
Llaman y me cuentan lo que ya intuía, Isidro: que te has ido.
Y te quisiera cantar como Carlos Puebla a Camilo Cienfuegos, que te canto Isidro porque estás vivo y no porque te hayas muerto.
Y en este momento recuerdo aquellos días duros del 84, cuando te conocí, cuando asesinaron a Santi; cuando cayeron tantos patriotas. Y cuando los traidores de Ardanza y Atutxa pretendían liquidar aquella realidad tan palpitante que era nuestro EGIN.
En los tiempos difíciles, más que raro era extraño no encontrar a un Murga en el frente.
Perdona que te escriba como si la carta tuviera destinatario con domicilios en este, pero tengo para mí que tú, lector voraz e impenitente, sabrás arreglártelas para leerla en nuestro GARA.
En este periódico que recibiste entre aplausos en la cárcel cuando asesinaron el EGIN de nuestras entretelas. Y tú, en el mako, con Patxo y con Andoni.
Yo sé, Isidro, que el trabajo y la lucha por la libertad han sido razón de vida en tus días y noches. Los he visto de cerca.
Hago balance y compruebo que he tenido la fortuna incalculable de compartir momentos, vivencias, inquietudes y temores con gentes grandes, irrepetibles. Y en esa lista, también estás tú.
De Laudio a las cooperativas, al trabajo socializado; de las cooperativas a Egin. Y de Egin a la cárcel. De Laudio a Bilbo, a aquella flamante sede que nos robó Garzón. Y con Patxo, José Luis, Salu, Pablo y el resto, de nuestra redacción a la cárcel. Pero siempre, de vuelta a Laudio.
Hoy te lloramos, Isidro, con la extraña mezcla de las lágrimas por la desaparición de un amigo y la alegría por haberte conocido y saber que has emprendido el viaje tranquilo porque los tuyos te han hecho feliz.
En euskara andabas flojo pero no te voy a despedir en español: Eusko lurrak besarkatu zaitzala, lagun on eta abertzale handi!
«Manhattan, Santa Katalina eta Ipar kanalean galdutako 'kokoak' topatzen joango gara udaran»

Si el futuro es China, ¿qué hacer hoy?

Un fallecido y una herida grave, vecinos de Zornotza, en un accidente en Aragón

El papa Francisco recomendó el libro ‘Miñan’ de Amets Arzallus e Ibrahima Balde
