, desde la época de la plata y el oro hasta nuestros días.
Carlos Fuentes defiende desde México la legalización de ciertas drogas para luchar contra el narcotráfico y en favor del desarrollo de estrategias para que deje de ser un problema de salud pública. La persecución sistemática a los productores de cultivos declarados ilícitos, el uso político de la lucha contra las drogas, esa suerte de doble moral de algunos gobiernos… ¿Cuál es su opinión?
Lo que pasa es que la droga ha sido utilizada y se sigue utilizando cómodamente como una coartada para la intervención militar, la coartada de las bases militares en Colombia, y la lucha contra el terrorismo.
Y la lucha contra el narcotráfico, que sirve para invadir militarmente otros países y adquirir posiciones en el poder.
La droga no se legaliza y no se legaliza porque es una fuente de poder para las conquistas militares y también, de alguna manera, hay un sistema universal fundado en el rédito, en la ganancia, en la certeza de que todo lo que da ganancia es bueno y todo lo que provoca pérdida es malo y no merece existir.
Y, en cambio, lo que produce ganancia hay que promocionarlo, por lo que, lógicamente, a ese sistema no le interesa perder una de sus fuentes de beneficios tan jugosa como es la droga.
Ahí están también los grandes bancos, que hacen el lavado de la droga, ganan millonadas y, por supuesto, no quieren perderse el negocio.
Y no hay que olvidar tampoco el uso de la droga como coartada también para la represión policial, la represión hacia dentro, el derecho a reprimir en nombre de la lucha contra la droga, sobre todo a los muchachos, a los jóvenes desobedientes o sospechosos de desobediencia posible convertidos en «malditos».
Y, por último, me gustaría agregar que la drogadicción proviene de la angustia, de la ansiedad, y que hay un sistema que es el culpable de eso, el primer responsable de la drogadicción: este sistema que confunde al mundo con una pista de carreras y que te enseña que el que cae o pierde no merece existir.
«El culpable de la drogadicción es este sistema que confunde el mundo con una pista de carreras»
Es un sistema que genera una angustia insoportable y mucho más en tiempos de crisis: la humanidad está presa de pánicos diversos, sobre todo pánico a la falta de trabajo o de perder el trabajo, y todo eso es una fuente de angustia, y entonces los muchachos necesitan una salida, un alivio, y lo encuentran en la industria química, en la droga, «consuelos químicos», que no son los mejores, pero, bueno, son los que muchos encuentran, aunque sea con pegamento o aspirando gasolina, lo que sea: «Algún consuelo a la angustia insoportable de estar vivos en un mundo invisible».
La cultura dominante en el mundo te dice que «Hay que llegar, hay que tener éxito». No se vive para ganar; se vive para vivir. Vivir el camino. Aunque sean caminos difíciles y te caigas varias veces en ese andar por el camino de la vida, pero no creerse el cuento de que el fracaso es el único pecado que no tiene redención.
En el retrato del mundo de hoy, nadie puede detenerse. Hay un pánico; si paras, te pasan por encima. A veces, hay que parar para poder seguir andando. No hay que dejarse engrupir por las culturas dominantes, por lo que te meten en la cabeza: el que no compra no existe, el que no tiene no es. En Occidente, el ser es tener y, lamentablemente, también en Oriente.
Los jóvenes no creen y quizá tienen razón en no creer, cuando asisten al espectáculo de circo que muchos políticos representan: prometen el oro y el moro, y después, desde el poder, hacen exactamente lo contrario de lo que habían prometido.
No creo que estemos condenados a repetir la historia, ni creo en la fatalidad del destino; creo que somos libres a pesar de todo y que las cosas se pueden cambiar.
El mundo merece un mejor destino; quiso ser una casa de todos y merece ser algo mejor que un matadero o un manicomio.
Usted es uruguayo. ¿Cómo valora los resultados de la primera vuelta de las elecciones en su país?
Me alegró la victoria del Frente; ojalá se confirme en la segunda vuelta. Por el contrario, me dejó muy triste el resultado de las otras dos elecciones, los plebiscitos que perdimos.
Uno proponía la anulación de la Ley de Impunidad, una ley mamarracha, hija del miedo, que avergüenza nuestra tradición democrática y lastima la dignidad nacional.
El otro plebiscito concedía derecho de voto, por correo, a la multitud de uruguayos que viven en el extranjero. Ellos suman una quinta parte, o más, de nuestra menguada población total; son en su mayoría jóvenes expulsados por la falta de trabajo y castigados cuando se les niega el más elemental de los derechos democráticos, el derecho al voto.
Ahora, la mayoría de los uruguayos no se ha tomado el trabajo de corregir este error burocrático que identifica la identidad con el domicilio: dime dónde vives y te diré quién eres.
¿Alguna manía para escribir?
Creo que no. Escribo cuando me pica la mano, cuando tengo ganas, cuando tengo necesidad de decir. De esa manera uno aprende el arte del silencio. Escribo en libretitas muy pequeñas donde voy anotando cosas que escucho, frases que me dicen, palabras que robo por ahí. Pero la realidad te regala tantas cosas que no hay libretita que alcance.
¿Y de la libretita al ordenador?
No, nada de eso. Yo aprendí con Juan Carlos Onetti, justamente cuando yo comencé a visitarlo, allá por mis 17 o 18 años. Yo entonces escribía a máquina, ya que hacía trabajos periodísticos más urgentes, no más ni menos importantes, y él me reprochó que, si escribía a máquina, me estaba perdiendo uno de los mayores placeres de la vida, que es escribir a mano, el placer de la mano que se desliza en el papel, el rumor del lápiz… Nunca más escribí a máquina.
Lo único que hago ahora es pasar la versión final, porque yo escribo 10 o 15 veces lo mismo y cuando ya está, lo paso a la computadora.
Decía hace unos años, ante la publicación de 'El libro de los abrazos', que un autor abraza con sus libros. ¿Aún abraza? Ése puede ser, precisamente, otro de los placeres de la escritura.
Sí, el placer más importante, el de la comunión con otro. Creo que sí, que cuando un libro es verdadero, te dice cosas al oído, te toca. Yo creo que las palabras tienen dedos, dedos que te tocan, pero, en cualquier caso, habría que preguntarles a los lectores si se sienten tocados o no. Yo siento que toco a otros y escribo para otros.
Mi gran maestro, Onetti, que tanto me enseñó cuando yo era muy jovencito, decía, sin embargo, que él escribía para él mismo; decía: «Yo soy como James Joyce, escribo para un tipo de la otra mesa que se llama James Joyce».
Eduardo, ¿podría regalarme alguna certeza?
Las certezas son las que desayunan dudas todas las mañanas. Una certeza como un desafío es la capacidad de mirar las cosas como por primera vez, sin telarañas en los ojos.
Le quiero hacer una foto con un espejo. Me gustaría que dijera lo que dice su reflejo...
Quién sabe. Quizá dice que, colocados frente a frente, los edificios parecen cárceles y que en la mar resplandece la libertad.