Quienes lucharon en las décadas de 1980 y 1990 contra la construcción del pantano de Itoitz lo hacían con fuerza y convicción, como demostró la acción de los ocho Solidarios que en 1996 cortaron los cables que hacían funcionar el corazón de la obra. Una acción arriesgada, sin duda, que acarrearía penas de cárcel para los Solidarios.
Sin embargo, el primer juicio al que tuvieron que hacer frente integrantes de la lucha popular contra el pantano se celebró el 18 de diciembre de 1997, y la acción por la que se les juzgaba demostró que fuerza sí, valentía también, pero, sobre todo, los Solidarios tenían mucha imaginación y guasa. Recuperamos íntegramente la crónica sobre aquel juicio «atípico» que escribió el periodista Ramón Sola:
Flores «Solidarius» en el banquillo
Ramón SOLA
Fue un juicio atípico, tan atípico que en el banquillo de los acusados se sentaban «Irati Semprevirens», «Itoitzum Paralizatus», «Agüitis imparatis», «Txintxurrineum autoctonus», «Borrokalaris nekaezinum», «Solidarium seamustodus» y otras flores del lugar. Tras tan silvestres denominaciones se camuflaban trece miembros de Solidarios y Solidarias con Itoitz. Es la primera vez que miembros de este colectivo se sientan en el banquillo de los acusados por impedir el paso a las máquinas que levantan un muro de hormigón en aquellos parajes.
Hasta el momento, todas las imaginativas iniciativas de oposición al proyecto realizadas por este colectivo habían sido archivadas por los tribunales. Alguien decidió esta vez que la plantación de flores humanas en la entrada al pueblo de Itoitz podía servir de escarmiento. Por eso, a las once de la mañana de ayer nueve Solidarios y cuatro Solidarias se hallaban sentados en los bancos de madera del Juzgado de Agoitz para responder en un juicio de faltas.
A la hora de la cita, allí solo están los protagonistas, algunos periodistas y un grupo de amigos encartelados tras una pancarta con el lema «Itoitz lurrera. Dani askatu». Las mismas consignas que se escuchaban aquel 12 de marzo, cuando siete plantas crecieron de repente en la entrada a Itoitz y los camiones encontraron la carretera cortada. Solo falta alguien, los tres guardias civiles que entonces llegaron tarde y ahora también.
Cuando el plantel ya está completo, la defensa extrae un vídeo que no deja lugar a dudas. Allí no hubo incidentes ni enfrentamientos. Únicamente unas flores que brotaron del asfalto y luego no encontraron forma de soltarse, hasta que la Guardia Civil llegó con una cizalla para cortar la barra y las cadenas que les impedían moverse.
La fiscal busca la llave de un candado que nadie parecía tener. «Pero entonces, ¿hasta cuándo pensaban quedarse allí?» «Pues hasta que se parara el pantano»
Curiosidad
La fiscal no quita ojo a la pantalla, y luego pregunta y repregunta. Quiere saber por qué sus compañeros no les soltaron cuando la Guardia Civil lo exigió. Busca la llave de un candado que nadie parecía tener. «Pero entonces, ¿hasta cuándo pensaban quedarse allí?» «Pues hasta que se parara el pantano».
El juez irrumpe en el interrogatorio para intentar esclarecer el entuerto. «Suponga usted que el pantano se para mañana y que incluso se desmonta, ¿cómo se iban a soltar entonces?» La acusada se encoge de hombros y el abogado defensor interviene. «Siempre hay posibilidad de comprar o alquilar algún mecanismo», recuerda en su informe, en el que pide la absolución.
La fiscal, por su parte, reclama una multa para todos los presentes –incluso para aquellos que no se disfrazaron ni se encadenaron–, porque entiende que se produjo desobediencia a la autoridad. Y el juez tiene que intervenir para recordar que todo aquello es más serio de lo que parece. «Cierre usted ese periódico. Está en un Tribunal, no en una sala de lectura», hace saber a una de las acusadas con tono autoritario.
La vista no da para más. Otra cosa será el 9 de marzo, cuando otros ocho Solidarios –uno de ellos juzgado ya ayer– tengan que sentarse en la Audiencia Provincial de Iruñea por parar unas obras declaradas ilegales, pero que siguen adelante. Entonces no deberán enfrentarse a una petición de multa de 25.000 pesetas, sino a otra de once años de cárcel por cabeza. El Gobierno navarro pedirá diecinueve por el corte de los cables.
Los Solidarios salen del Juzgado cantando, como siempre. «Que no, que no, que aquí no se hace un pantano», se puede escuchar entre sones de txalaparta. Tres kilómetros más arriba siguen levantando un muro de hormigón ilegal y construyendo un vaso que los tribunales dicen que nunca se podrá llenar. Los responsables continúan sueltos. Los Solidarios también, pero a la espera de sentencia.